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La izquierda populista contra la Constitución

Lo más llamativo de este gobierno minoritario no son sus 84 diputados, sino su minoría dentro de la coalición del odio.

 

Aunque parezca mentira, este año se está celebrando el 40 aniversario de nuestra Constitución, la más larga de la historia de España y, posiblemente, la mejor Carta Suprema que hemos podido aprobar en este país. Digo que parece mentira porque mientras se festejan los 40 años, tenemos a un gobierno minoritario, salido de una moción apoyada por la coalición del odio a España y al PP, que está sostenido por el comunismo, el separatismo anti-español y algunos proetarras, cuyo denominador común es su objetivo más que evidente de cargarse la Constitución del 78 como paso previo e imprescindible a liquidar la idea de España como una nación común de ciudadanos libres e iguales. Lo más llamativo de este gobierno minoritario no son sus 84 diputados, sino su minoría dentro de la coalición del odio, ya que Podemos y demás miembros superan la suma de 84. El comunismo y el separatismo anti español tienen atado y sumiso a un gobierno sanchista-populista que pretende hacer homenajes a una ley suprema que sus sostenedores de gobierno tachan de ilegítima y de franquista.

 

Bien es cierto que desde el PSOE se venía insistiendo en una especie de reforma federal de la Constitución que ha quedado orillada por los deseos del infecto sanchismo de incorporar “nuevos derechos” ciudadanos o proponer que sea la feminista sectaria de Carmen Calvo la que redacte la nueva Constitución. Por si fuera poco, la vicepresidenta de Cabra es doctorada en derecho constitucional, sin saber muy bien cómo es posible este logro cuando comprobamos, cada vez que nos da alguna clase magistral constitucional, que no ha entendido demasiado bien qué significa una Constitución, para qué sirve y cómo es la nuestra. Bien es cierto que hay otras miembras destacadas del PDROE, como Lastre, que ni siquiera se han leído la Constitución de todos los españoles.

 

Lo más llamativo de este gobierno minoritario no son sus 84 diputados, sino su minoría dentro de la coalición del odio, ya que Podemos y demás miembros superan la suma de 84.

 

Pero aquí reside una de las dos claves de aquellos que atacan a la Constitución: su evidente ignorancia sobre la materia y su plan indefinido o directamente destructivo como alternativa. Empecemos por algo básico: qué es, qué significa y para qué sirve una Constitución. En contra de lo que muchos populistas iletrados quieren hacer creer al “pueblo”, la Constitución no es una carta de deseos o directa a los Reyes Magos. La ley suprema de un país debe de ser un texto jurídico vinculante, posibilista y garantista que recoja los principios básicos de los derechos fundamentales, la separación de poderes y la organización del Estado. En este sentido, hemos oído cientos de veces que la “nueva” constitución debe llevar el blindaje de las pensiones, el derecho a una vivienda digna y demás devaneos buenistas que obvian que ya en la del 78 se encuentra recogido el derecho a la vivienda, al trabajo y a las pensiones. Digamos que la Constitución significa la principal fuente del estado de derecho y democrático de un territorio, a pesar de que por sí misma no garantiza la democracia y la libertad si no se respeta y se aplica el contenido de su mandato. Hay dictaduras que cuentan con constituciones.

 

Si quedaba algo por ver en este país histérico e idiotizado es el debate abierto sobre si el Rey emérito debe asistir o no a los actos conmemorativos del 40 aniversario constitucional.

 

De ahí que lo importante sea la tercera cuestión: “para qué sirve”, y en España ha servido para afianzar un sistema democrático que a pesar de su debilidad e imperfección innegables, ha conseguido situar a los españoles dentro del grupo de las democracias más consolidadas y desarrolladas del conjunto mundial. No por casualidad aquellos que no paran de gritar que no somos una democracia de verdad son los mismos que desean triturar la Constitución del 78 e imponernos una nueva de corte bolivariano y colaborador con la disgregación territorial. Pero la Constitución del 78 ha servido para alcanzar uno de los mayores logros de nuestra historia: la transición de 40 años de dictadura a un sistema pluralista y liberal que ha propiciado los mejores años de progreso a pesar de los destrozos aún visibles de la crisis reciente.

Ahora mismo sería imposible redactar una Constitución mejor, con mayor consenso y más inclusiva de la que tenemos, porque estamos en manos de una clase política envilecida cuyo único objetivo- especialmente el comunismo populista y el sanchismo- es redactar un nuevo texto que solo recogiera la ideología averiada y la moral doctrinaria que intoxica a la izquierda actual.

 

La Constitución del 78 no puede entenderse ni separarse de la figura de su Rey, Juan Carlos I.

 

Si quedaba algo por ver en este país histérico e idiotizado es el debate abierto sobre si el Rey emérito debe asistir o no a los actos conmemorativos del 40 aniversario constitucional. Algunos de los principales enemigos de la España constitucional- como Ada Colau- ya ha ordenado a su grupo parlamentario que hagan un boicot a la presencia de Juan Carlos I, señal inequívoca del acierto de que esté el monarca abdicado en los actos de celebración. A Juan Carlos I se le pueden criticar muchas cosas, sobre todo comportamientos personales nada ejemplares, pero si analizamos su labor política e histórica con honestidad y rigor, ha sido uno de los mejores reyes que ha tenido la nación española en todos sus siglos. La Constitución del 78 no puede entenderse ni separarse de la figura de su Rey, Juan Carlos I. Por eso toda la coalición del odio ha emprendido una campaña contra Felipe VI, porque es el primer paso para ponerle punto y final a estas cuatro décadas constitucionales. ¿Podrá algún día reformarse la Constitución?, sin duda; pero solo cuando la reforma ofrezca las garantías de mejorar lo presente. Un día que, visto lo visto, podría incluso nunca llegar.