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La fachada de los inmortales

También figura Grace Kelly en recuerdo de una visita  a la Feria de Abril de 1966 junto al rostro del actor Orson Wells.

 

 He pasado cientos de veces sin darme cuenta. En la plateresca fachada trasera del Ayuntamiento de Sevilla, don Manuel Echegoyán, catedrático de Bellas Artes, esculpió unos medallones, incluidos su rostro y el de su esposa ―desconocía la autoinmortalización pétrea del matrimonio―, pero también figura Grace Kelly en recuerdo de una visita  a la Feria de Abril de 1966 junto al rostro del actor Orson Wells. La princesa no dejó indiferente la sensibilidad del señor Echegoyán y la plasmó en un lugar emblemático, previa la aprobación del alcalde, los concejales y el visto bueno de la distinguida esposa del escultor, nada celosa, supongo. O sea, el rey Fernando, Hércules y la Virgen quedaron como personajes  secundarios.

Escribía ABC en aquellos días primaverales con voz de NODO: «La serena belleza de Gracia de Mónaco, realzada con el traje de flamenca, atrajo las miradas de la muchedumbre del ferial en las primeras horas de la tarde. Durante su recorrido en coche enjaezado, los príncipes fueron objeto de continúas muestras de simpatía».

Nuestro  paisanaje era así, aunque poco ha cambiado. Hago un recalco  en el ‘así’ por no lograr otro término más elocuente, palabra o disertación psicológica imposible.

Supongo a don Manuel ―excelente escultor― exasperado por no encontrar beldades genuinas y, mire usted por donde, plasmó a la  sagaz norteamericana, la cual no tuvo muchas serenidades amatorias, dicho sea también así. Tanto devanarse los rapsodas sevillanos en encumbrar a las mocitas de la tierra, para a golpes de cincel y almaina ¡zas! el catedrático deje petrificada a la del cuento de las hadas de Hollywood, mitificaciones sin las cuales muchos de mis paisanos encontrarían la vida aburrida.

Menos mal­ ­―porque una vez puesto y dado el éxito del buril― pudo continuar con una larga ristra de actores y actrices americanos, visitantes nuestros: Clark Gable, William Holden, Bing Crosby, Cary Grant o la simpar Jacqueline Kennedy…, para perpetuarlos en la plateresca fachada de la eufemística “casa de todos”, algo parecido a la revista  ‘Hola’ pero  tallada en piedra por siglos.

Tal vez, en pleno auge de turistas mundiales, algún guía podría megafonear con solemnidad: «¡Señores y señoras, aquí tenemos una réplica en vertical del ‘Paseo de las estrellas de Los Ángeles!».

Sabemos del incremento de la industria nacional en busca del turismo adinerado para salir de las crisis, pero sería una apoteosis del despropósito escuchar a un papá norteamericano decirle a su hijo: «Mira, Willy, aquel es el abuelo Clark…».

Después de todo, mientras se mire hacia lo alto no repara el personal en otros medallones biológicos característicos de esta ciudad, carentes muchos de sus hijos de hábitos cívicos.