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IU y Podemos, matrimonio morganático de conveniencia

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

Ciertas escenas de supuesto afecto de pareja entre dos líderes políticos, Alberto Garzón de Izquierda Unida (IU) y Pablo Iglesias de Podemos (P’s), que estos días nos ofrecen los medios, se asemejan a los dulces momentos previos al matrimonio. Éste, según la primera acepción del diccionario de la RAE es la “unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos y formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”. Claro que esa aséptica idea ha sufrido en nuestros días una enormemente expansión en su alcance. Ahora se llama matrimonio a casi cualquier cosa. El concepto se ha asexuado y no es exclusivo de hombre y mujer. Además le caben casi todos los adjetivos. Se puede así hablar de matrimonio religioso (con todas las variantes religiosas existentes),  civil, clandestino, arreglado, secreto, de conciencia, de hecho, rato (mira por donde sale aquí también; solo faltaría el matrimonio “cañete”), grupal, morganático o de la mano izquierda, y todo lo que uno pueda imaginarse.

No me consta que don Alberto y don Pablo se hayan besado públicamente. Todavía no, pero todo indica que, mirando al 26-J, están por la labor. El primero ya lo ha consultado con su familia y ésta ha aceptado. El segundo está en vías de hacerlo. Si también lo obtuviera, el matrimonio se celebraría rápidamente. En todo caso, se trata de un empeño complicado y difícil de catalogar. Ninguna de las acepciones mencionadas anteriormente refleja individualmente el tipo de emparejamiento en ciernes. Hay que recurrir a la combinación de dos de ellas para aproximarse a lo que se percibe. De esta forma, lo que la parejita está a punto de escenificar es un matrimonio morganático de conveniencia. 

Aunque ambos están en el campo de la izquierda de la izquierda, lo morganático viene de un enorme desequilibrio de linajes.  La IU procede de una coalición de partidos con predominancia comunista. Su alcurnia se remonta, por tanto, a abril de 1920 en que se fundó el Partido Comunista Español en la Casa del Pueblo de Madrid. Se ufana de sus blasones, ganados en la clandestinidad y la ilegalidad durante el franquismo, así como de haber constituido una referencia importante e inevitable durante la Transición. Desde entonces ha sido un referente ineludible de la izquierda democrática. IU es, en definitiva, un partido de solera. El otro contrayente, Podemos, es todo lo contrario. Ni posee alcurnia, ni linaje ni blasones. Es un partido nuevo, populista, supuestamente asambleario y de aluvión. Vaya, lo que los franceses llamarían un “parvenu”.

No me atrevo a predecir cuán lejos llegará ese matrimonio frentepopulista. Adivino que su duración dependerá fundamentalmente del resultado que las criaturas obtengan el 26-J.

Los sociólogos dicen que la conducta de los seres humanos está gobernada por sus expectativas. Por eso, es de suponer que la conveniencia —el toma y daca— del emparejamiento viene de la expectativa de ganancia sustancial para ambos partidos. IU contribuirá a la sociedad en ciernes con su bolsa de votos (que en el pasado 20-D se acercaron al millón, bien que solo se tradujeron en dos escaños en el Congreso). Aportará también su pedigrí y su solera, aunque con ello pierda vitola. Su expectativa seguramente será —D’Hondt mediante— ganar escaños para sus familiares y, quién sabe, incluso colocar a alguno de ellos, por fin,  en un futuro gobierno.  Podemos (con sus confluentes y afluentes) aportará su capital de votos, en principio superior (más de cinco millones el 20-D) al de IU. Blanqueará y abrillantará algo su currículum en el seno de la izquierda gracias a la alcurnia y genealogía de su pareja. Pero tendrá que ceder algunos buenos puestos de salida en las listas en beneficio de IU. Su aspiración, en todo caso, será superar los resultados obtenidos el 20-D y colarse en un futuro gobierno. 

No me atrevo a predecir cuán lejos llegará ese matrimonio frentepopulista. Adivino que su duración dependerá fundamentalmente del resultado que las criaturas obtengan el 26-J. Si fuera bueno, podría prolongarse hasta la  consumición de la dote de IU y la disolución de ésta en el seno de P’s. Desde esa base de partida ya se podría lanzar el asalto final a las trincheras del PSOE, para apoderarse de la marca hegemónica de la izquierda española. Si el resultado del 20-J no respondiera a las expectativas de la parejita, ello llevaría más pronto que tarde al estallido del matrimonio. Acabarían como el rosario de la Aurora e IU pasaría a la más total irrelevancia. En cualquiera de ambos casos, por tanto, simultáneamente con el beso que sellará el matrimonio morganático de conveniencia IU-P’s, el finiquito a plazo de la primera quedará escrito en las estrellas. Judas también besó; y ya sabemos adónde condujo eso.