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La hora de la gran coalición

A estas alturas, nadie se lleva a engaño sobre la naturaleza política y humana de Pedro Sánchez, ambicioso a la par que vacío.

 

Los últimos acontecimientos han dado un lamentable impulso al maximalismo independentista para proceder a una negociación dura. Algo coherente con sus intenciones últimas: conseguir la mal llamada “autodeterminación”. Entre tanto, en el PSOE ya hay miedo a que el asunto se vaya de las manos. Efectivamente, pactar con ERC no saldrá gratis. Los ruidos de sables se agudizan y los cuchillos pueden empezar a volar de un momento a otro. El precio, quizás, puede ser más alto que la mera cabeza del líder socialista.

 

A estas alturas, nadie se lleva a engaño sobre la naturaleza política y humana de Pedro Sánchez. Pocos albergan duda alguna -inclusive los de su propio partido- de que estamos ante un individuo ambicioso a la par que vacío. Cuya única motivación en esta vida es montarse en el avión presidencial, ir a las cumbres internacionales para que le llamen ‘Presidente’ y fotografiarse en la posición del adalid de todas causas habidas y por haber que el socialismo ha secuestrado para hacerlas suyas (véase el feminismo, el ecologismo, la lucha contra la pobreza y un largo etcétera). Pero incluso así no deja de ser increíble que, en su rueda de entrevistas con los líderes de los partidos constitucionalistas, lo único que sea capaz de ofrecer Sánchez sea apoyar el acuerdo con Unidos Podemos, ERC, PNV, Bildu y cía. Nada más. Ningún signo, ni el más mínimo, de plantearse una fórmula de gobierno alternativo, que no pase por hacer depender la estabilidad del país de un conglomerado de fuerzas que, si se caracterizan por algo, es por abanderar abiertamente planteamientos totalitarios al margen del Estado de Derecho. De ahí a la colisión efectiva con la ley y al enaltecimiento explícito del Terrorismo.

 

No menos irresponsable se muestra Casado, atado a una indefinición ideológico-programática que su debilidad como líder le impide atajar. La labor de un buen líder de la oposición, en estos momentos difíciles, es poner el país por delante cualquier consideración personal. Y dado que quien tiene la tarea de formar gobierno está claro que no lo va a hacer, toca hacer presión con el resto de partidos ‘opositores’, de Ciudadanos a VOX (nos guste o no) para evitar a todas luces que el país quede a merced de quienes pretenden destruirlo. Oponer no siempre es confrontar. Y no es mejor líder aquél que va siempre ‘a la contra’ por sistema.

 

Teniendo esto claro, llega la prueba del algodón. Nunca he disimulado cuán disgusto me causan el PP y el PSOE, representantes máximos de la clase política tradicional que debe ser sustituida, sin dilación, por un sistema político diferente, genuinamente democrático. Pero lo cierto es que ser realista también forma parte del haber del estadista. Y, en estas circunstancias, ante las perspectiva de la formación de un gobierno teñido de radicalismo, sectarismo y unas recetas económicas que elevarán el paro hasta niveles difíciles de soportar, no queda más remedio que pedir a los grandes partidos que hagan lo que no han hecho nunca: que pacten. Que pacten por el bien de España y de toda la sociedad. Que pacten por el bien de sus hijos. Que pacten los que vienen y por los que ya están. Incluso, que pacten por ellos mismos. Pero que lo hagan cuanto antes. La política enseña que la elección adecuada es la que se toma en el momento justo. Antes o después ya no sirve. Pues bien: este es el momento.

 

En un país como España, tan dado a importar soluciones procedentes de otros países del entorno, en la esquizofrénica creencia derivada de nuestro absurdo complejo de inferioridad de que los demás lo hacen mejor que nosotros, nos afanamos ahora en copiar lo que no vale y en ignorar lo que sí es provechoso. Uno de estos aspectos capitales es la política del pacto entre las formaciones mayoritarias. Ahí tenemos, para bien o para mal, la ‘Gran Coalición’ entre los demócrata-cristianos de la CDU y  los socialdemócratas del SPD en Alemania. Si los alemanes han podido dejar de lado sus diferencias políticas a pesar de su tumultuosa y trágica historia, España también. Dependerá de la voluntad de sus políticos y de que antepongan el interés de sus conciudadanos al suyo, lo que está por ver. De lo que no cabe duda es que, si pese a todas las quinielas, llegara a materializarse un gobierno PSOE-PP con el apoyo de Ciudadanos, la Democracia española habrá entrado en una nueva etapa de madurez, saliendo fortalecida y renacida. Ese día, habremos superado definitivamente la Guerra Civil.