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La irresponsabilidad de Sánchez y las inoportunas vacaciones de Bonilla y Rivera

¿Qué han hecho nuestros políticos para merecerse vacaciones?

 

Estamos en verano. Qué bonita época del año. Hace calor, tenemos más ánimos, solemos descansar más e, incluso, algunos tienen la suerte de tener las preciadas y deseadas “vacaciones”. Es más, las vacaciones son un aspecto irrenunciable para cualquier persona. Trabaje donde trabaje y sea quien sea, si se le presenta la oportunidad, creo que nadie las rechazaría. Y no lo juzgo. Soy de esas personas que cree que hay momentos para todo: para trabajar y para disfrutar; sin embargo, considero que las vacaciones hay que merecérselas y deben tomarse en el momento menos inoportuno. Las vacaciones son sanas, te liberan estrés y te hacen más productivo. En fin, que toda persona tiene el derecho a tomárselas y nadie es quién de juzgar ese acto. Incluso nuestros políticos y representantes públicos, creo, tienen el beneplácito de todos los españoles si se desean tomar unos días de descanso y relax.

En cualquier caso, lo que me preocupa, y lo que voy a intentar analizar en esta columna es lo que han hecho nuestros políticos para merecerse tales vacaciones. Vacaciones a las que ni el Presidente, en funciones, que no se nos olvide, ha renunciado. Es más, desde el pasado nueve de agosto hasta su fugaz reaparición en los medios esta pasada semana, estuvo la Presidencia del Gobierno cerrado por vacaciones estivales. Pedro Sánchez, a mi modo de ver las cosas, no sólo eligió el peor momento para tomarse un respiro veraniego (teniendo el Open Arms, los incendios en Canarias y la reciente crisis alimentaria bajo su relajada conciencia) sino que, además, todo pareciera indicar que está enviando un mensaje de tranquilidad a una opinión pública completamente enfurecida, cansada y vejada por una incapaz élite política de llegar a un mínimo de entendimiento por el bien del interés general. No perdamos la perspectiva de la situación en la que nos encontramos: un candidato a la Presidencia del Gobierno fracasa en su investidura; la oposición que le ha hecho fracasar no tiene un proyecto alternativo; no tenemos un nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno; estamos sin Presupuestos Generales -teniendo en activo los del año 2016- y todo parece indicar que estamos abocados a una repetición de comicios que, seguramente, no facilite la dilucidación de la situación de partida. Y mientras, el que puede cambiar o, en su defecto, apresurar las cosas, de no haber sido por la obligación de unas llamas incontroladas y de una población en shock que demandaba atención, aún estaría hoy descansando plácidamente en el Palacio de Marismillas (Doñana). Me refiero, obviamente, al engreído Pedro Sánchez. No, no creo que Pedro Sánchez, a pesar de que actualmente no es candidato a ser investido Presidente, se hubiera merecido las lujosas vacaciones en Doñana; es más, considero -como la mayoría de la sociedad española- que él es el único responsable y capaz de solucionar o agilizar el transcurso de los acontecimientos.

Del mismo pie cojea el actual Presidente de Andalucía, Juanma Moreno, quien, en plena crisis alimentaria, cuando los andaluces más necesitaban información y acompañamiento por parte del Gobierno Autonómico, decide irse de vacaciones a Galicia y visitar, de paso, a su fiel amigo y escudero, Alberto Núñez Feijóo. Si esto no es reírse de los españoles entonces ya no sé lo que es. En verdad os digo, considero que las vacaciones del servidor público Juanma Moreno no sólo deben ser reprobadas por inoportunas sino que, también, por desobedecer el compromiso básico de cualquier Presidente: el estar al lado de los que gobierna cuando ellos más lo necesitan. Una vergüenza lo que ha hecho, señor Moreno.

Y para finalizar con los improperios veraniegos, cabe citar a Albert Rivera. El Chuck Norris de la política española. El político que con todo puede. El que no tema a nada ni a nadie. Si Pedro Sánchez está emperrado en lanzarnos un mensaje de pasotismo, Albert Rivera directamente nos da a entender que España, su Presidente y sus instituciones públicas le importan un bledo.Ya habíamos visto esta actitud cuando Pedro Sánchez estaba jugando al Tetris para ganar la, finalmente, fallida investidura; Rivera, insultado a España, se desentendió completamente del interés general y decidió no recibir a la persona que, nos guste más o menos, representa al conjunto de los españoles, Pedro Sánchez -Presidente en funciones-. Y, como era de esperar, la actitud vejatoria de Albert Rivera no ha cambiado en absoluto ni tras haberlo meditado con las olas del mar. Rivera sigue enrocado en saciar, exclusivamente, sus ansias de poder y en satisfacer a su propio partido. El interés general, la responsabilidad de Estado y el compromiso por lo público, son palabras que se le hacen muy grandes. Tan grandes, casi, como sus vacaciones veraniegas. Albert Rivera, a pesar de que solo ha contribuido a estorbar, es el que mejor “se lo ha montado” del club de los cinco magníficos. Desde el pasado 29 de julio, fecha de su última aparición pública, Albert Rivera está en paradero desconocido. Literalmente. Nadie sabe dónde se encuentra el líder de la formación naranja. Yo no entiendo si es que Albert Rivera se cree impune a todo o si es que tiene un asesor de comunicación e imagen nefasto. Quién sabe.

Españoles, la política y los verdaderos políticos comprometidos con la sociedad, han muerto.Ahora solo nos quedan actores que interpretan el papel de político, vividores y cantamañanas veletas. Eso sí, nunca olvidéis que sus vacaciones, bien merecidas, las pagamos todos y cada uno de los españoles. Que lo sepáis.