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La mentira considerada como una de las Bellas Artes

Lo peor es que se crean inteligentes lanzando globos sonda al aire para tenernos entretenidos en chorradas.

 

Creo que fue en mi primer año en la Universidad Complutense, recién iniciados mis estudios de Periodismo, cuando lei un pequeño libro de Thomas de Quincey titulado “El asesinato considerado como una de las bellas artes”. Se trata de unos ensayos del periodista y escritor romántico británico sobre los crímenes de John Williams y de los hermanos Mkean que se han convertido en una obra maestra de la ironía y la sorna, y me viene al pelo el título para encabezar este artículo sobre las mentiras de los políticos. Decía Marx el bueno, es decir, Groucho, aquello tan repetido de “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros” y, mucho más recientemente, el profesor Tierno Galván, acuñó aquella frase de que “las promesas electorales están para no cumplirse”. Recojo todo esto porque en el mes escaso que llevamos con el nuevo “Gobierno progresista” de Pedro y Pablo la sarta de mentiras que nos sueltan a diario no tiene parangón alguno a lo largo de nuestro corto periodo democrático.

 

Es cierto que, desde Adolfo Suárez a Pedro Sánchez, pasando por Felipe González, José María Aznar, Leopoldo Calvo Sotelo, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, todos los gobiernos habidos y por haber nos han mentido sistemáticamente a los electores. Algunos incluso, como le ocurrió a Rajoy, no sólo mintieron sino que castigaron a su propio electorado engañándole reiteradamente. Todo ello lo tengo asumido como algo consubstancial con el imperfecto sistema democrátido que nos hemos dado. Lo que no aguanto es que, además, nos tomen por tontos. A Sánchez le da igual ocho que ochenta. Donde dije digo, digo Diego y me quedo tan pancho mientras pueda conservar el colchón de la Moncloa el máximo tiempo posible. Es el “Pinocho” de la nueva España progresista. El “Gobierno progresista” de Sánchez e Iglesias debería cambiar su apelativo por el de “Gobierno de la trola” porque mienten más que hablan. Es curioso recordar en estos momentos aquellos “esemeses” tan exitosos que envió un socialista de los de siempre, Alfredo Pérez Rubalcaba, tras los atentados de Atocha del 11-M de 2004 que decían aquello de “los españoles nos merecemos un Gobierno que no nos mienta”. Si Rubalcaba desgraciadamente no hubiese muerto, a estas alturas estaría para que le diera un infarto. Y, desde luego, como afirmaba el maestro Burgos en un reciente artículo, dadas las actuales circunstancias, “tenemos el Gobierno que nos merecemos”. ¡Vaya que si nos lo merecemos! Nos lo hemos ganado a pulso.

 

Pero insisto, lo malo no es que nos mientan, que es algo que casi todos tenemos más que asumido en política, lo peor es que se crean inteligentes lanzando “macguffins”, globos sonda al aire para tenernos entretenidos en chorradas. Hay que reconocer que los muchachos de Pablo Iglesias son todo unos expertos en estas maquiavélicas prácticas dilatorias y de despiste. Dice el proverbio que “cuando a un necio le señalas la luna con el dedo, el necio mira al dedo”, pues eso es lo que está ocurriendo. Al fin y al cabo no es nada nuevo. Son el “pan y circo” de los romanos o el fútbol y los toros durante la dictadura de Franco aplicados con las nuevas técnicas globales de comunicación y propagada tan utilizadas por los nazis de Hitler y Goebbels (“una mentira repetidas mil veces se convierte en verdad”) o por Stalin, Mao, Castro o Maduro. El medio es el mensaje, decía MacLuham, y el actual Gobierno tiene en sus manos los medios más poderosos para manejar el cotarro y difundir los mensajes que le interesan, la televisiones públicas a su pleno servicio, y las privadas que les hacen el juego con sus tertulias sectarias, sus realitys shows, sus master chefs, sus maestros de la costura, sus operaciones triunfo, sus grandes hermanos, sus sálvames, sus islas y toda la cohorte de programas “rosas” y cutres que no pretenden otra cosa sino que no pensemos en lo que ocurre el día a día y evadirnos de una realidad que se anuncia bastante negra.

 

Pese a todo, y volviendo al Gobierno que nos merecemos, lo peor de todo es la pasividad con la que la sociedad vive cualquier desaguisado que hagan los políticos. La indignación y el cabreo generalizado se reduce y se circunscribe a las tertulias del bar, a las comidas entre amigos o a las cenas de empresa. Y pare usted de contar. Después cada uno vuelve a casa, a afrontar los problemas diarios, a su familia, a su tabajo si es que lo tiene y se olvida de las arrebatadas palabras de cabreo que acaba de soltar con los colegas. Eso lo saben de sobra los asesores de Sánchez, los Ivanesredondo que le plantean como debede afrontar cada situación. Tendrían que tocarnos mucho los cataplines a la mayoría del personal para que estas protestas no quedaran circunscritas a los círculos íntimos. Y, visto lo visto, no parece que ni tan siquiera la posible independencia de Cataluña, una de las claves que más indignan a la mayoría de los españoles, sea capaz de movilizar al personal.

 

No suelo perderme nigún año la ceremonia de la entrega de los Premios Goya porque me parece todo un paradigma de lo que está ocurriendo en España. Según los miembros de la Academia, la crisis que afecta al cine no es culpa de ellos mismos, de las subvenciones o de la falta de imaginación, la culpa la tiene, siempre, la derecha cavernícola que odia la cultura y el progreso tan magnificamente representados por ellos en las pantallas. Pues eso.