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La corrupción en tiempos de Unidos-Podemos

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

Hablar de las formaciones de izquierda en Andalucía es referirse concretamente a Podemos e Izquierda Unida. El PSOE, que se define también como formación de izquierdas “no nacionalista”, – ‘nacionalismo de clase’  definió lo suyo hace años-  en el caso de Andalucía no parece que pueda ser aceptado hoy por hoy en ese club tan atomizado de la izquierda, y menos con una lideresa que se ha ganado a pulso el que la encuadren en el ala dura de la socialdemocracia española, demasiado cercana en lo económico al capital 2.0 y a los poderes facticos del dinero, léase IBEX 35.

Del tándem IU-Podemos, la formación morada es la que lleva la voz cantante, por los resultados electorales obtenidos; en su momento, fue la que le “robó” los votos andaluces a IU y al PSOE por su izquierda. Además, IU ha sobrevivido a duras penas al abrazo del oso del PSOE cuando el bipartito, aquella alianza para que Javier Arenas no fuese presidente de la Junta, supuso para los comunistas de Antonio Maillo y Diego Valderas un duro zarpazo que a día de hoy sigue cicatrizando a lametones.

Han sido precisamente las políticas desarrolladas durante estas tres décadas por el socialismo en Andalucía las que, sistemáticamente, han provocado pérdidas de apoyos elección tras elección, algo que no influyó nunca en el resultado final porque coincidía con bajadas de participación electoral que afectaba porcentualmente a todas las candidaturas.

 

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Aquellos socialistas que hicieron el 28F

 

Lo cierto es que de aquel “gran partido de los andaluces” con el que el estepeño Rafael Escuredo – el ausente del 13º congreso regional– barrió con mayoría absoluta en mayo del 82 gracias a que supo capitalizar los efectos del 28F, de aquel partido de abrumadoras mayorías quedan las siglas y poco más. Sus cuadros y dirigentes a todos los niveles son hoy verdaderos profesionales de la política, muchos sin oficio ni beneficio y con demasiados trienios en activo; viven y comen de la política, nada que ver con aquellos socialistas de primera hora de la autonomía donde reinaba en su militancia la esperanza, la solidaridad y la ilusión más que la faldriquera de cada uno. Todos conocimos a muchos socialistas a los que militar les costaba su propio dinero, con sus coches, su gasolina y sus tapas en las ventas de carretera, financiados desde sus modestas nóminas que, en esa época, no dependían precisamente de las administraciones.  Llegó a percibirse en aquellos albores de la autonomía un punto de romanticismo en la política que, a finales de los 80, desapareció como por arte de magia, la magia del 92 y los maletines.

Esos centenares de socialistas, hombres y mujeres, no aparecen destacados en la exposición de los 40 años de su creación como partido autónomo y que ha montado el PSOE-A con motivo de su congreso de este fin de semana en Sevilla; socialistas que son historia viva del partido, viviendo de sus respectivas pensiones de jubilación y de los recuerdos de un estilo ético de lucha que se fue para siempre.

Solo el tiempo y las elecciones por venir nos dirán si Susana Díaz ha acertado al abrazar, con motivo de su segunda entronización como reina del socialismo andaluz, a Guerra, Chaves, Borbolla y Griñán que, todos juntos, simbolizan lo bueno y lo malo que le ha sucedido al socialismo andaluz y español en estos años. Mientras Pedro Sánchez rompe amarras con el viejo partido desde la dirección federal jubilando a Alfonso Guerra, 77 años, –una página de historia del socialismo arrancada, que diría Susana–  en Andalucía se apuesta por mantener como referentes a quienes, en mayor o menor medida, han sido responsables directos de las grandes desgracias generadas por la corrupción y el clientelismo en el PSOE andaluz y que le han colocado casi al mismo nivel que el PP, letal para un partido de izquierdas que presume de ética y honradez.

 Parece claro el primer y principal mensaje de este congreso regional del PSOE:  el partido en Andalucía sigue siendo el PSOE de siempre, el de Felipe, el de Alfonso. Y ahora, el de Susana, la heredera del 40% del partido, porque el 51% es de Pedro Sánchez según acreditaron las primarias. Y el segundo mensaje de calado, más subliminal, ha sido transmitir a la militancia y a la sociedad la discutible teoría de que los muchos meses dedicados por Díaz a la batalla federal de su partido – qué error, que inmenso error– no han mermado ni debilitado al PSOE andaluz ni a su dirigente ni al gobierno de la Junta de Andalucía.

El PSOE-A hoy sacaría 47 diputados, los mismos que obtuvo hace dos años, mientras que bajaría el PP y subirían ligeramente C´s y Podemos. Todo ello en base al sondeo encargado por la Opinión de Málaga y que los cuadros socialistas han convertido estos días en su manual de cabecera para proclamar, una vez más, que Susana es la única solución posible para España y Andalucía. Y, añado, también para ellos y sus trayectorias no siempre brillantes y productivas para la gente.

De todas formas, se puede concluir afirmando que el PSOE andaluz se sabe hacia dónde camina, quien conduce la máquina y cómo. En otros casos es más complejo el detectarlo. El problema se agudiza si echamos un vistazo a la izquierda de la izquierda socialdemócrata en Andalucía.

 

Unidos-Podemos, donde mandan muchos

 

De momento, la primera imagen que ofrece IU-Podemos, es que en ese combinado manda demasiada gente a la vez y desconciertan. No se debe simplificar y confundir con una olla de grillos, no, pero el movimiento asambleario es lo que tiene, que a veces es lo que parece y que resulta difícil identificar donde está el que manda de verdad,  la persona con la que hay que hablar de los problemas, porque la política se hace con la confrontación de ideas, con el diálogo y a ser posible con un acuerdo que suponga solución a problemas ciudadanos.

¿Manda Teresa Rodríguez en Podemos Andalucía? Formalmente sí, es su portavoz, aunque es difícil imaginar que su estilo de mando sea comparable al que ejerce Susana Díaz en el PSOE o el propio Pablo Iglesias al frente de su propia formación. Hablamos de liderazgo real, sin que tengan que recurrir al equilibrismo de las palabras para dar los buenos días al adversario.

La imagen que Podemos proyecta en Andalucía es muy posible que no corresponda con la realidad o con la que ellos pretenden ofrecer, pero es la que es, la que se percibe.

Podemos hace ruido en el Parlamento, sí, pero solo ruido que, a la postre, de nada les sirve; el cerco informativo a Podemos también se extiende a Andalucía y ellos lo saben  porque lo padecen. Por otro lado en estos años de rodaje han perdido frescura y espontaneidad en sede parlamentaria, se les nota mucho la política de laboratorio y la mano de los politólogos que les asesoran detrás.

Fíjense que, a estas alturas de legislatura, haga lo que haga Podemos en el parlamento, queda eclipsado por el videoclip con la bronca habitual, mano a mano, entre la presidenta de la Junta y la portavoz de Podemos Sra. Rodríguez. Una trampa en la que los morados han caído como aprendices, no dándose cuenta de que han pasado a ser cómplices activos del reality show de la política española.

Tampoco está claro que haya beneficiado a Podemos Andalucía su alianza con los jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores. (SAT) Primero el SOC y en menor medida después el SAT tuvieron en los 80 y 90 cierta fuerza y simpatía social, ayudados en la promoción de sus ocupaciones de fincas públicas por los medios de comunicación, especialmente foráneos, que mantuvieron en el tiempo la épica de una Andalucía con descamisados jornaleros pidiendo pan, tierra y libertad. Figuras como las de Paco Casero o el cura Diamantino García nada tenían que ver con el perfil de Andrés Bódalo al que Podemos ha colocado en sus altares laicos ya que no pudo hacerlo en la lista de Jaén por estar en prisión y condenado, ojo, por una brutal agresión a un concejal socialista;  Bódalo no cumple pena de prisión por defender los derechos y libertades de los trabajadores del campo, según la justicia.

 

Cañamero, chupando cámara en Vistalegre 2

 

Ver en Vistalegre 2 a Diego Cañamero como si fuese una imagen fija, tipo photocall detrás de Pablo Iglesias, no es un posado que pasara desapercibido para muchos, era la imagen de la Andalucía de Podemos, muy sensible por lo que se ve a la problemática del campo andaluz que, desde luego, nada tiene que ver con la de los años 80. Se intentó entonces una Reforma Agraria, pero Europa se la cargó con la lógica de los tiempos y sus directivas de obligado cumplimiento. Nunca más se habló de reforma del campo andaluz. Solo la seguían pidiendo de vez en cuando Diego Cañamero y Juan Manuel Sánchez Gordillo, hoy empotrados en las filas de Podemos, tras haber estado en las de IU.

Otro rasgo que conviene dejar sentado a la hora de hablar de la imagen que proyectan los diputados más radicales del Parlamento andaluz, es que dentro de la propia organización morada cohabitan múltiples y diversas sensibilidades. Así, Teresa Rodríguez, es la cabeza visible del movimiento Anticapitalista – los Anticapi en lenguaje guay–  quienes, por ejemplo, se han opuesto frontalmente al pacto de gobierno en Castilla La Mancha con el PSOE de Emiliano García Page, uno de los coroneles del Estado mayor del susanismo. (Por cierto, algo increíble hace solo dos meses). Que más del 70% de los militantes de Podemos en Castilla-La Mancha hayan aprobado el acuerdo para gobernar con los socialistas, no parece que al marxismo sureño que lidera Teresa Rodríguez le haga reconsiderar en este caso su ya famoso lema “ni muerta”.

 

 

 

 La actividad parlamentaria de Podemos es gris, el mismo tono aplicable a la labor global del resto de grupos.  El Parlamento tampoco tiene nada que ver con aquel otro que presidió el notario Antonio Ojeda a partir del año 82. Pese a no existir entonces Internet, ni los teléfonos móviles, aquel parlamento de los 80 estuvo más conectado con la calle que el de ahora. Eran otros tiempos, pero muchos se han dado perfectamente cuenta el perfil institucional bajísimo  que el hiperliderazgo de Susana Díaz tiene condenado al presidente del Parlamento, el socialista Juan Pablo Durán.

Pero analizando desde la distancia el papel histórico que Podemos Andalucía está desempeñando en esta época de intentos de regeneración de la vida pública, llama la atención su escasa entrega a luchar abiertamente contra la corrupción. ¿Dónde está y quién dirige al equipo del partido que debería estar trabajando en las denuncias por corrupción que les llegan habitualmente?

He tenido oportunidad de hablar últimamente con varios denunciantes de casos de corrupción en la administración pública y, todos, coincidían al narrar que ya les habían mandado las denuncias a Podemos, a IU y Ciudadanos, las tres formaciones que en teoría creían ellos que harían algo por investigar y denunciar las tropelías del bipartidismo, pero muy especialmente del PSOE. Alguno cuenta que también se la hizo llegar al PP en su momento, sin hallar mayor interés por profundizar en la cuestión. Parece que el PP ya se ha gastado todo su presupuesto para abogados con los del caso Eres.

Nunca recibieron respuesta los denunciantes y, en el mejor de los casos, alguna pregunta parlamentaria que no merecerá ni un ladillo en una crónica. Ahí terminaba la lucha y a otra cosa, aunque el problema siga existiendo.

Que la corrupción sea el segundo problema que más preocupa hoy a los españoles, tras el paro, y que no se aborde con firmeza y contundencia por los únicos que aparentemente están legitimados politicamente para ir a los juzgados, esto es Podemos, levanta muchas preguntas.

Por ejemplo, qué piensa la izquierda sobre la corrupción en Andalucía y más exactamente de la problemática que rodea y asfixia de inmediato al que denuncia. Hay funcionarios denunciantes que cuentan verdaderas persecuciones internas, propias de campos de exterminio, a los que solo les hace falta la cámara de gas.  Que despidan a un trabajador de una empresa pública, tras haber remitido más de dos docenas largas de denuncias por escrito sobre presuntas irregularidades de corrupción a su consejero, – que hoy sigue como tal en el cargo–, es una anomalía por la que se debiera preguntar, pero sobre todo saber la veracidad o no del contenido de las denuncias y los documentos que las acompañaron.

Un consejero del gobierno que reciba graves denuncias firmadas por un funcionario de su área solo tiene un camino a tomar: el de fiscalía, bien para investigar lo denunciado, bien para actuar judicialmente contra el firmante por denuncia falsa o las dos cosas al mismo tiempo. Mirar para otro lado o pensar que todo es obra de un loco, no parece una actitud ni razonable ni admisible en un consejero del gobierno andaluz. 

 

El buzón de la corrupción en Podemos no funciona

 

 

También sería bueno que nos explicasen por qué no es frecuente ver a Podemos acudir a la Fiscalía a poner ante el Ministerio Público lo que les está llegando de casos de corrupción que, a día de hoy, se siguen produciendo en el territorio andaluz. ¿Ninguno de los asuntos que les llegan son susceptibles de ser remitidos a Fiscalía? Raro es desde luego, salvo que Podemos lo haga en silencio y sin contarlo a la prensa que sería más raro aún.

Fueron muchos los electores andaluces que apoyaron una nueva fuerza política para que equilibrase el arco parlamentario y ayudase a regenerar la vida pública andaluza. Podemos y Ciudadanos tuvieron miles de votos deseosos de acabar con la corrupción sistémica que padecemos y ni uno ni otro se están distinguiendo por su beligerancia denunciando en serio ante la Justicia. A lo máximo que llegan es a pronunciarse con pomposas declaraciones condenatorias tras el estallido judicial de un caso vía medios de comunicación. Nada más.  De las supuestas comisiones de investigación, mejor olvidarlas por revelarse incapaces de hallar responsabilidades políticas, las más evidentes de todas, las que se ven desde el principio de los tiempos, pero sus señorías no lo acaban de ver.

La nueva izquierda andaluza no parece muy interesada en abanderar esta otra lucha contra la corrupción, más dura y compleja que otras desde luego y a la que hay que dedicar medios, ganas y astucia para que no sigan ganando los malos, los que roban en la caja el patrimonio de todos.

 

La corrupción genera recortes y pobreza

 

Nadie debería olvidar que detrás de la corrupción existente en las administraciones públicas españolas, lo que se oculta a la larga son brutales recortes al estado del bienestar y a la economía de todos, taponando de paso la creación de empleo. 

A ninguna formación le ha dado por adoptar para sí una de las señas de identidad que más se valoró siempre de UPyD, su valentía a la hora de usar con eficacia las herramientas del Estado de derecho para combatir la corrupción. Claro que, por eso, entre otras cosas, fue eliminada la formación magenta del escenario político español.

La izquierda andaluza, a mitad de legislatura, no puede presumir en su conjunto de ninguna acción relevante que vaya a quedar destacada en la historia de este tiempo. Y todo lo que no sea recortar ese 8% de parados que nos separa por encima de la media estatal, es leche migá. Que la imagen prevalente de estos veintitantos meses de actividad política sea la tradicional bronca mensual, con más o menos chispa y mala leche, entre las Sras. Díaz y Rodríguez, no deja de ser un pobre balance desalentador para quienes un día llegamos a creer algunas de las cosas que se oían en las asambleas del 15M y que rápidamente asumieron casi todos.

Que gente que se autoproclama de izquierdas sea capaz de entenderse con la derecha y los banqueros y no con los más cercanos a su ideología, sigue siendo una de las incógnitas que nadie es capaz de explicar a los electores que siguen sin entender nada.

De todas formas, el electorado de izquierdas no debiera preocuparse en exceso por la división o el puzle ideológico y de intereses distintos que se observa hoy en la izquierda andaluza. La derecha, nucleada en un PP andaluz sin liderazgo, está mucho peor según todos los indicios demoscópicos, aunque podría remontar si Mariano Rajoy y el PP se tomaran en serio una sola vez Andalucía. Aseguran que entre Génova 13 y Moncloa se empieza a hablar de ello. Andalucía, independientemente de lo que suceda en Cataluña de aquí a octubre, es considerado por el PP como el campo de batalla por excelencia para las próximas elecciones generales. De lo que pase en Andalucía dependerá en gran medida que la derecha siga o no gobernando este país. No crean, no falta tanto, los años inestables pasan volando.

 

*Pepe Fernández es Periodista. Editor y Director de Confidencial Andaluz

@Pepe_Fdez