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¿Por qué la gente vota al PP?

Pablo Gea
Pablo Gea*

Los casos de corrupción que se suceden en una esperpéntica caravana de la vergüenza hacen que salte la pregunta. Si está claro que esta formación política está absolutamente comida por la corrupción y que, muy lejos de tener voluntad de erradicarla, acelera el control de la “Justicia” por parte del poder político y la reducción de los plazos de instrucción para los amiguetes no acaben entre rejas o, al menos, pagando lo que deben, ¿cómo es posible que, según la última encuesta del CIS, el PP siga siendo la opción predilecta el 31,5% del electorado? ¿Es que somos tontos en este país? ¿Nos gusta que nos la jueguen impunemente? Afirmativamente responderían a las dos últimas preguntas quienes se adhieren a opciones políticos diferentes al funesto Partido Popular. La cosa es más complicada. Y no es tanto por el PP en sí como por sus rivales políticos.

 

En esto hay que preguntarse qué es lo que quiere realmente el ciudadano de a pie. Muy simple. Tener libertad para hacer lo que quiera, vivir bien y que el poder político y la administración jorobe lo menos posible. Es algo que los activistas furibundos no entienden. No son capaces de asimilar que la lucha por grandes causas no llena la existencia de millones de personas. Por desgracia. Ya sea por desinterés o por imposibilidad. Cuando el ciudadano común va a depositar la papeleta hace balance entre las opciones políticas mayoritarias, las que tienen alguna opción. Porque aunque está muy bien eso de que hay que votar por convicción, la realidad siempre implacablemente dura impone optar por el voto útil, aquél que me permite poder controlar un poco siquiera cómo me van a afectar los avatares políticos los próximos cuatro años.

 

Y el votante dice:

 

PODEMOS, que cada día tiene un programa diferente, viéndose menos capaz de esconder la verdadera naturaleza ideológica de sus dirigentes, optando por la política de cámara y del espectáculo, pero sin una sola idea práctica viable para mí. Y, desde luego, que despidan a Fidel Castro con pena, tengan sus concomitancias con ETA y la Izquierda Abertzale y sigan apoyando pese a todo a la dictadura venezolana, no me hace ninguna gracia. La chorrada del corazoncito ya es la gota que colma el vaso.

 

PSOE, en guerra civil interna que amenaza con destruirlo, tan carcomido por las luchas de poder internas y por las ansias de poder de los dirigentes que es incapaz de representar una alternativa válida para el país, al menos, por ahora. Su complejo de inferioridad frente al ímpetu podemita lo deja fuera juego para hablarme claro y con franqueza. Tan preocupado por hablar de “izquierda” que no saben ver más allá. El fantasma del desastre de Zapatero y la dura sombra de la corrupción me quita la idea de votarles rápidamente, máxime si aún no sé si lo va a dirigir o un sectario como Pedro Sánchez o una oligarca de partido como Susana Díaz.

 

Resultado, que en vez de acabar con la vieja política le han dado alas, abriéndoles las puertas al PP para el gobierno central y al PSOE en Andalucía.

 

 

CIUDADANOS: ni fu ni fa. Todos aquellos que esperaban de este partido una regeneración decente del sistema democrático ahora ya no saben dónde meterse abochornados por la miopía y torpeza de unos líderes aficionados. Resultado, que en vez de acabar con la vieja política le han dado alas, abriéndoles las puertas al PP para el gobierno central y al PSOE en Andalucía. Tan ingenuos que se creyeron que de verdad iban a cumplir los pactos. Muchas risitas y buenas palabras. Una realidad desagradable y un partido endeble condenado a seguir el camino a la irrelevancia de UPyD. Para eso voto al PP o al PSOE. Que total, es lo mismo.

 

PP: sigue siendo el partido más votado. Si antes miraba por encima del hombro el PSOE por el tema de la corrupción hace mucho que ha dejado de hacerlo. Sus prohombres están cayendo como moscas. Su mensaje de regeneración es nulo y su insensibilidad social mayor aún. Encima su principal dirigente y ahora Presidente del Gobierno tiene que ir a declarar como testigo de las sinvergonzonerías de sus colegas. ¿Y qué nos dicen para que les votemos? Que los demás son peores. Que si tienen que escoger entre lo que hay y el abismo, elijan sabiamente. “Con nosotros ya sabéis lo que hay”. Y en una sociedad en que ha calado bien el prejuicio de que todos los políticos son iguales, o sea, unos chorizos, pues la suerte está echada.

 

Resumiendo: ¿son tontos o están locos los que votan al Partido Popular? No. Sólo que las otras opciones que tienen delante no llegan al estándar mínimo de fiabilidad que el votante apolítico demanda. Y el argumento de que el PP es una máquina de corrupción no vale, porque si los demás también roban, al menos me quedo con quien me garantiza que como mínimo las cosas no van a ir peor. No veo a Pablo Iglesias, ni a Sánchez o Susana Díaz, ni por supuesto a Albert Rivera, batiéndose con estados impetuosos como Rusia, EEUU o Alemania. La imagen de veteranía y “sensatez” de Rajoy es lo que le salva. Desgraciadamente para los que sabemos que este sistema necesita de un golpe de timón urgente.

 

Yo desde luego no votaría al PP ni que me tocara la lotería y me sacase de pobre. Pero entiendo a quienes sí. Son unas razones que las nuevas formaciones que emergen en el horizonte deben estudiar sin demora. Si quieren ganar. ¿Y no es eso de lo que se trata?

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.