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La España del odio

Los nacionalismos periféricos han mutado en independentismos. El País Vasco se suma a Cataluña.

 

El líder del, todavía, tercer partido en votos, Podemos, hace quitar una bandera de España de la universidad donde mitinea mientras exhibe orgulloso cualquier otra: ikurriña, senyera, canaria independentista, republicana… las abraza todas menos la española. Aspira a presidir el Gobierno de la nación cuya bandera desprecia. Echenique, el “tercero” de Podemos (la segunda es la pareja del primero), acusa a Cs de ir al País Vasco a provocar por atreverse a exponer allí sus ideas en actos políticos. Un gran demócrata Echenique. Se producen ataques violentos contra Cs, PP y Vox en actos políticos en el País Vasco, Cataluña, Segovia y otras zonas de España. Son habituales  agresiones a personas que van por la calle con una bandera de España a un mitin político o porque les da la gana. Fanáticos del odio se creen con derecho a decidir qué partido puede o no practicar la libertad política que consagra la Constitución. Insultan y agreden a un ciudadano que en su país lleva su bandera. España necesita más psiquiatras y menos políticos del odio.

 

Hay zonas en el Estado donde el español está mal visto, despreciado, sometido a la lengua propia del territorio (en Cataluña está exterminado en la educación); ocurre menos en el País Vasco (por la dificultad de la lengua propia que no por falta de voluntad política), y se dan también ataques al español en Baleares. En Valladolid, un grupo que celebraba el  pasado 14 de abril el aniversario de la República, y entre ellos algún dirigente del PSOE, increparon a miembros de una cofradía de Semana Santa. Con la misma visión miope que provocó quema de iglesias, asesinatos de religiosos, monjas y de rivales políticos durante la II República, que allanaron el camino para el golpe de Estado y posterior Guerra Civil. El odio de hoy es igual de fanático y dañino que el del siglo pasado. Arde la Catedral de Notre Dame, icono de la cristiandad y de la cultura de Occidente, emblema de la República laica francesa y las alimañas con menos cerebro que las garrapatas lo celebran y relacionan con la república. Aparecen pintadas con insultos, amenazas de ser quemadas y la hoz y el martillo comunista en iglesias de Madrid, Galicia, Sevilla, Barcelona… y la sociedad no reacciona.

 

Lo que tiene España es un cáncer social grave con metástasis que se sigue extendiendo, y el equipo médico (PSOE, PP, Cs, Vox) está dividido sobre el tratamiento a aplicar y la intensidad del mismo. El médico principal, el PSOE, lo combate ignorando la enfermedad o aplicando aspirinas como tratamiento. España no es un Estado plurinacional. La podredumbre moral de nuestros políticos hace que pongan en riesgo las pensiones antes de plantearse reducir ese mastodonte burocrático del que viven ellos, sus familiares y correligionarios.

 

Los nacionalismos periféricos han mutado en independentismos. El País Vasco se suma a Cataluña. El PSOE está con un pie en cada trinchera, la de los separatistas enemigos de España (UPodemos, PDeCAT, ERC, EH-Bildu, PNV, CUP…) y la de los unionistas (PP, CS, VOX). El PSOE decidirá si prospera una política de fortalecimiento del Estado o una de división territorial, política y social. A Pedro Sánchez parece importarle más ostentar el poder que cualquier otro interés, ya sea de justicia social, de igualdad de derechos de la ciudadanía, de no privilegios entre territorios o de convivencia. En definitiva, de interés nacional. Es urgente combatir el odio al que piensa distinto. A la bandera, la lengua, la Monarquía, la Iglesia. A España y los españoles. No permitir que el odio se instale en nuestra sociedad.