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La izquierda no sabría vivir sin Franco

Quieren vencer al franquismo con una ley que podría firmarla el mismísimo Franco contra los comunistas.

Esta nueva izquierda del siglo XXI está tan obsesionada con ganar una guerra del siglo XX que ni siquiera consiguen desenterrar a un muerto justo cuando lo habían previsto. Es posible que acaben sacando a Franco de su tumba, pero para entonces ya les habrá vuelto a ganar otra batalla después de muerto, como el Cid. La realidad es que si no fuera por esa izquierda trasnochada que ahora manda en un PSOE infectado de pedrismo, hace tiempo que poca gente hablaría del dictador; incluso me atrevería a decir que el 90% de menores de 30 años desconocería la existencia del Valle de los Caídos. Pero desgraciadamente en este país se ha renunciado a enseñar historia en los colegios e institutos, dejando así que diversas corrientes interesadas en usar, manipular, falsear y retorcer nuestro pasado más reciente nos impongan cuál debe ser la única memoria que nos quede en un futuro no muy lejano. La fórmula vuelve a ser sencilla: si algo se desconoce o se ignora, es mucho más fácil contar cuentos. Porque de eso se trata la nueva ley de Memoria Histórica del pedrismo y su goebbelsiana “comisión de la verdad”: de contarnos un cuento y censurar toda verdad crítica y dialéctica histórica.

 

Yo, que tengo 34 años y casi dos carreras universitarias, sigo sin saber qué es eso de la memoria histórica. Quieren vencer al franquismo con una ley que podría firmarla el mismísimo Franco contra los comunistas.

 

Es bastante alarmante y dramático observar como las generaciones más jóvenes se lanzan a hablar sobre los 40 años de dictadura con una incultura tan atrevida como su sectarismo sin escrúpulos. Observar a jóvenes que creen haber inventado la democracia o descubierto la fórmula de su pureza dar lecciones sobre el Valle de los Caídos como si realmente esta basílica monumental significase algo en la vida real o en la conciencia de los españoles. Aún recuerdo como hace apenas unos pocos años pude ver en YouTube un debate sobre la Guerra Civil, la II República y el franquismo entre un joven del PP, otro del PSOE, otro que era de Podemos y un cuarto de un partido nacionalista. Ya no se trataba de que sus opiniones fuesen coincidentes o no con la mía, sino que contaban y se basaban en hechos y en cifras principalmente falsas, cuando no directamente inventadas, que se las habrían sacado de algún manual de laboratorio de partido. Es imposible hacer algo útil con la historia cuando solo se preocupan de manosearla en interés propio partidista. Si a esto le sumamos la desgana y el desinterés generalizado en conocer y comprender de dónde venimos por parte de una mayoría de los ciudadanos, el terreno para la mentira y la imposición de una “verdad oficial” está más que despejado.

 

Es justo reconocer que algunos tienen una obsesión con Franco que es peligrosamente patológica, hasta el punto de ser aconsejable su visita al terapeuta.

 

Es evidente que la intención de elaborar una nueva ley de memoria histórica y todo lo que ello conlleva no es algo que suceda de forma accidental ni desconectado de una operación a medio y largo plazo destinada a lograr la caída de la Corona, la ruptura del estado español tal y como lo conocemos, y la quema de la Constitución del 78. Este, al menos, es el plan que tienen el comunismo populista y el nacionalismo antiespañol, que ha encontrado en el pedrismo-populismo el más perfecto aliado para, al menos, intentar completar el golpe fallido pero iniciado el 1-O en Cataluña. Pedro Sánchez es un insensato sin escrúpulos- perfecta y preciosa definición que hizo de él “el País”- dispuesto absolutamente a todo con tal de ser quien salga en la foto presidencial. Ahí tenemos, como prueba irrefutable, que le ha dejado la política territorial al PSC (es decir, la política de desguace nacional); y la política sexual a Carmen Calvo, uno de los personajes más nefastos que ha dado la política española en el último siglo.

 

Después de profanar el cadáver de un dictador, elaborar una versión de la historia absolutamente falseada y filtrar convenientemente las cintas de Corinna donde dice absolutos disparates del Rey Emérito, algunos constitutivos de evidente delito, a ver quién se atreve a defender a una Corona “impuesta” por Franco y corrompida hasta el tuétano por los casos Noos y este neonato de Corinna.

 

Cierto que la operación derrumbe del régimen constitucional del 78 no es nada sencilla, pero al menos tienen un plan bastante claro, frente a la descomposición de la derecha del PP y la indecisión de Ciudadanos que en esto de memoria histórica no sabe en qué campo jugar. Lo peor de todo es que pocas personas con categoría y solvencia quedan ya para defender la mirada crítica y honesta al pasado. Si pasean a Pío Moa como el principal defensor de la “otra versión”, es evidente que nadie decente, por pudor, va a situarse al lado de este personaje tan sectario y xenófobo que se desacredita simplemente por ser quien es. Pero en este sentido las personas capacitadas que quedan en la derecha deberían de asumir la oposición a la dictadura de la memoria que la izquierda trasnochada de hoy quiere imponernos a todos. A mí me gustaría que también salieran referentes progresistas a poner y valorar en su justa medida todo lo que pasó entre 1931 y 1975, pero esto es actualmente bastante difícil.

 

Franco fue un dictador, pero no un genocida. El Valle de los Caídos puede parecernos un monumento fascista o franquista, pero no puede equipararse a los campos de concentración nazis. Ni tampoco el franquismo es equivalente del III Reich de Hitler.

 

La II república fue un intento de democratizar España que fracasó por muchos motivos, no solo por el golpe de estado del 18 de Julio. Y dentro del socialismo, al igual que hubieron grandes figuras y grandes demócratas que creían sinceramente en la república, también existieron aquellos que les motivaba la guerra y que hicieron todo lo posible por ir hacia ella. Del Partido Comunista mejor ni hablamos porque en aquella época no tenía otro fin que el derrumbe del estado para implantar una dictadura “del proletariado”. Todo esto, en definitiva, es un guion que debe extenderse y ramificarse para logar comprender todo aquel período histórico y lo que vino después. La intención de este gobierno ilegítimo con la creación ad hocde una dirección general de la memoria histórica no es otra que la implantación de una dictadura del pensamiento a través del falseamiento de la historia y la desvergüenza política y deontológica de aquellos que apoyen esta prevaricación intelectual destinada a la revancha estéril y al disfrute de grandes miserias personales.