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La corrupción en España

Jose Manuel Sanchez Fornet
José Manuel Sánchez Fornet

En mi larga experiencia como policía sindicalista he tenido ocasión de comprobar que muchas instituciones y comportamientos en este país se asientan sobre prácticas corruptas, sin las cuales parece que nada funcionaría. Y también he podido comprobar cómo la Administración (gobernando el PP y el PSOE) ignoraba cualquier denuncia de corrupción y eso era lo menos malo que podía pasar, porque muchas veces reaccionaba con acciones de represalia contra los denunciantes.

En estos momentos, un responsable del servicio de Infraestructuras está investigado por cobrar comisiones por obras para la Dirección General de la Policía. La primera vez que denuncié una sospecha por un coste elevadísimo de una obra con un penoso resultado gobernaba el PSOE de González. El mismo caso me hicieron que cuando denuncié otros asuntos ante ese gobierno socialista o con el posterior del PP: ninguno.

Recuerdo de la etapa popular entre  1996-2004 la inauguración de la actual comisaría de policía de Zamora. Un gasto brutal en colocar mármol, unos adornos de tinajas, unas puertas carísimas en una entrada por una zona que todos allí sabían que solo se abriría para la inauguración, como así fue, y allí sigue ese rincón de adorno donde se enterraron miles de euros para ser cruzados en 30 segundos por el ministro de Interior de turno. No era tanto el volumen del gasto, que también, sino que se invirtiera en adornos y embellecimientos inútiles mientras en la primera planta el suelo era terrazo de yeso que levantaba polvo al andar, estaban los servicios médicos y otros policiales y  no había un lavabo o cuarto de baño en toda la planta.

[blockquote style=»1″]Tampoco se investigó una denuncia sobre ladrillos, a 60€/unidad (cada ladrillo), colocados en el CIE de Aluche[/blockquote]

Recuerdo también en esa misma etapa la adquisición de varios robots TEDAX  a una  empresa que se creó unos meses antes, relacionada con un mando TEDAX, robots que nunca funcionaron y costaban más de 150.000€ cada uno, denuncia que no se investigó pero sí se pidió una información interna que elaboró el mismo mando al que se denunciaba. Denuncias esas y otras por las que el coordinador entonces del sindicato SUP en los TEDAX, Juan Domínguez (q.e.p.d), fue expulsado de forma encubierta, aprovechando su ascenso, con un traslado que en esa especialidad no se producía nunca porque las bombas se desactivan igual siendo policía o subinspector, (lo que se precisa es cualificación técnica para hacerlo y Juan era de los mejores), y costó dos años que volviera a lo que era su pasión porque se opuso todo lo que legalmente pudo y más el entonces jefe de los TEDAX, Juan Jesús Sánchez Manzano.

Tampoco se investigó una denuncia sobre ladrillos, a 60€/unidad (cada ladrillo), colocados en el CIE de Aluche, en una cúpula culminada con unas cristaleras sin cortinas que permitían la entrada del sol hasta las mesas y ordenadores de trabajo, dificultando notablemente la visión y obligando a los funcionarios que allí trabajan en el área de documentación de extranjeros a hacerlo con gafas de Sol. Nadie supo explicar la necesidad de ese desorbitado coste por ladrillo que multiplicaba por 120 el de una pieza ordinaria, nadie lo investigó y se colocaron muchos ladrillos allí, y nadie, por el resultado, pensó que aquello, además de una imagen exterior con cierta estética modernista, no era un monumento sino un centro donde iban a trabajar personas, lo que resultaba imposible con esa estructura a pesar de haber sido tan costosa. Eran los tiempos duros de la España de la corrupción.

Ya en fecha más reciente me encontré con el caso del “ático de Marbella”. Una llamada de un responsable sindical de Málaga un sábado por la tarde alertaba de que un inspector afiliado estaba recibiendo presiones y amenazas. El lunes siguiente estuve en Málaga hablando con el comisario provincial (Francisco Arrebola), y dado que según su información era evidente que el ministro y el director de la Policía pretendían sancionar a varios policías (así lo expresó el ministro de Interior en el Senado) por cumplir órdenes legales y legítimas, se decidió presentar denuncia para proteger a los policías y de paso dejar en evidencia que responsables públicos pretendían impedir una investigación que podía afectar a otro responsable público de su mismo partido.

[blockquote style=»1″]Ya en fecha más reciente me encontré con el caso del “ático de Marbella”. Una llamada de un responsable sindical de Málaga un sábado por la tarde alertaba de que un inspector afiliado estaba recibiendo presiones y amenazas. [/blockquote]

Esa denuncia dio lugar a una odisea; la fiscalía anticorrupción devolvió al sindicato el escrito denuncia diciendo que había indicios sólidos pero que siguiéramos investigando (¿el sindicato va a seguir investigando? Sería ilegal hacerlo), por lo que no quedó más remedio que presentar una denuncia en el ámbito judicial correspondiente. Mientras, el comisario era cesado, llegaba un comisario nuevo y el inspector que había llevado la investigación era cambiado de puesto de trabajo y después pidió cambio de destino. Algún caso conozco en Madrid y Las Palmas de inspectores que resultaron peor parados por oponerse a prácticas indeseables o investigar corrupción y que acabaron abandonando la Policía.

El caso del ático sigue vivo hoy pero desde que se solicitaron las comisiones rogatorias a Reino Unido, Panamá y EEUU una cadena de errores burocráticos inexplicables han impedido que se tenga la mínima noticia del recorrido del dinero. Investigar en el extranjero con el Gobierno propio obstaculizando es muy complicado.

En paralelo a la denuncia del ático estalló el 15M y las cosas parecieron empezar a cambiar. El mismo responsable de obras de la Policía al que denuncié en tiempos de Felipe González ha sido imputado (ahora investigado) hace dos año por un juzgado por hechos similares a los que no fueron tenidos en cuenta hace 20 años. Y que la investigación judicial del ático siga viva, a pesar de que el sindicato que yo dirigía decidiera retirarse de la acusación en una maniobra inexplicable, evidencian que esos cambios, si no descarrilan, llevarán a una sociedad menos corrompida si no nos quedamos a mitad de camino.