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La deslenguada Sirena Encantada

Alexander McQueen, Brian Atwood, Christian Louboutin, Jimmy Choo, Manolo Blahnik ¡Ídolos!

Collage de Isabel Chiara

Me faltan los pies y sueño usar zapatos. Bajar escaleras, subir escalinatas de aviones, caminar sobre césped, esquiar, saltar la soga, vestir a la moda. Tener una casa con suelo de madera. Escuchar mis pisadas. Sentir, tomando vino tinto, la plenitud de mi huella, atravesando calles. Reflejar mi rostro en espejos enmarcados de nácar, ver  mis cejas en el vidrio de un metro abarrotado. Dormir abrigada por un cobertor relleno de plumas. Tener un Galaxy S9, con selfies cargados de labios falsamente turgentes, generando envidias, provocando misterios. Tener hombres diferentes a mis pies, callarme la verdad si llega a ser inconveniente. “Los inteligentes podemos fingir ser imbéciles, pero los imbéciles nunca podrán aparentar inteligencia.”(Woody Allen)

Olvidaré esas estúpidas bolsas de plástico jodiendo altamar. Apenas tenga pies usaré bolsos fantásticos, bolsas de tul para cargar la compra. Pasearé Berlín, París, Budapest, Madrid, Roma… Llegaré tarde a la terraza, para ser el blanco de las miradas.

 

El sushi, poco. Ventresca casi nada. Langosta mucha… Tragaré exagerada. Hablarán de macrobiótica al verme devorar indolente, langosta viva, cruda.

 

Distraeré astutamente con guantes de seda, esta incómoda membrana entre mis dedos.

Una “It Girl”, preciosa, amanerada. Divagando palabras  desatendidas. Pelo vaporoso, boca nacarada. La belleza aspirada por María Antonieta idolatrada. Mi blancura espectral fue su codicia. Ella pasó por alto, mi naturaleza fabulosa, de animal habitando la oscuridad azul del fondo marino, único sitio para perlar la piel.

Los naufragios provocados traían botines extraños, relojes de madera, chimeneas de hierro fundido, anclas y trajes mojados  por la turbia razón de lo imprevisto…

En aquel desastre inolvidable, acerté a encontrar seco, un Magazine de Tendencias, “Influencer” delirantes, excéntricos comportamientos ¡Glamour! ¡Wow! Unas gafas con montura  de cristales Swarovski, un ipod lleno de canciones feas .El resto de una papelina asombrada, viendo a un estúpido estornudar sobre la cocaína… En vez de aspirar.

Quedé fascinada leyendo. Era un mundo con gente  viviendo al aire libre, escuchando pintados pajaritos… Buscando la inmensidad de un mar, llamado Amor. Ahogándose en vasos de alcohol, si la vida les negaba la alegría de dormir pensando, en ser soñados por quien amaban.

 

Esquivar la verdad, es una manera de mentir. Las mentiras no las ahoga, ni el mar…

 

Soy huérfana. Allí donde la corriente arrastra, allí vivo .Me excitan los hombres destinados al naufragio…Canto en las noches tempestuosas, el rayo es incapaz de amilanarme.

En la mitología griega, las sirenas eran bellísimas ninfas con busto de mujer y cuerpo de ave, aunque a veces eran representadas con cuerpo de pez; solían sentarse sobre las rocas de una isla del Mediterráneo, probablemente Capri, desde donde atraían a los marineros con la dulzura de su canto, de modo que llevaban los barcos a estrellarse en sus acantilados. Después, las crueles sirenas devoraban a los incautos que se habían dejado seducir.

Cuando pasan los cruceros llenos de fiestas, actos falsamente elegantes, simulacros de riqueza Low Cost. Su sombra vertiginosa arrastra una estela creando eclipses en las arenas profundas. Mi corazón, mis branquias, mis escamas se alteran ostensiblemente. Comienzo a cantar…  Su música retumbona es tan alta que aplaca mis cantos hechiceros, sibilinos, tramposos. Sin naufragio, ni tragedia, nadie atiende la complicada belleza de mis trenzas. Mis pestañas, hermosas madreperlas… El perfecto liquen fosforescente de estos pezones ambarinos.

 

Llevo la desgracia dentro. Crece a diario. Es un cáncer de mama inaudito. Cantar a sordos es inútil.

 

Actualmente los pescadores viven saturados de radares, sonares y sofisticados aparatos. Rastreando bancos de peces, cargando  mentalidades mercantiles, pesadas como anclas oxidadas. Han llegado a arponearme, confundiéndome con un vulgar cetáceo. Ninguno ha enloquecido por mí, eso taladra mi ego, deprime, desespera…

Las lunas conspirando desde su altura, cuartean mi piel resplandeciente, plagada de extraña tersura… Me hago mayor. Aquí no hay botóx, photoshop, recursos técnicos. Las algas, las medusas, los caballitos de mar “Cabronamente” preguntan si estoy enterada, “Las Sirenas han pasado de moda…” Servimos para películas de terror serie B, de letrero en un bar malo de puerto, para nombrar burlonamente a las caderonas paticortas. Nadie cree en las Sirenas. Los horóscopos nos omiten despiadados. Los políticos no se aprenden lo básico y letal de nuestro canto, ahora usan Executive Coaching y Comunity Manager para atrapar desorientados. En los registros de natalidad, como nombre, ninguna niña escoge Sirena García o Sirena Peñaloza. Los tatuajes en un tiempo fueron territorios poblados por Sirenas, ahora prefieren palabras como “La vida es Bella” a ponerse una Sirena en el antebrazo. Estoy buscando el móvil de Lady Gaga, para rogarle se travista de Sirena…A ver si así, volvemos a los medios, al Trending Topic. La invisibilidad  es un acto despiadado, letal, solitario, lapidario…

 

Mi destino glorioso era tragarme un hombre hasta su médula, volverlo loco de pasión, tentarlo, ahogarlo… ¡Pero nada! ¡Nadie nada hasta aquí, para entregarse!

 

Orfeo tiene el antídoto para no envenenarse de mí, cantando. Maluma es Orfeo disfrazado. Canta por las discotecas del mundo… el merengue, la bachata, la salsa, el reggaetón ¡Perrea, Perrea Mamacita! Orfeo ¡Es un hijo de puta! Danza feliz  constatando mi cruel decadencia. Ha llegado a dejarme revistas del Gay Pride en los arrecifes. Recordándome sin compasión:” Ya nadie se disfraza de Sirena…Nena”

Hasta aquel Diciembre. Mi vida cambio repentinamente, un tsunami me arrastró lejos de mi “zona confortable, de confort confortecido”….

Al despertar escuché a alguien maldiciendo las basuras de la playa. Cagándose en “Tó lo que se menea” Medía 1.45cms, era cegato, “Cuponero” de la Once. Su perro ladrando me dio la bienvenida. Aunque obeso, era agradable, mal hablado, pesimista inagotable. Pesaba igual que un atún en época de almadraba. Mi enamoramiento prosiguió cuando tuve la suerte de probar las gambas blancas de Huelva, los chocos y las coquinas de Punta Umbría y los langostinos de Isla Cristina. Sus sabores dejaron mi chirla como almeja- molusca “enlimonada”. Aferrada a su cuerpo de boya, reclamando la dosis necesaria para inventar una felicidad insumergible…

 

Comencé a quererle sin darme cuenta, a hacer cocidos. A pensar sin aprensión en las facturas, en los cataclismos provocados por tormentosos desahucios. En las mandíbulas de la corrupción y sus tiburones encorbatados, bárbaros.

 

A su lado aprendí a cantar sin ánimo de lucro, sin ganas de comerme a los que cruzan el estrecho en ciegas pateras. Canto guiándolos en la inmensidad de su locura… Alumbro sus tumultuosos sonidos cardíacos. Les adivino en la oscuridad, repartiéndose agua, resignación, leve esperanza. Haciendo tiempo para ser recogidos. Reconozco colérica, ese no es mi negocio…

El mar de la libertad coherente me ha dado cobijo. Lo asfixiante es la burocracia sus “Funcionarios Feócratas” inútiles. Amar me mantiene flotando alejada del remolino del miedo…

Ya le pasó a una amiga, con un tal Ulises… Los tapones de cera y su mujercita urdidora ¡La Concha su Madre que parió la Lora!