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‘La Madrugá’ (I) : situación y contexto

Este análisis tiene tres partes. En el primero se abordan la situación y el contexto en el que se produjeron los hechos de la noche del Viernes Santo. El segundo texto trata los hechos en sí mismos y algunos detalles de los que nadie ha hablado. El tercer texto ofrece hipótesis que han sido descartadas antes de ser valoradas.

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Daniel Gutierrez Marin
Daniel G. Marín*

Quien haya estado atento al desarrollo de la Semana Santa, habrá podido observar que el contexto era el más proclive para que estos sucesos tuvieran lugar. Pretender achacar a un solo causante los incidentes resulta demasiado pobre cuando coexisten diversas variables que afectan al comportamiento colectivo. Lo que sí es posible afirmar es que la tragedia de la Madrugada 2017 se repite, con frecuencia, cada noche de fin de semana aunque con menos agravantes de los que confluyen en Semana Santa.

Desde hace años se advierte, por un lado, un alto grado de institucionalización de las hermandades y de la Semana Santa y, por otro lado y como consecuencia de lo anterior, un elevado grado mercantilización de la Semana Santa. Es importante recalcar esto porque la actitud de las personas ante un fenómeno social es diferente según se presente de una manera u otra. La Semana Santa dejó de ser un producto artesanal para convertirse en algo prefabricado.

 

La tragedia de la Madrugada 2017 se repite, con frecuencia, cada noche de fin de semana aunque con menos agravantes de los que confluyen en Semana Santa.

 

Los sucesos de la Madrugada 2017 serían impensables en escenarios real y auténticamente familiares, carismáticos, de proximidad. En lugares como Carmona, Marchena o Écija es altamente improbable que se produzcan estos hechos. ¿Se han dado cuenta dónde se han localizado? Sevilla y Málaga. La mercantilización de las tradiciones termina por banalizarlas. Hace unos días publiqué algunos datos sobre participación, donde aseguraba que no somos tantos. Toda esa gente que vemos en la calle, en un alto porcentaje, son visitantes, bien de localidades próximas, bien del resto de la península, bien del extranjero. Un conocido tuitero apuntaba en esta dirección hace pocos días, advirtiendo la presencia de muchos forasteros en el recorrido oficial.

 

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Incidentes en La Madrugá de 2017

 

Asimismo, este alto grado de institucionalización y mercantilización hace necesario una mayor intervención de las instituciones del Estado para regular las relaciones entre personas. Se pierde la empatía. La Semana Santa, por definición, es peligrosa: concentración de personas, elementos que aumentan el riesgo de percances -fuego, vestimentas, etc.-, calles estrechas, recorridos sin escapatoria, climatología adversa, etc. Sin la empatía necesaria que permita la coexistencia de individuos de tan diverso pelaje, la normal celebración de la fiesta es complicada. La falta de empatía social degenera en comportamientos individualistas, ocasionando situaciones de tensión entre los ahora bien denominados espectadores. Hemos podido observar muchas situaciones incómodas sin que hayan sido atajadas: ocupación exagerada de la vía pública con sillas, mesas o toallas, por ejemplo, incremento de la suciedad en las calles, faltas de respeto o la obstaculización del tránsito. Todos estos ingredientes van conformando un escenario difícil para grandes celebraciones.

 

Atentados como los de Marsella o Londres, ataques terroristas de todo tipo, nos convierten en personas más vulnerables, en sociedades débiles.

 

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Incidentes en La Madrugá de 2017

 

 

Por otro lado, existe el miedo social. Uno de los grandes efectos de la globalización ha sido la exportación del miedo. Los medios de comunicación han contribuido a ello. Atentados como los de Marsella o Londres, ataques terroristas de todo tipo, nos convierten en personas más vulnerables, en sociedades débiles. Sin embargo, en esa exportación y generación del miedo nunca termina de saberse con claridad quiénes son los verdaderos causantes. Nunca se conocen sus caras, nunca se sabe más de ellos, se construyen figuras estereotipadas que calman la sed de venganza de la sociedad pero no los conocemos realmente. ¿Algún medio ha entrevistado a los terroristas, algún periodista los ha mirado a los ojos y les ha preguntado por sus motivaciones? Nadie. Las instituciones presentan unos culpables y la sociedad los admite como tal sin más preguntas, bajo una manta de silencio. Frente a la pérdida de empatía en el ser humano, el crecimiento de la confianza en las instituciones del Estado. Esto termina por generar Estados fuertes y sociedades débiles, con los peligros que entraña, como la pérdida de valores, de educación, de respeto o de confianza. Sociedades más verticales, sociedades más totalitarias donde prima la seguridad frente a la libertad.

Actualmente, existe un miedo generalizado al ataque terrorista, bien sea islámico, bien sea de otro tipo. Miedo más infundado que justificado, miedo propagado por las instituciones del Estado y por los medios de comunicación, un miedo donde se construye un «malo» desconocido al que hay que combatir, sin saber muy bien cómo ni por qué. La realidad es que Sevilla no es un objetivo real de uno de estos ataques. Durante la Madrugada 2017 había en Sevilla tres ministros del Gobierno de España. ¿Se desplazarían hasta un lugar que entrañase un peligro real de atentado? Los datos indican que no. El ministro del Interior formó parte de un cortejo procesional del Viernes Santo, lo cual señala que la Semana Santa de Sevilla es segura aunque vulnerable, que son dos cosas diferentes.

 

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Durante la Madrugada 2017 había en Sevilla tres ministros del Gobierno de España. ¿Se desplazarían hasta un lugar que entrañase un peligro real de atentado?

 

Como consecuencia del miedo, el discurso de la seguridad. Infundir miedo permite a las instituciones tomar un mayor poder sobre un determinado hecho. Contra la Semana Santa popular y controlada por la gente, está la fiesta del gobierno. Se extiende el discurso de la necesidad de más seguridad. Esto debería hacernos reflexionar: ¿es más insegura la Semana Santa de hoy que la de hace veinte años? ¿Hay indicios que puedan sostener esto? Parece que no. De hecho, la Semana Santa de hace veinte o treinta años era más concurrida que la de ahora. Si es cierto que entonces había más empatía y menos mercantilización; ahora, la Semana Santa se ha espectacularizado.

Por último, y en relación a todo lo anterior o como consecuencia de ello, asistimos a una Semana Santa espectacularizada, donde se acude para consumir un producto determinado. Lo demás no importa. Los ciudadanos quieren consumir lo que se les ha prometido, un producto cultural y lo quieren de esa manera. Un indicador de esto es el alto grado conservador que se ha inoculado en la estética de la Semana Santa por ejemplo. La alta reacción a los cambios. La edición de este año ha sido más inmovilista con respecto a años anteriores. El público demanda el espectáculo de siempre sin que sea altere un ápice.

 

El ataque a la Semana Santa no solo es contra las personas que participan en ella sino, también, es un aviso a la propia Administración.

 

En otro orden de cosas, se han dejado fuera de todos los análisis el contexto social, donde confluyen la conflictividad y las relaciones interinstitucionales. El conflicto del Instituto del Taxi contra el Ayuntamiento de Sevilla, la guerra interna que vive el consistorio con la Policía Local y su sindicato, las protestas de los funcionarios de diferentes delegaciones municipales, tensiones entre los distintos niveles de la Administración Pública, etc. Asimismo, parece olvidarse que todos los días se producen protestas contra políticos. El ataque a la Semana Santa no solo es contra las personas que participan en ella sino, también, es un aviso a la propia Administración. El delegado de Seguridad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, decía que «no nos van a vencer estos golfos, esta calaña humana». No nos van a vencer, ¿a quiénes? Porque en el momento en que las calles de Sevilla se han vaciado, ya han vencido. Y al mismo tiempo, ¿quiénes quieren vencernos? El problema se presenta como un conflicto de dos partes, como una guerra, cuando aquí solo hay una parte: la de quienes han atacado la Semana Santa.

En el siguiente artículo se analizará la versión oficial de los hechos.

 

*Daniel Gutiérrez Marín es Licenciado en Periodismo e investigador en Ciencias Sociales

@LepetitMarin