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La mesa camilla de Jiménez Barrios

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

A quienes por diversas razones nos ha tocado relacionarnos con la clase política dirigente andaluza en lo que llevamos de autonomía, siempre supimos que, detrás de un político con grandes responsabilidades, se intuía habitualmente la presencia de un selecto grupo de personas, muy pocas que, sin ostentar cargos en las estructuras del gobierno ni del partido, asesoraban y ayudaban al gobernante de turno en asuntos especialmente sensibles o delicados. Se reunían discretamente, fundamentalmente en fines de semana y en domicilios particulares o reservados.

De alguna manera siempre nos pareció que eran una especie de terminales de confianza, conectadas con gran parte de la sociedad a través de sus agentes sociales y económicos. Luego sabríamos que, muchos de ellos, eran algo más y que se acabarían haciendo ricos dada su contrastada influencia y agenda de contactos poderosos.
Así, hemos ido viendo como personajes de segunda fila han ido ejerciendo de “agentes dobles” expresión muy utilizada por el desaparecido Rafael Alvarez Colunga, gran conocedor como presidente de un gran lobby llamado CEA de quiénes en aquella época cortaban el bacalao en las sombras del gobierno de Manolo Chaves.

Siempre hubo mesa camilla

Pepe Rodríguez de la Borbolla y Rafael Escuredo, los primeros presidentes autonómicos, también tuvieron sus mesas de camilla, muy comentadas en la época por la prensa, cuando en la política de la entonces naciente democracia no se había instalado aún lo de pensar mal y acertarás.
Pepe Griñán también tuvo su círculo de íntimos, pero en esas reuniones cuentan que se hablaba más de la programación del Maestranza que de lo que sucedía en el Parlamento.

La llegada de una nueva era, el brusco cambio climático que se está operando en la política, sí parece que jubila a personas de tan gloriosa situación, especialmente a los más descarados traficantes de influencias. Algunos despachos han pegado el cerrojo.

Lo cierto es que, normalmente, estos personajes suelen tener fecha de caducidad política aunque algunos permanecen en el tiempo, dependiendo de los megas de secretos que posea o del estatus social o profesional alcanzado. Algunos, incluso, permanecen en ese Olimpo andaluz por méritos y valía propia, pocos ciertamente.
También es curioso observar como dependiendo del origen geográfico del gobernante, en esa provincia de origen aparecen discretos personajes en los que el consejero/a de turno confiaba o confía plenamente. Jaén fue una mina de gente influyente durante la larga etapa de Gaspar Zarrias como número dos de Chaves.
La llegada de una nueva era, el brusco cambio climático que se está operando en la política, sí parece que jubila a personas de tan gloriosa situación, especialmente a los más descarados traficantes de influencias. Algunos despachos han pegado el cerrojazo y otros observan como desde el poder actual se delimitan los campos de actuación de estos recurrentes personajes. A estas alturas San Telmo sabe perfectamente quienes están en su círculo real de confianza, como también tiene claro a quienes debe apartar o ignorar. Asesores VIP los justos piensan en San Telmo, aunque alguno de los que permanecen de plantón vaya presumiendo por ahí de que Susana Díaz le consulta cada diez minutos lo que tiene que hacer los diez siguientes.
Pero ese tipo de personas lenguaraces, supuestamente influyentes ante quien toma decisiones de gobierno de la Junta, son la parte más folclórica y al mismo tiempo patética del asunto. A los que de verdad influyen en los grandes temas no se les nota, no lo cuentan por los restaurantes, actúan con mucha discreción.

La mesa gaditana de Chiqui

Es exactamente lo que está ocurriendo en la actualidad con el Vicepresidente Manuel Jiménez Barrios, Chiqui para los amigos y conocidos, a quien ya se le atribuye una mesa camilla en Cádiz.
El número dos de Susana Díaz en la Junta, vicepresidente y consejero de la Presidencia, es el gran maquinista que conduce la Junta en el día a día. Detrás de Susana es la persona que acumula más poder de decisión en el gobierno en cuestiones estratégicas, como la política de Comunicación y el reparto de las tartas de concesiones y publicidad institucional. Casi ná. Y, desde luego, es la persona en la que la presidenta Díaz confía plenamente. Quienes conocen esa relación hablan sobre todo de “amistad sincera y afecto personal”, al margen de la política.

Junto al número dos del gobierno se sientan un político y un empresario.

El poderoso Chiqui, oriundo de Chiclana/Cádiz, una de las provincias que más altos cargos socialistas ha aportado en estas décadas a despachos relevantes del poder andaluz, tiene desde hace tiempo su particular y discreta mesa gaditana. Junto al número dos del gobierno se sientan un político y un empresario.
Este último, el hombre de empresa, está muy curtido en las cocinas de la patronal andaluza y en cierta medida responde al perfil dirigente que hoy gobierna la CEA. Hombres –ninguna mujer– que Santiago Herrero eligió para los aparatos provinciales y que, tras la crisis, han asumido funciones políticas, representativas e institucionales al frente de las patronales provinciales. Son la generación del aparato.
Javier Sánchez Rojas, jerezano, empresario de éxito al frente de Carbures, criado en la confederación de empresarios de Cádiz como secretario general, vicepresidente y ahora presidente, se asegura que es una de las personas en las que más confía el vicepresidente y con quien se reúne aprovechando fines de semana. Es su conexión directa y reservada con la patronal e incluso con sindicatos ya que Sánchez Rojas tiene fama de mantener una buena e inteligente relación con los viejos amigos de la Concertación.

El tercer hombre

El tercer hombre es un político en activo y miembro de otra formación que no es el PSOE. Conoce al hoy Vicepresidente de la Junta desde hace muchos años, desde que el PSOE en Cádiz le permitió durante años ser alcalde de Sanlúcar de Barrameda. Juan Marín, máximo dirigente en Andalucia de Ciudadanos, mantiene una habitual y fluida relación directa con Jiménez Barrios, también en tierras gaditanas. Es lógico pensar que esos encuentros o charlas tienen como eje la relación que PSOE y C´s mantienen a día de hoy en Andalucía. Y que en los mismos se abordan asuntos que, más temprano que tarde, recalarán en el Parlamento donde los números cantan y la gente de Rivera tienen la llave de la mayoría. Parece por tanto que los arrumacos en público que le está dando a Ciudadanos el líder del PP-A Moreno Bonilla, difícilmente desembocarán en situaciones de inestabilidad política.
A priori, este tipo de relaciones no tienen porque ser criticables, censurables o condenables. Todo lo contrario, deben ser vistas –pese al histórico– con ojos constructivos. Ningún hombre o mujer que se dedique a la política tienen porque saber de todo y está legitimado para hablar con quien considere que puede ser de utilidad en la gestión del gobierno.
Es bueno que se dialogue, que se pacte, que se abran vías de entendimientos en asuntos delicados y especialmente importantes para los ciudadanos andaluces. Todo ello es excelente para la salud y la calidad de la democracia, teniendo en cuenta que no tienen porque existir ni pagos ni contraprestaciones de ningún tipo al asesor Vip de turno.
Pero es especialmente saludable cuando se hace con transparencia, a la luz del día y con conocimiento de la opinión pública, especialmente cuando se diseñen operaciones que afecten a los presupuestos generales de todos los andaluces.

 

 

*Pepe Fernández es Periodista, Editor y Director de Confidencial Andaluz.