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La música, un medio para la Paz

La música no puede producir la paz, pero sí, como nos recuerdan Barenboim y Said, nos ayuda a comprender que el odio solo genera odio, que el amor solo genera amor

Opinión / FERNANDO POZO.- La guerra es algo que por desgracia forma parte de nuestras vidas, cuando hablo de guerra no me refiero solo y exclusivamente a las que tienen lugar entre estados. También son guerras las que se producen entre familias, empresas, amigos, etc., por diversos motivos.

La música ha servido de banda sonora durante la historia y sigue siéndolo de estas guerras, los pájaros han descrito con sus cantos el dolor de los pueblos que eran atacados por motivos religiosos, ideológicos o comerciales.

Los grandes compositores del pasado y también los del presente han compuesto música que honra a la muerte. Entre muchas se me vienen a la cabeza la Marcha fúnebre de Chopin o el Réquiem de Mozart .

El Réquiem de Mozart tiene a sus espaladas una historia muy curiosa e interesante. En el último año de su vida, se presentó a Mozart, que estaba ya enfermo y deshecho, un taciturno desconocido que le entregó una carta y desapareció. Era el encargo anónimo de una misa de réquiem, con promesa de buena recompensa. El fúnebre desconocido se volvió a presentar unos días después y pagó un anticipo, recomendando a Mozart que no descuidase su obra. Volvió luego, de vez en cuando, para vigilar el progreso del trabajo. Era, sencillamente, el camarero del conde Franz von Walsegg, rico aficionado que tenía la debilidad de encargar obras a los grandes músicos para hacerlas ejecutar luego haciéndolas pasar por suyas.

Parece cierto que de los doce fragmentos que componen el réquiem, solo el primero –el Réquiem (Adagio) seguido del Kyrie (Allegro)– fugado salió absolutamente terminado de las manos de Mozart. Los ocho fragmentos siguientes parecen haber sido orquestados en su redacción definitiva por Süssmayer según esbozos de Mozart que aseguran a lo menos la autenticidad de su diseño metódico y de sus principales intervenciones instrumentales.

Las tres partes últimas (Sanctus, Benedictus y Agnus Dei) parecen ser totalmente de Süssmayer, quien, sin embargo, se sirvió cuanto pudo de la música preexistente de su maestro. Por ello, y no sólo por estas incertidumbres de atribución, es una obra acerca de la cual es harto difícil emitir juicio. 

El West-Eastern Divan fue concebido en 1999 en las mentes de dos artistas e intelectuales: el músico argentino-israelí Daniel Barenboim y el intelectual palestino Edward Said. Decidieron crear un taller para jóvenes músicos de Israel y otros países de Oriente Medio

Pero, ¿puede ser la música un medio para alcanzar la paz?

El West-Eastern Divan fue concebido en 1999 en las mentes de dos artistas e intelectuales: el músico argentino-israelí Daniel Barenboim y el intelectual palestino Edward Said. Decidieron crear un taller para jóvenes músicos de Israel y otros países de Oriente Medio con el propósito de combinar el estudio y el desarrollo musical con compartir el conocimiento y la comprensión entre culturas que han sido tradicionalmente rivales.

Sus primeras ediciones transcurrieron entre Weimar y Chicago hasta que, en 2002, se estableció definitivamente en Sevilla gracias a el apoyo de la Junta de Andalucía. Daniel Barenboim a partir del 10 de agosto de 2011 es candidato al Premio Nobel de la Paz por sus diversas actividades a favor de la paz y la convivencia en Oriente Próximo. El taller del West-Eastern Divan tiene lugar cada año en Andalucía. Con un plan de trabajo intensivo (cada sesión ocupa un día entero y combina diferentes actividades), los jóvenes artistas desarrollan sus habilidades musicales en un ambiente tranquilo y adecuado. También discuten temas diversos y distintos puntos de vista sobre el conflicto árabe-israelí. Una vez finalizado este periodo de trabajo se inicia la gira de la Orquesta West-Eastern Divan.

La música no puede producir la paz, pero sí nos ayuda a comprender que el odio solo genera odio de la misma forma que el amor solo genera amor. En el momento que aceptemos las diferencias del otro y las respetemos, estaremos poniendo un grano de arena fundamental para que el mundo sea un lugar hermoso en el que vivir.