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La culpa fue del Cha, cha, cha

Clara Guzman
Clara Guzmán

Pablo Iglesias, me has decepcionado y bastante. Yo que creía que contigo venía el vendaval ese de libertades e incluso de libertinajes. Con esas demostraciones públicas de amor en plan “enfant terrible” que pretende escandalizar al pacato; de llevar a los niños de pecho una vez nada más al Congreso para que se retraten contigo, como han hecho todos los “padrecitos” dictadores que en el mundo han sido y son y luego si tu compañera de filas Carolina Bescansa le tiene que dar de mamar ya no se acuerda…. En fin. Un cambio en los usos y costumbres tan trogloditas que tenemos los españoles. O sea, por ejemplo, esa disparatada costumbre de tener medios de comunicación privados, donde la gente diga cosas, que hagan juego con los intereses de cada empresa, sí, pero que digan cosas diferentes a todos los “canalessures” que pueblan las Españas. O esa ancestral manía de los viejos de votar al Partido Popular en vez de hacerlo al partido de los des-camisados de Alcampo de holgadas buchacas.
Sí, Pablo Iglesias, sí, que yo pensaba que Podemos era un partido que iba a dar un vuelco al panorama político. Con esa imagen de estudiada informalidad; con esa coleta que marcaba territorio. Los míos, aquí; los otros, lo más allá posible. Y ahora resulta que llega el recuento de votos y te da la pataleta porque no has ganado ni vas a poder mirar por encima del hombro a los que no son universitarios, ni “epatar” al auditorio con dos parrafadas mal enhebradas de un filósofo pasado de rosca o de tuerka. Parrafadas de las que no se entera la mitad porque desconocen al autor y la otra da por fidedignas porque salen del magín de un miembro de la casta universitaria. ¿O la casta eran los otros? No sé. A estas alturas ya me lío.

Desde que a un suspiro de las elecciones te hiciste socialdemócrata y desde que te escuché en el último debate invocar a Dios, ya me lo espero todo.

Resulta que armas una pataleta y empiezas a buscar culpables. Pero, Pablo Iglesias, si esa obsesión por la culpa proviene de nuestra más arcaica tradición judeocristiana, ¿qué hace un chico como tú hablando de una losa como esa? Desde que a un suspiro de las elecciones te hiciste socialdemócrata y desde que te escuché en el último debate invocar a Dios, ya me lo espero todo. No te escuchó nadie y menos tus ¿contertulios? Ya sabes que la gente no escucha, sólo está a la espera de que abras una rendija para colarse y quitarte la palabra y lo que haya menester. ¡Ay, Pablo!, qué decepción. Yo que estaba esperando ir a una de esas ruedas de prensa que antes convocabas (ahora, después de la debacle, haces un vídeo en tu intimidad mediática) para que te metieras con mi abrigo (un poner, no uso pieles) y me recordaras a aquel rancio y viejo (todo lo que detestas) presidente del Colegio de Médicos de Sevilla, que un día, hace muchos años, me espetó eso tan recurrente de: “¡Niña, con lo mona que eres y las preguntas que haces!” ¡Qué decepción, chiquillo! Y tú, dale que te pego buscando culpables para que cayera sobre ellos una maldición bíblica. Con lo fácil que hubiera sido coger tu guitarra y entonar: “Échame a mí la culpa de lo que pase; cúbrete tú la espalda con mi dolor…”.
Eso hubiera sido lo generoso. Y lo más cercano a ese papel de renovado Jesucristo, que has interpretado con tu golpe de “atrezzo” mesiánico. Claro que, como ya has dicho por activa y por pasiva que no te gusta perder, al menos podías haber recurrido al estribillo de aquella canción de Gabinete Caligari (¿que no es de tu época?, qué le vamos a hacer, es que lo quieres todo, criatura). Sí, esa que decía: “La culpa fue del Cha, cha, cha”.