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La Constitución prevalecerá

 

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

Con un retraso de once días, el Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña (DOGC) ha publicado hoy la suspensión, por el Tribunal Constitucional (TC), del referéndum ilegal ya convocado por el presidente de la Generalidad, señor Puigdemont, para el 1 de octubre (1-O). Un retardo difícil de explicar, tratándose de una norma de tan obvio significado. De entre las múltiples razones que se podrían dar para ello, seguramente la más consistente es que se trata de un nuevo regate del gobierno de la Generalidad, en su sinuoso y alocado camino hacia la quimérica independencia que persigue. Es otra faceta de la misma religión ―una vela a Dios y otra al diablo―, ya descubierta en el anunciado recurso del gobierno catalán ante el Tribunal Supremo, contra la decisión del Gobierno de asumir el control y la ejecución de pagos de la Generalidad.

Como si la legislación de un país fuera un menú a la carta, los independentistas tienen el descaro de invocar la “nueva legislación” catalana, legalmente suspendida, para los incumplimientos y la violación de la española. Es decir, los incumplimientos de la ley se lavan con la “nueva legislación” catalana y, para lo que pueda beneficiar las tesis e intereses independentistas, especialmente la cartera, se aplica la legalidad española “de siempre”. Eso, en toda tierra de garbanzos se llama jugar a dos barajas, que es juego de tahúres. O, en el catalán del poco honorable Pujol , “fer la puta i la Ramoneta”. Una dualidad que, como asegura Màrius Serra, es muy catalana, tanto como “el seny y la rauxa” o “nedar i  guardar la roba”.     

 

Por eso, defender la unidad de la Nación y preservar el estado de derecho son ahora las prioridades de nuestro Gobierno, que lo es de todos los españoles residan donde residan.

 

A la vista de lo anterior, si uno pudiera ser equidistante diría que los del gobierno de la Generalidad de Cataluña son unos cachondos. Pero eso sería demasiado ecléctico y frívolo cuando aquéllos están jugando con la Nación. En este tema no hay equidistancia posible: la unidad de España está, de por vida, en el ADN de los militares. Y uno sufre viendo la creciente degradación del escenario político nacional, así como la gran fractura que aquel gobierno autonómico, supuestamente de todos los catalanes, ya ha producido en la sociedad que rige. El único objetivo identificable del gobierno de la Generalidad es declarar la independencia de Cataluña. Y, en el marco de la dualidad mencionada anteriormente, pretende alcanzar su objetivo pasando por encima de cualquier cosa. Algo que el Gobierno de España debe evitar a toda costa. Por eso, defender la unidad de la Nación y preservar el estado de derecho son ahora las prioridades de nuestro Gobierno, que lo es de todos los españoles residan donde residan.   

Tirios y troyanos, a varias bandas, están ahora enzarzados en una lucha dialéctica sobre las causas y razones por la que hemos llegado a tan grave crisis institucional. Polémica que, desde el campo no soberanista, resulta tan poco productiva como inoportuna. Y la mayoría (prácticamente todos en el bando soberanista y muchos del resto de ciudadanos) señalan al presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, y al PP como los mayores culpables de todo este desaguisado. Desde mi independencia política, y aún reconociendo (por primera vez) no haber votado nunca ―y son un porrón de citas electorales entre generales, autonómicas y municipales― ni a don Mariano ni a su partido, tengo la convicción de que aquélla es una imputación injusta. Porque los primeros culpables, sin género de duda alguna, son los que han violado la Constitución y, con ello, no solo se han situado al margen de la ley, sino que también son culpables de fracturar la convivencia nacional. Y de eso, en su momento, tendrán que responder ante los tribunales de justicia.

 

Por eso pienso que, aunque no descarto que el gobierno catalán eche el freno a su alocada consulta, queda poco margen para desactivar la crisis antes del 1-O.

 

Pero el Gobierno y el PP también tienen su parte de responsabilidad.  Y no me duelo solo ahora. El artículo “Apagar el Fuego” (que tuvo cierta repercusión mediática y más de 200 comentarios) publicado, en septiembre de 2012, en mi blog personal, concluía así: “Es ahora el gran momento de la política. De la POLÍTICA con mayúsculas. El momento de extraer conclusiones y actuar positivamente para que el tema no se les vaya a los políticos de las manos. El momento de embridar emociones. De respetar más que nunca el espíritu y la letra de la constitución. De evitar a toda costa la ruptura del pacto constitucional y el desbordamiento de la tensión social y territorial. De abandonar retóricas estériles y aunar esfuerzos para salir todos juntos de la crisis. Momento, en definitiva, de apagar los fuegos y no de avivarlos. Nos podemos quemar todos”. Y aquí estamos; con las brasas rozando nuestros pies mientras discutimos sobre responsabilidades. Ya llegará el momento de exigirlas a todos. Ahora toca dejar de lado banderías y arropar al Gobierno en la resolución del problema.   

En la gestión y resolución de los problemas complejos, no existen ni las razones mono-causales ni las soluciones fáciles y simples. Por eso pienso que, aunque no descarto que el gobierno catalán eche el freno a su alocada consulta, queda poco margen para desactivar la crisis antes del 1-O. En todo caso, con el daño que sea, esta batalla la va a ganar el Gobierno, bien que el 2-O tenga que arremangarse y sentarse a la mesa. Más allá de las provocaciones de los independentistas, tanto de las autoridades como de los más fanáticos, los soberanistas  “de a pie” y con dos dedos de frente deben saber ya que les están dando a comulgar, como sustento ideológico, auténticas ruedas de molino. E, igualmente, que la utópica independencia de Cataluña no va a salir de este “tirón”, ni por las buenas ni mucho menos por las malas. O, como decía SM El Rey recientemente en Guadalajara “la Constitución prevalecerá frente a los que quiebran la convivencia”. No lo duden.  

 

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb