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Jubilación del Kilo con otros hermanos

La culpa la ha tenido un desgaste, una pérdida misteriosa para los profanos: unos 50 microgramos, algo imposible de tolerar por los científicos.

 

Resuenan al paso del tiempo las definiciones escolares exigidas sin el menor error, época de memorismos rigurosos. En aquellos tiempos resultaba oportuno no ejercitar demasiado el razonamiento por razones obvias.

Al abordar el Sistema Métrico Decimal, previamente clarificado el concepto ‘patrón de medida’, quedaba justificada la necesidad de universalizarlas. La comunidad científica concretó las definiciones y quedaron las primeras copias en la Oficina Internacional de Pesos y Medidas situada en París en un estado óptimo: temperatura, humedad, aislamiento… Después llegarían las incontables reproducciones distribuidas por el mundo.

Ahora surgió la novedad. Pronto discutirán los expertos la necesidad de volver a calcular el kilo junto al amperio, el mol o el grado Kelvin. También al viejo y muy amado Kilo le llegará su justa jubilación después de casi 130 años, a pesar del mimo de sus cuidadores y de tener una naturaleza excelsa al poseer un 90 % de platino y un  10% de iridio. La culpa la ha tenido un desgaste, una pérdida misteriosa para los profanos: unos 50 microgramos, algo imposible de tolerar por los científicos. ¡Ojalá la comunidad política fuese igual de rigurosa con los miembros responsables de las finanzas colectivas!

 

La culpa la ha tenido un desgaste, una pérdida misteriosa para los profanos: unos 50 microgramos, algo imposible de tolerar por los científicos.

 

La intriga rondará hasta saber la causa de la pérdida. No creo en el robo de una cantidad tan ínfima, salvo una subida inconmensurable del precio del platino o una venta casi de reliquia a un coleccionista tarado, aunque nunca conoceremos las excentricidades humanas.

Ahora, cuando muchos de los grandes compradores de productos hagan el intercambio pensarán para sus adentros: «También nos ha timado el bendito kilo, ya podía haber crecido en lugar de menguar, otra contrariedad unida a la trama de las hipotecas para pesar de los mismos paganinis».

Pero la solución definitiva ─palabras osadas─ residirá en usar unas invariables fundamentales: la velocidad de la luz y la constante de Plank. Entonces, será la balanza de Wat la encargada de concretar la masa del nuevo ‘kilo electrónico’, al registrar corriente eléctrica, su voltaje y la aplicación de una proporcionalidad, más otras particularidades sutiles e inabarcables para un humano del montón. El sofisticado instrumento, sometido al mayor de los vacíos posibles, disipará el problema durante ─repito─ algún tiempo, creo, dados los antecedentes.

Anticipo mis disculpas porque aun siendo un admirador de las ciencias, me recuerde el asunto, frívola y jocosamente los inventos del profesor Franz de Copenhague. Era mi página favorita de los TBO, admiraba a su autor por el singular humor: un maquinón impresionante con múltiples mecanismos para pegar un simple sello de correos, por ejemplo. Detrás del profesor estaba el historietista barcelonés Sabatés.

 

El sofisticado instrumento, sometido al mayor de los vacíos posibles, disipará el problema durante ─repito─ algún tiempo, creo, dados los antecedentes.

 

El profesor Franz, sin un pelo, de ojos sorprendidos detrás de circulares lentes y corbata reglamentaria, parecía escrutar acontecimientos. Hoy, fruto del encantamiento por los desaguisados presenciados por unas instituciones tambaleantes en sus veredictos, también poseemos la mayoría una mirada perpleja. Invoquemos la reencarnación del mencionado para con máquinas más o menos aparatosas nos mande  a través del TBO celestial los remedios para huir de la famosa tormenta perfecta.

Sigamos a la espera del nuevo amperio tras someterse a una bomba de electrones y a su hermano el grado Kelvin, redefinido gracias a la constante de Bolzmann…Vengan todas las constantes científicas a darnos algo de estabilidad aunque sea por un rato porque aquí, en el campo de los terrícolas españoles solo esperamos nuevos sobresaltos, entre ellos los próximos refugiados marítimos: muchedumbres ocupando las tierras interiores ante la  muy probable subida de nivel de los mares, según asegura un científico de la categoría de Yves Coppens. ¡Solo nos faltaba!