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La Edad Media que no existió en Andalucía

Raúl Velasco Rodríguez.- Los ilustrados nos contaron que tras Roma nos quedamos sin nada, que ella nos dio la vida y ella misma con su muerte nos la quitaba. Los ilustrados nos contaron que con la llegada del cristianismo nuestras ciudades se derrumbaron, nuestra cultura se olvidó, nuestro comercio colapsaba y en las embarradas aldeas que quedaron sólo enfermedad, muerte desolación y superstición se extendían como un manto oscuro en una “edad oscura”… y fuimos tan tremendamente estúpidos que los creímos.

Edward Gibbon, historiador e ilustrado inglés del siglo XVIII, refleja en sus escritos la corriente Decadentista que ha dominado la Historia Occidental por más de dos siglos y que hoy con la nueva escuela americana de Antigüedad Tardía empieza a estar superada. Tras el 476 y el último emperador del Imperio Occidental Romano, nos cuenta que Europa se vuelve inculta, pobre, estúpida, supersticiosa, atrasada, enferma, incivilizada… sin entender que esa pobreza, incultura, superstición y atraso cubrían sus tierras, no las nuestras. Sin poder aceptar que mientras ellos eran periféricos nosotros fuimos el centro de una cultura y comercio incomparables en el resto de Europa.

¿Qué sucedió en Andalucía?

Andalucía nunca sufrió aquella “oscuridad”, Toledo no fue la capital visigoda por ser la ciudad más rica y más poblada, si no por el miedo de estos visigodos a enfrentarse con las ricas y grandes familias hispanorromanas que vivían en las pobladas ciudades de lo que hoy es Andalucía. Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo, se reveló contra su padre y proclamó el catolicismo como única religión verdadera al llegar. a las calles de Sevilla y quedar deslumbrado por una ciudad que multiplicaba por diez en población a Toledo y la superaba cultural y económicamente en todo. Y aunque Hermenegildo fue vencido, su hermano Recaredo impuso el catolicismo, implantado desde hacía ya siglos en la Bética. Ahora será obligatorio en todo el reino Visigodo hasta la Galia Narbonense por miedo precisamente a que estas ciudades católicas terminen revelándose contra ellos y destruyeran su propio reinado.

Mientras en este siglo Isidoro de Sevilla escribe obras enciclopédicas de geografía, arte, ciencias naturales, historia y astronomía, en las Islas Británicas y lo que hoy es Alemania habrá que esperar más de 200 años para que se escriban los primeros escritos sobre narraciones y leyendas. Mientras Córdoba llegaba a los 300.000 habitantes en el siglo X y Sevilla se acercaba a los 80.000, Londres no es más que un poblacho de cabañas desvencijadas que no llega a los 10.000 habitantes, al igual que sucede en toda la Europa del norte y occidental. Mientras los andalusíes Averroes, Ibn Tufayl, o Avempace redescubren los filósofos clásicos al mundo y hacen impresionantes avances en astronomía, geografía y medicina a niveles no vistos en Europa, en las tierras anglosajonas aun no se entiende la palabra filosofía. Mientras en el siglo IX o X el comercio monetario internacional parte desde Córdoba, Sevilla, Granada o Málaga ha medio mundo, ni siquiera existe la moneda en Europa occidental y todas las riquezas serán guardadas en monasterios o en “portus” que serán arrasados y robados por ejércitos de ladrones profesionales llamados vikingos. Mientras en Al-Ándalus el aceite, la fruta y las legumbres inundan los mercados, en el norte de Europa el 80% de la alimentación se basa en el nabo.

Muchos de nosotros tenemos una idea distorsionada de lo que ocurrió en esta época por estos decadentistas ilustrados. Como si tras la “caída de Roma” en el 476 todas las civilizaciones colapsasen y nada más quedase tras ella hasta mil años después. Como si el Imperio Oriental y su capital Constantinopla en el S. V y VI no vivieran una expansión comercial, cultural y política y no sobrevivieran mil años más. Como si el Imperio Islámico no protagonizara una revolución en el mundo y su expansión no fuera continua. Como si en China las dinastías no se sucedieran por cientos de años usando los primeros billetes y descubriendo la pólvora.

Un inglés nos dijo que en la Alta Edad Media sólo existió superstición, miedo, pobreza, incultura y muerte en nuestras calles porque sólo miedo, pobreza, incultura y muerte recorrieron las suyas… y fuimos tan ilusos que realmente nos lo creímos.