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La impositiva levedad de Susana

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Pepe Torrente*

Hay que tener espíritu de convencimiento pleno, con la moral por la nubes de su felizlandia propia, para ir a una solemne conferencia de presidentes autonómicos en el Senado del Reino de España a criticar el paraíso fiscal presunto de la Comunidad de Madrid desde el infierno impositivo andaluz. Hay que ser osado para ir allí, delante de todos los españoles, a criticar a quienes han preferido no usurpar el derecho de las familias a transmitir el ahorro de toda una vida sin que entre los nominados a compartir el mismo esté quien sólo puso el trinque como autoridad fiscal, irreverente como se muestra con quien cometió el pecado de trabajar mucho y pudo y quiso dejar una herencia a sus descendientes.

Susana Díaz, crecida como se la ve en esta gira socialista de izquierdas que ha emprendido por los territorios nacionales de las casas del pueblo, no repara en lo injusto del impuesto con el que ella sigue ejerciendo de socialdemócrata danesa (pero con los servicios más africanos que europeos). Alardea doña Susana de imponer un impuesto a la riqueza, dice, como si traerse las perras ganadas con sudor de muchos años en la Alemania aquella de los años cincuenta, sesenta o setenta, mereciera para ella como agradecimiento al soberano esfuerzo del emigrante patrio ese desprecio usurpador de la confiscación pura y dura.

 

Hay que ser osado para ir allí, delante de todos los españoles, a criticar a quienes han preferido no usurpar el derecho de las familias a transmitir el ahorro de toda una vida.

 

El impuesto de sucesiones es el impuesto más injusto posible, porque grava por enésima vez lo que ya fue objeto de impuestos y gravámenes en el momento de su ingreso a través de IRPF, IVA o demás figuras impositivas. No es justo que después de pagar aquello que se pedía legalmente en el mismo momento de la recaudación o ahorro, ahora merezca otro sablazo más a la familia que decide aceptar la herencia de aquel pagador que lo transmite legítimamente a quienes le van a suceder en su negocio, vida y hacienda.

La Sra. Díaz parece querer ganarse el buen parecer del gremio socialí, ahora más que nunca, y se ha empeñado a pedir una armonización fiscal a su gusto, como ella diga. No por abajo, sino por arriba. O sea, que paguemos todos más, en vez de pagar menos como se paga en la Comunidad de Madrid, por poner un solo ejemplo.

Igual la Sra. Díaz no repara en el efecto secundario que provoca su política de excesiva vigilancia del bolsillo empresarial o ciudadano. La gente que va a invertir aquí tiene que hacer números con muchísima calma, o directamente ni se los plantea dada la usurpación que van a sufrir en este territorio progresí de excesivo celo en la imposición más que en el recorte de gastos superfluos, suntuosos o, directamente, en la eliminación de aquellas partidas hechas y dispuestas únicamente para salvaguardar el interés particular del partido hegemónico que controla el régimen que nos vigila a diario.

Susana Díaz no tiene ya argumentos por los que seguir optando a esa línea de supremacía ideológica que tanto ella como su partido han predicado de manera continua, seguidista y preponderante. El discurso se les cae con las cifras del paro, las del déficit, la de los hospitales pendientes, la del EGOPA que les da estopa, y las de la gente de la calle que les ha quitado el salvamanteles de su cordura, y ha puesto al régimen en el disparadero de las próximas elecciones, ese lugar de encuentro en el que los votantes esperan decirle a la de Triana lo que piensan de su política. Que ya está bien de aguantar, y de callar. A ver, a ver.

 

*Pepe Torrente es Funcionario, militante del PP de Granada y columnista habitual.