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La noche de los tiempos

Daniel Gutierrez Marin
Daniel G. Marín @lepetitmarin

Lo bueno de la noche es que sabes que termina con el día. Estás allí, bajo las estrellas, en la oscuridad pero estás tranquilo porque esperas la llegada del alba que todo lo esclarece. Cuestión de tiempo. Al #15M le pasó lo mismo. Nació en la noche oscura de la crisis de expectativas que la recesión económica había generado en las ilusiones de millones de ciudadanos, con más interrogantes que respuestas, y cinco años después algunas parecen haber sido resueltas. Casi todos, analistas, periodistas y académicos han tenido que corregir algunos de sus postulados y quien no lo ha hecho es por falta de humildad y tozudez. Porque el #15M revolucionó las conciencias pero también destapó alguna que otra verdad que nadie estaba dispuesto a asumir, como que si la democracia española se había convertido en un juego de partidos, la responsabilidad era de los ciudadanos que habían abandonado sus funciones como sujetos políticos.

El tiempo ha aclarado que el #15M fue un movimiento social compuesto por un grupo numeroso de actores colectivos, enfocados a la movilización, a los servicios o la lucha activista. También se ha aclarado, con el tiempo, que fueron apartidistas en sus inicios –que no apolíticos- pero que se dieron cuenta de que el mundo no se cambia desde la calle sino desde las instituciones. De este modo, el Partido X o Podemos han sido las formaciones políticas que han llevado el discurso desde las plazas hasta los parlamentos. Supimos, desde primera hora, que el #15M era transversal. Esta idea es la más generalizada. Pero una transversalidad regada de izquierda: desde el CIS hasta las biografías de quienes salieron a la calle, haber militado en los postulados de la izquierda era lo más frecuente. Eso de que allí cabían todos es para ponerlo en cuarentena. ¿Es #15M el partido de Albert Rivera? Cuesta creerlo.

Esa fue otra de las grandes lecciones del #15M: siempre hay que escuchar a la calle porque si no lo haces, te montan un partido y te echan del poder

Y por más que UPyD se empeñara en decir que ellos representaban las reivindicaciones populares, cinco años después los de Rosa Díez están fuera del Congreso. Por último, las manifestaciones de hace cinco años estaban huérfanas de signos que dotaran al relato de cierta continuidad con los episodios de protesta anteriores. El #15M poseía cierto tufillo adanista protagonizado por quienes necesitaban hacer algo importante en sus vidas. Como la cabra tira al monte, pronto comenzaron a ondearse las viejas banderas tricolores, la causa palestina y las estrellas rojas.

Sobre todas las cosas, el #15M ha constituido un doble impacto en nuestra sociedad: por un lado, social y cultural, alterando las narrativas y los relatos sobre la hegemonía. Mientras todos reían con el famoso tweet de Errejón –el del núcleo irradiador-, el investigador y político de Podemos estaba avisando de que el poder estaba cambiando de manos. Por otro lado, el impacto político. Aún débil, escaso y fragmentado en la clásica batalla entre las familias de la izquierda, siempre tan mal avenidas, pero en la senda de la conquista del poder. El #15M ha remasterizado el discurso antiliberal y ha cuestionado el valor de la democracia liberal y sus dos principales preceptos, la representatividad y la propiedad privada. Los que hasta hace cinco años eran los speakers de las periferias políticas, ahora marcan la agenda y establecen los debates, reparten el turno de palabra y determinan la opinión pública con sentencias lapidarias.

Pero lo político, no debe olvidarse, fue la respuesta ante la incapacidad de los diferentes gobiernos e instituciones de asumir las reivindicaciones. Lo político, entendido en clave electoral, fue la última posibilidad de que sus propuestas fueran escuchadas. Esa fue otra de las grandes lecciones del #15M: siempre hay que escuchar a la calle porque si no lo haces, te montan un partido y te echan del poder. Hasta Fraga lo sabía. Es de primero de política. Por no haber actuado a tiempo, España va camino de convertirse en un estado-movimiento como lo son Venezuela, Bolivia, Irán, Corea del Sur, Taiwán o Sudáfrica. Quizá sea demasiado pronto para ser tan determinantes. Habrá que esperar a que la incierta noche política termine con los primeros rayos de sol en junio. Será entonces cuando realmente pueda decirse aquello de «dormíamos, despertamos».