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La era de la imbecilidad

Nacho Trillo
Nacho Trillo

Se percibe a flor de piel que vivimos momentos políticos difíciles en España en los que la calidad democrática se ha deteriorado a tal nivel que pone al descubierto con nítida desnudez que la clase política, como máxima responsable del desaguisado que se respira, debe tener la materia gris enormemente desordenada.

No existen reflexiones en los dirigentes que conduzcan a un discurso estructurado, menos para dar una solución al bloqueo que perdura. Tampoco existen hojas de rutas o estrategias trazadas, por lo que entra dentro de su propia normalidad que un día digan una cosa y el siguiente la contraria.

Sin embargo, estas actitudes no deberían ser tomadas exclusivamente como insultos a la inteligencia dirigida a una ciudadanía que consideraran lerda. Es que ya no saben lo que hacen ni lo que dicen. Están a salto de mata y con pésimo olfato, lo que les lleva a que en tiempos de fluida comunicación por las nuevas tecnologías canten a raudales.

Faena van a tener los historiadores del futuro para hallar el hilo conductor del relato que contenga alguna coherencia sobre lo que nos pasa, y también a nuestros herederos para interpretarnos.

 

En este sentido, la era que padecemos me lleva a calificarla, de la imbecilidad, por cuanto hay de carencia o escasez de inteligencia y de buen juicio. De este modo, es imposible emplear buenas prácticas para hacer política y también de cara a cerrar posibles acuerdos de gobernabilidad al objeto de satisfacer el interés general, priorizando a los que más sufren.

Faena van a tener los historiadores del futuro para hallar el hilo conductor del relato que contenga alguna coherencia sobre lo que nos pasa, y también a nuestros herederos para interpretarnos. Acabarán, eso sí, sonrojándose por la vergüenza que sentirán de nosotros sus antepasados.

Vayamos a los hechos que se producen. Un Gobierno en funciones que aunque merme hasta de integrantes, que son sustituidos automáticamente por sus segundos de abordo, alarga “sine die” el periodo de estancia en su caprichoso papel de ejecutivo sin control parlamentario alguno. O sea, que formando parte de un Estado que sigue llamándose de Derecho pero que reduce el Congreso de Diputados a una mera comparsa, papel mojado, donde cobran sus miembros por ejercer la ninguneidad de su existencia como legislativo, sin poder aprobar iniciativas que puedan llevarse a cabo, dictar leyes o controlar algo más que sus asientos.

Aquí en España en estos momentos no cabe hablar ni tan siquiera de separación de poderes, menos en cuanto es el ejecutivo en funciones quien, tomando la palabra al Jefe del Estado, pervierte el mandato constitucional para la investidura, contando con la complicidad extrema de la Presidenta del legislativo que bloquea la fijación de un calendario para que no se realice, prolongando sin limitación temporal su estado de gracia en funciones.

Y lo peor de la degradación reinante es que el partido político que controla el cotarro, está inmerso en procedimientos judiciales que lo califican como organización criminal creada para delinquir, impropio otro parangón en la Europa que nos rodea

 

A la vez, ese interregno estacional en el limbo aconstitucional, le sirve al partido del candidato, que ha recibido en la pasada cita electoral dos de cada diez votos censados, para chantajear a las demás fuerzas políticas de cara a que por la cara le den su apoyo; o de no hacerlo, permanezcan por el contrario siendo gobernadas por decreto ley hasta el día en que se produzca el óbito del sempiterno designado para ser investido.

Claro que todo parte en origen de que un dictamen emanado por la soberanía popular y depositada en las urnas del 20-D, se lo pasaron por el forro, y a este paso puede que hasta se repita la afrenta, incumpliéndose lo que debería ser sagrado en democracia: cumplir el mandato de la voluntad expresada por el cuerpo electoral y no forzarla a tener que repetir como si hubiese errado, y hasta con el riesgo contraído de volver a ser desobedecida otra vez por haberse equivocado de nuevo el 26-J.

Y lo peor de la degradación reinante es que el partido político que controla el cotarro, está inmerso en procedimientos judiciales que lo califican como organización criminal creada para delinquir, impropio otro parangón en la Europa que nos rodea, porque se ha financiado ilegalmente, porque ha ganado tramposamente elecciones, porque ha dispuesto de una contabilidad B en fraude fiscal por cuya Hacienda Pública precisamente debería de velar y no a la inversa ser utilizada como arma arrojadiza contra adversarios o para amnistiar a adeptos, y porque es una máquina de destrucción de pruebas reseteando o a martillazos.
Igualmente, con un presidente de partido y del Gobierno en funciones que cuenta con despacho restaurado con dinero negro, que ha recibido reiteradas remuneraciones opacas contenidas en sobres, amparador de corruptos -Luis sé fuerte y Rita es inocente- y donde cada día que pasa nos espera el sobresalto infecto relacionado con la adjudicación de obras o servicios públicos que hacen estragos en la moral, la ética y el bolsillo de la ciudadanía contributiva, o es traducible como una clara invitación a que el clima mafioso que impera en la “famiglia” del PP se generalice a todas las esferas de la sociedad en un sálvese quien pueda. Así no se debería continuar ni una hora más.

No es por tanto un resfriado pasajero lo que padece la coyuntura política sino una metástasis a punto de ser letal para el proyecto futuro de país y de los españoles.

Y lo peor además es que en este tumulto ya no se sabe bien dónde se sitúa cada cual en el espectro ideológico, o queda más bien claro que algunos parecen formar parte de la órbita de FAES antes que ser consecuentes con la conservación del carnet socialista. 

Y enfrente, la indecencia gubernamental se halla con la impotencia opositora, aunque ambas tengan solo como denominador común la mediocridad. Al igual, la componente gris es sustituida por serrín.

En este disloque, tenemos un segundo partido que adolece de macrocefalia policefálica. Numerosos ex, barones y dirigentes de diversos pelajes giratorios, que dan lugar a que con tantas cabezas dándose cabezazos no se visualice realmente su centro de gravedad, a la vez que subyace la pretensión de debilitar y hasta hundir su actual posicionamiento. Y lo peor además es que en este tumulto ya no se sabe bien dónde se sitúa cada cual en el espectro ideológico, o queda más bien claro que algunos parecen formar parte de la órbita de FAES antes que ser consecuentes con la conservación del carnet socialista.
Encarnizada batalla por matar a quien encarna la legalidad partidaria para impedir que su liderazgo cumpla su promesa electoral de no apoyar al PP y disuadirle además para que no ose dar un movimiento de cara a ser alternativa al letárgico caminante del primer paso.

Y con este parecido soniquete llegamos al tercer partido en las preferencias electorales. Podemos que ya ni puede ni consigo mismo. Creyeron que la historia partía de cero cuando el 20-D irrumpió en el Congreso de Diputados. Estaban entonces tan embelesados por el asalto a los cielos que no han llegado hasta la fecha a aterrizar en el suelo. Se creía que venían preparados porque procedían de la Universidad y resultaron ser torres de marfil encerrados en laboratorios de tiempos pretéritos. Ahora, finalmente trasluce que tras ser copartícipes negativos del fallido intento en la breve legislatura transcurrida para poner fin a la presencia de Rajoy y del PP en el escenario político y aún no repuesto del frustrado “sorpasso” en el 26-J, reposan enclaustrados y autoflajelándose en sus cuarteles veraniegos del estiaje.

Antes, les faltó tiempo tras el 20-D para reclamar a un independiente en tanto interpretaban lo ocurrido porque no entendían lo que las urnas habían decidido. Provenían sin Memoria Histórica y sin que necesitaran aprenderla, así de sobrados, de ahí que despacharan la Transición en un plis-plas con semejante frivolidad. Así les ha ido. No sabían nada de cultura de pacto, ni que para acordar no hubiera que meter el dedo en el ojo del aliado, a la par que no discernir que para alcanzar una estrategia hay que recorrer y superar previamente varias tácticas.

Deberían tener estas tres fuerzas políticas mencionadas, conciencias de sus caídas en desgracia y de la indignación que agolpan ante la hastiada población paciente que se creen seguir representando.

Su teoría de juegos de tronos han sido estrafalarios fuegos de artificios para hundir las esperanzas y las enormes ilusiones que les fueron depositadas por millones de españoles para al final estallarle en las propias manos la masa de nitrógeno fabricada: ni, ni y no- Pocos meses han pasado para demoler tantos ensueños. Y la mayor deficiencia mostrada, que la arrogancia y la intransigencia en sus usos y abusos eran meros escaparates para ocultar la insolvencia que destilan.

Millones de votos despilfarrados y un inmenso caudal social, sufridor como más de la crisis económica, social, cultural y de valores que nos asola, que sigue estando presente e indignado pero también ya contra ellos, y que vuelve a quedarse huérfano de representación política porque ha resultado inútil el destino de sus votos.

Y como cuarto partido predilecto en las urnas, nos ha surgido un emergente veleta, Ciudadanos, al que se le presumía que venía dotado de un cuerpo doctrinal sólido, serio y portador de madurez para el logro de cumplimentar el sentido de su espacio: ser una derecha nueva, homologada a la europea frente a la atapuercana de la herencia del franquismo y del pensamiento único reaccionario, con aspiración a regenerar y modernizar las anquilosadas y corruptas estructuras socio-económicas existentes, así como aviso para navegantes de la llegada de una nueva clase de innovadores que relevarían a los anacrónicos de la CEOE, capitalismo de oscuros amiguetes e intereses con vocación de ser residenciales en el trullo de Soto del Real.

Pues nada, también ha despistado a todo dios y donde dijo, digo, dice Diego. Tras unos inicios prometedores por su acuerdo con el PSOE, no ha sabido aguantar el tirón de los putrefactos poderes conservadores que se niegan a fenecer. Reaparece tras el 26J como un partido envejecido y sin escrúpulos, cuyos principios son un día uno y el siguiente otro, de cara a venderse al mejor postor, no aprendiendo, por carecer también de Memoria Histórica, de lo que le representó a la UCD o al CDS en sus últimas etapas sus abrazos al oso de AP para, una vez despersonalizados, ser fácil carne de cañón para ser devorados; o en el sur, el ejemplo del Partido Andalucista, que acabó siendo el campeón del cambalache con una de cal y justo al lado otra de arena.

Ahora, Ciudadanos es responsable de haber situado a la cabeza del Congreso a Ana Pastor, traicionando su máxima de que el partido que aspire a gobernar no puede copar también la cabeza del legislativo. De idéntica manera, con su apoyo a Rajoy, renuncia a la regeneración para reconvertirse en salvaguarda y amparador de corruptos y encima anticonstitucionalistas. Se afana en hacerle el trabajo sucio al PP frente a Pedro Sánchez para lograr la investidura de Rajoy. ¿Mañana?, cómplices de la putrefacción existente, para pasado mañana disolverse como el azucarillo a la misma velocidad del sonido que lo hizo la UPyD.

Es lo que tenemos y por ello ocurre lo que está sucediendo: la indolencia de la peor clase política de la democracia y donde los anteriores que nos gobernaron ante los espurios intereses que ahora manejan son patéticas piezas colaboracionistas del mismo rompecabezas, clamando, desde los museos de jarrones chinos arrumbados donde yacen porque estorban, para que prosiga el tremendo hedor que nos asfixia.

Concluyo. Deberían tener estas tres fuerzas políticas mencionadas, conciencias de sus caídas en desgracia y de la indignación que agolpan ante la hastiada población paciente que se creen seguir representando. Tras hacerse una gigantesca autocrítica por la pusilanimidad realizada, por puro orgullo de supervivencia, se tendrían que unir, juntas o separadas por partes, si tan incompatibles se consideran, para firmar acuerdos parciales «a la portuguesa».
Sería su salvación a la par que nos preservarían a los demás humanos honestos de esa pesadilla profunda llamada Mariano Rajoy, y podrían poner fin a las políticas aplicadas por el rodillo del PP en el cuatrienio negro que nos han catapultado al pasado. Y transcurridos dos años, a someterse a una moción de confianza. De esta forma tan sencilla, otro gallo nos cantaría y así se desatascaría «ipso facto» el actual callejón sin salida. Fácil para mentes humanas instaladas en la normalidad y difícil para la soberbia y otras patologías.

Pero por favor, si reaccionaran algún día, deseable más pronto que tarde, y acordaran un Gobierno de cambio, regeneración y de progreso, convengan asimismo que sea dirigido por personas serias, rigurosas y preparadas, porque para acceder a esa instancia hay que venir con los deberes conocidos y hechos. No más bochornos chapuceros, por favor.