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La Izquierda alternativa y transformadora

La estupidez del chico de Vallecas solo es comparable a su soberbia.

 

Desde muy antiguo sabios y filósofos se han ocupado en describir la mejor fórmula para regir la vida de los humanos en sociedad. La espiritualidad intrínseca en el Homo Sapiens, lo que conocemos como revolución cognitiva, facilitó la regulación social mediante la ideación de un ser o seres supremos que gobernaban nuestros destinos e imponían sus normas. Pero lo fantástico o divino a veces no casa con lo real o fáctico.  Entonces llega la coerción, hay que creer en lo increíble, hacer un acto de fe, bajo amenaza de caer a los infiernos, ser devorado por bestias atroces, arder en las llamas del inframundo. Faraones, Druidas, Chamanes, Papas y toda su cohorte de facinerosos han elaborado durante milenios las mejores tácticas para oprimir y redireccionar la voluntad de  las poblaciones en el único sentido que les convenía a las élites dominantes.

Los más renombrados líderes políticos y militares de nuestra historia se han caracterizado por la posesión de un ego tan grande como su ambición, la absoluta  falta de escrúpulos para  engañar y traicionar a sus partidarios   y una  crueldad extrema  para con sus oponentes. Tipos como Alejandro y Pompeyo,  ambos “magnos”, César, los Católicos, El papa Borjia (Alejandro VI), Napoleón, los Zares desde Iván el terrible hasta  Nicolás II, Hitler, Stalin, Pinochet, Maduro, los Castro, y un inagotable e interminable etc., han protagonizado capítulos de la historia plenos de argucias, artimañas, traiciones, racias, genocidios, purgas, guerras y catástrofes con un único objetivo: El Poder.

La ambición humana no tiene límites y aquellos imbuidos de ese aura divina que los hace creerse merecedores de reinar sobre las masas  no dudan en  ejercer su impostura, ya sea envueltos en togas púrpuras o ataviados con prístinas túnicas con birrete, o  encaramados al atril con pose indolente declamando sus estúpidos mensajes con el fin último de acaparar cuanto más populacho (con derecho a voto) mejor, que los lleve al Olimpo desde donde poder ejercer el Poder.

El poder proporciona al hombre numerosos lujos, pero un par de manos limpias no suele encontrarse entre ellos. La pantomima con la que il divo Sánchez nos aturdió a todos, rodeándose de  independentistas (traidores al Estado), populistas (traidores a la verdad) y pedigüeños profesionales (traidores a todo y a todos) para atajar y cortar de raíz la corruptela presunta y no tan presunta de los acólitos del flemático Rajoy encubría la desmedida ambición de il divo, su ansia de venganza por haber sido expulsado de su propia casa y su inagotable sed de poder.

A la sombra de il divo, aunque él está persuadido que está “above him”, aparece la figura hirsuta y encorvada con pelos de rata almizclera y ademanes mesiánicos  del chico de Vallecas, reclamando su parte en el podio de los dioses. El llamado por aclamación popular a arrebatar las posiciones al divo se quedó a las puertas de los cielos, sí, ese cielo que pretendía asaltar por la puerta trasera y, tras un bienio relamiéndose las heridas ha vuelto a plantar sus reales a las puertas del templo de la carrera de San Jerónimo. Como signo de  fortaleza y determinación, el chico de Vallecas envió a su adalid, luchador  infatigable, venido de ultramar montado en su espectacular caballo gris metalizado, flanqueado por bellas amazonas guerreras para gestionar las condiciones de la rendición o, en su defecto y como signo de buena voluntad, los términos del reparto de poder.

La estupidez del chico de Vallecas solo es comparable a su soberbia pues llegó a creer que el taimado y fullero il divo  aceptaría prescindir del más mínimo resorte del poder y entregárselo al que, desde siempre, se ha autoproclamado como el Atila de  los socialistas. No tardó el nuevo mesías en comprobar su enésimo error al evaluar sus fuerzas y la capacidad de imponer sus criterios frente al inamovible frente socialista. El mesiánico discurso del chico de Vallecas, basado en los tres pialares que ya adelantaba el sabio filosofo griego Demóstenes: Oratoria, oratoria y oratoria, sin importar el contenido del mismo, ha terminado siendo tan insulso e inocuo que ya no interesa ni a  sus embelesadas seguidoras del  corrillo circense que lo sigue en formación de cuña o punta del flecha en todas sus apariciones públicas. Y así hemos pasado de unas exigencias, a unas demandas y luego a una sugerencias y ahora unas recomendaciones y acabará suplicando un puesto, aunque sea simbólico en el tercer escalón de entrada al templo mayor de la soberanía nacional.

El gran tahúr, el impostor, ese que predica los postulados del estoicismo: que la virtud es suficiente para alcanzar la felicidad, que nada aparte de la virtud es bueno y que no hay que fiarse de las emociones. Ese que tildó a su antecesor como “indecente”, el que clama a los cuatro vientos la regeneración de las instituciones. Ese que ha engatusado a un electorado hastiado y abrumado por la corruptela y la confusión con promesas de felicidad eternas. El que ha llevado a su enemigo declarado hasta las orillas del abismo, ahora no perdonará y asestará el golpe definitivo a sus adversarios en forma de nuevos comicios, pues los augurios le son favorables y los vientos corren a favor. El golpe no solo afectara a sus adversarios políticos incluidos sus entrañables compañeros/as de partido sino que nos afectará a todos. Volveremos a disfrutar de las consabidas recetas socialistas: subida de impuestos, degradación de la educación, indeterminación sobre aspectos esenciales como, el modelo de estado, la defensa, la seguridad ciudadana, la inmigración, el desafío de los miserables indepes, y etc, etc, en fin, nada nuevo, solo hay que remontarse a la gloriosa etapa del contador de nubes, el excelentísimo Sr. Zapatero  para saber que horizonte nos espera. Esto es lo que ellos llaman la nueva Izquierda alternativa y transformadora.