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La imposible integración

Benito Fdez 2
Benito Fernández*

Vamos a ser serios y a no confundir al personal. Por más que se empeñen algunos, cristianismo e islamismo son dos religiones opuestas, enemigas, mortalmente enfrentadas. Siempre han estado en guerra como casi siempre lo han estado las culturas representativas de sus orígenes. Oriente y occidente son dos mundos distintos, diferenciados y, por qué no, incompatibles en su esencia y su moral. Han sido siglos de enfrentamientos y guerras, de invasiones, de cruzadas, de persecuciones y asesinatos en masa. Representan conceptos de vida antagónicos e incompatibles. Ni su cultura ni su religión ni su forma de entender la vida tienen puntos en común aunque hayan existido en un momento dado convivencias forzadas. El problema es que mientras el judeocristianismo  occidental ha evolucionado con el tiempo hacia sistemas más evolucionados, el islam se ha quedado anclado casi en la edad media. No entro a juzgar quien ha tenido la culpa y si ha sido la propia sociedad occidental con su dominio económico y bélico la que ha provocado el atraso y el inmovilismo ideológico de la cultura islámica. Sólo expongo un hecho, una realidad constatable que parece ponerse en cuestión gracias al “buenismo” de ciertos políticos pseudoprogresistas bastante alejados de la realidad.

 

Lo importante de verdad es la diferencia del concepto de libertades individuales que tienen una y otra culturas.

 

He viajado por diversos países en los que la religión islámica es la norma dominante. Desde Turkía a Túnez, pasando por Siria, Irak, Jordania, Marruecos o Egipto y he de reconocer que no he sabido adaptarme a su cultura. Nunca podría integrarme en una sociedad que no sólo no prueba el jamón ni el vino y que lo tiene prohibido, que utiliza unos aceites de oliva atrojados y que basa su alimentación en el cordero duro y especiado, el humus y el té, aunque esto sea lo menos importante. Lo importante de verdad es la diferencia del concepto de libertades individuales que tienen una y otra culturas. A occidente nos ha costado siglos de evolución y guerras, de persecuciones y muertes el conseguir un régimen de libertad por encima de los dogmas religiosos que imponía la doctrina judeocristiana. Mientras la Biblia ha quedado como un mero libro de referencia sin mayor protagonismo social, el Corán continúa siendo para buena parte de las sociedades orientales la norma inalterable que dirige la vida y la obra de sus creyentes.

 

Son ellos mismos lo que prefieren estar aislados de una sociedad cuya religión es su enemiga irreconciliable.

 

Viene toda esta introducción a cuento de la llamada integración que tanto predican algunos políticos bienintencionados para los inmigrantes islámicos acogidos que pululan por diversos países occidentales . Cientos, miles, cientos de miles, millones de islamistas se han asentado en las ciudades y pueblos de toda Europa creando “ghettos” cerrados en zonas marginadas en los que la pretendida integración no deja de ser sino una utopía inalcanzable. Entre otras cosas porque son ellos mismos lo que prefieren estar aislados de una sociedad cuya religión es su enemiga irreconciliable. Es en estos reductos donde tienen sus nidos las células yihadistas que están sembrado el terror y la muerte en diversos países occidentales. Puede que sean pocos dentro del conjunto de islamistas, pero son capaces de provocar con bombas, cuchillos, kalasnikov, furgonetas o camiones toda una psicosis de terror en las sociedades que les dan acogida.

 

Hay que ser claros. Estamos en guerra, otra vez, y en esta guerra, la enésima en los últimos doce siglos, vale todo.

 

Por ello me enerva ciertas actitudes que suelen producirse tras los atentados que estos muyaidines cometen en Europa. Me enervan las frases falsas como el “no tenemos miedo” de los barceloneses, los canticos de Imagine, las pancartas de confraternización intercultural, los abrazos por la paz y las miles de chorradas programadas que rodean las concentraciones y manifestaciones en protesta por los viles asesinatos de inocentes y niños a manos de ese supuesto  ejército del pueblo musulman al que, dicho sea de paso, ni el Rey ni el Gobierno de España le está vendiendo armas.

Hay que ser claros. Estamos en guerra, otra vez, y en esta guerra, la enésima en los últimos doce siglos, vale todo. Si para ellos valen las bombas, los cuchillos y los camiones para cometer asesinatos indiscriminados en masa, para nosotros debe valer cualquier forma de defensa, esté o no contemplada democráticamente. Ya está bien de gilipolleces, de consignas inanes y de cánticos pacifistas. Hay que pasar a la acción antes de que tengamos que lamentar una derrota irreversible. Y pediría también a los políticos, a todos los políticos, que dejaran de una vez por todas de utilizar al personal en provecho de sus propios intereses personales y partidistas. Ojalá y alguien se ponga las pilas pronto.

 

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo