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La invasión silenciosa

Benito Fdez 2
Benito Fernandez*

Hace unos días circuló por internet y por whatsaap una fotografía que reflejaba los mapas de Inglaterra y Arabia Saudí y, señalados en ellos, el número de mezquitas que había en el Reino Unido y el de iglesias en el país del Golfo Pérsico. Como ya habrán supuesto, mientras el primer país estaba repleto de señales indicativas (más de trescientas según los autores), en el segundo no había ninguna indicación. Se trata de una perogrullada cercana a la demagogia que ya conocíamos todos, pero es también una realidad que pone de manifiesto el buenismo y la ultracorrección política que ha invadido a la mayoría de la sociedad occidental europea en las últimas décadas. Que conste que no me considero católico, al contrario, estoy más cerca del ateismo por convicción vital porque pienso que tanto el cristianismo o el catolicismo, como casi todas las religiones incluído el islam, son inventos interesados de los poderosos para poder controlar y dirigir a la sociedad, vamos el llamado “opio del pueblo”, que decía Karl Marx.

 

Voy a contarles una anécdota bastante esclarecedora que viví en primera persona hace unos años y que encendió las alarmas sobre lo que llamé entonces la “invasión silenciosa” que, conforme pasa el tiempo, no hace sino reafirmar mis sospechas. A finales de los años setenta del pasado siglo, mientras estudiaba Periodismo en Madrid, hice bastantes viajes a Granada donde entonces vivía la que hoy es mi esposa. Durante esas estancias, que a veces se prolongaban largos fines de semana, el ambiente que reinaba en las calles granadinas era eminéntemente estudiantil, con tunas de las diversas facultades cantando por calles y plazas, conciertos gratuítos, música en directo, tapas gratis en bares y copas baratas en centenares de pubs hasta altas horas de la madrugada en la zona de Recogidas y el Sacromonte.

 

Acabé la carrera y me vine a Sevilla con una beca de Radio Nacional de España. Me casé y entré a formar parte de la Redacción de ABC de Sevilla. Estuve varios años sin volver a Granada donde residían dos hermanas de mi mujer. A mediados de los años 80 pasé unos días en la capital de la Alhambra. Paseando por sus calles sentí una sensación preocupante. Los establecimientos regentados por marroquíes, centrados hasta entonces en la Alcaicería, se había extendido por otras zonas de la ciudad como una epidemia. Bares, tiendas, teterías, establecimientos de marroquinería y ropa, restaurantes copaban toda la calle Elvira, desde el arco hasta la Plaza Nueva, y las calles adyacentes que subían al Albaicín, de tal forma que andar por aquella zona era como pasear por cualquier zoco de Marraquech, Tetuán o Damasco.

Granada es junto a Córdoba, las dos ciudades españolas principales objetivos del nuevo integrismo radical islamista.

 

Comentando con algunos amigos granadinos la evolución que había sufrido la ciudad en escasos años y la paulatina “invasión” de algunos barrios por parte de inmigrantes marroquíes, no parecía preocuparles lo más mínimo. Lo veían como algo natural y lógico dada la afinidad de los habitantes del Magreb con el reino nazarí, el último bastión del Islam en la península ibérica que acabó con una dominación de siete siglos.

 

Granada es junto a Córdoba, las dos ciudades españolas principales objetivos del nuevo integrismo radical islamista. La reconquista de Al Andalus es uno de los recurrentes objetivos del llamado Estado Islámico y así lo han hecho saber en diversos comunicados. En España hay actualmente más de ochocientos mil inmigrantes marroquíes, tunecinos y argelinos que se han asentado en nuestro país, muchos de los cuales se han hecho con la nacionalidad española. Hasta ahí nada que objetar. Otros paises como Francia. Alemania, Bélgica o Inglaterra nos superan en el número de inmigrantes sin que, hasta ahora, hayan tenido problemas. Hasta ahora, porque la aparición del ISIS y el terrorismo asociado ha provocado que la sociedad occidental se ponga em guardia y dado alas a partidos populistas y xenófobos cuyo principal objetivo es la expulsión de los inmigrantes.

 

De momento España se ha librado de esta última ola de atentados (lo de Atocha sigue siendo aún un misterio con demasiados interrogantes) que ha sacudido Europa gracias a la labor preventiva de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los Servicios de Información que han controlado cualquier sospecha de ataque. Esperemos que continuemos así sin renunciar al sentimiento de acogida que nos ha caracterizado durante la última década. Generalizar nunca es bueno pero habría que seguir atentos para que en esta “invasión silenciosa” no se infiltren células terroristas que provoquen la eclosión de partidos xenófobos alejados de unos sentimientos de generosa acogida que han caracterizado siempre al pueblo español, y en particular, al andaluz. Sí a la inmigración que tanto ha hecho por nuestro bienestar, pero estando atentos a quienes llegan a nuestras ciudades. El buenismo simple y a secas no siempre es lo mejor para todos. ¡Ah! Y no nos dejemos engañar por los continuos mesajes agoreros y demagógicos que circulan todos los días por internet. Sepamos distinguir el trigo de la paja.

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo