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La paliza de Alsasua

Jose Manuel Sanchez Fornet
José Manuel Sánchez Fornet

Eran las cinco de la mañana del pasado día 15, sábado, en un bar en la zona céntrica de Alsasua, en lo que se considera por las fuerzas de seguridad “zona caliente” de activistas abertzales radicales de la localidad, en un pueblo que ya de por sí lo es, con permanentes campañas contra la presencia de la Guardia Civil y con menos de 8.000 habitantes, dos miembros de la Guardia Civil, un teniente de 24 años, segundo jefe de la Compañía, y un sargento jefe del cuartel de la localidad (situado a unos dos kilómetros del pueblo, bien protegido con muros y alambradas), estaban con sus respectivas parejas cuando fueron salvajemente agredidos por una jauría de alimañas cegadas por el odio, provocando lesiones a los cuatro, con mayor gravedad al teniente que hubo de ser intervenido quirúrgicamente de una rotura en el tobillo.

Establecido el rechazo más absoluto sin condiciones ni excusas a la agresión, respecto de la actuación de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad deben hacerse algunas consideraciones.

No cabe respecto de la actitud de los violentos agresores nada que no sea la contundencia en el rechazo, esperar que sean identificados y sometidos a la ley, y si es posible aplicar el precepto legal de delito de odio, que serlo lo es, hágase, además de otro de atentado contra agentes de la autoridad (estaban libres de servicio pero fue que los identificaran como guardias civiles lo que desencadenó la agresión), además de lesiones y cuantos otros puedan ser imputables.

Establecido el rechazo más absoluto sin condiciones ni excusas a la agresión, respecto de la actuación de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad deben hacerse algunas consideraciones sobre la forma de comportarse en relación con la sociedad.

Esto es polémico, ya lo he comprobado en las redes sociales cuando algunas personas, la mayoría sin identificar, unos que decían ser policías y otros plañideras habituales que los incitan y acompañan, consideraban de extrema gravedad, hasta el extremo de llegar al insulto, la infamia y la injuria, señalar que los dos miembros agredidos de la Guardia Civil no deberían estar allí a esa hora y con sus parejas.

Quizás por su extrema radicalidad en el insulto y la descalificación estos talibanes provocaron que otras personas se pronunciaran a favor del argumento de aplicar el sentido común. Entre los que estaban rabiosos por razonar sobre las normas de seguridad aplicables al lugar y el momento, unos decían ser policías, -aunque alguno resultó después que no lo era-, algún guardia civil y unos pocos de sus habituales palmeros, y ninguno de estos alegaban haber estado de servicio en el País Vasco.

Y no han faltado referencias a normas de autoprotección y seguridad de obligado cumplimiento para todos los miembros de la Guardia Civil y que no exime de cumplirlas, sino al revés, al teniente y sargento agredidos.

Entre los que entendían el argumento y lo compartían había más guardias civiles que policías, varios que decían haber estado destinados en el País Vasco y no pocos de estos señalaban que eso hubiese sido enfocado de manera distinta si en vez de un sargento y un teniente “sangre azul” hubiesen sido dos guardias básicos. (De “sangre azul” se conoce internamente a quienes salen de la Academia General militar de Zaragoza como tenientes, que pueden alcanzar las más altas escalas del mando, lo que está vedado para los que ingresan desde guardia civil de base). Y no han faltado referencias a normas de autoprotección y seguridad de obligado cumplimiento para todos los miembros de la Guardia Civil y que no exime de cumplirlas, sino al revés, al teniente y sargento agredidos.

El argumento que usaron algunos de los que criticaron que dijera que no deberían estar allí (partiendo siempre de la reprobación sin paliativo alguno de la agresión), es que un español puede circular libremente por todo el territorio nacional. Y llevan razón. Visto solo así, no habría discusión. Solo que si abrimos un poco más la perspectiva todos los españoles tienen derecho a afiliarse a sindicatos y los guardias civiles no (y los policías solo entre policías). La misma Constitución que garantiza el derecho de libre deambulación garantiza una vida digna, donde nadie pase frio, ni necesidades, y hasta el derecho al trabajo está en esa ley, lo que con cinco millones de parados no parece que lleve a ninguno de estos furibundos defensores de la ley a exigir que estos derechos se materialicen de inmediato y al precio que sea.

No estamos para salvapatrias de boquilla ni para bocazas pendencieros. Apelar a la ley haciendo abstracción de todo lo demás, del contexto social, de la responsabilidad que implica ser miembro de las fuerzas de seguridad es alcanzar un nivel de vagancia neuronal que desemboca en la indigencia mental. La ley de “banderas” regula cómo debe exponerse la enseña nacional en ayuntamientos y otras dependencias oficiales, y en Alsasua, al quedar vacío el ayuntamiento poco antes de las ocho de la noche, la bandera de España es bajada del mástil todos los días y vuelta a subir al día siguiente a las seis de la mañana. Dice el alcalde, un joven de 24 años de Geroa Bai, que han sido muchas las banderas de España arrancadas durante la noche, a veces con el mástil, y que por eso han adoptado esta decisión. La misma argumentación que sirve para justificar que un teniente y un sargento de Guardia Civil en un pueblo de menos de 8.000 habitantes donde son conocidos por todos, con un fuerte sector radical y violento de jóvenes abertzales, pueda tomar vinos a las 5 de la mañana en una zona “caliente” acompañados de su pareja, cabría aplicar para que el trato a la bandera española en ese pueblo fuese el mismo que en cualquier otro de Castilla, Extremadura o Andalucía. ¿Por qué se tolera una interpretación distinta de la ley de banderas en Alsasua que en otros ayuntamientos? Por la misma razón por la que el segundo jefe de la Compañía y el sargento deben ser más consecuentes en sus relaciones públicas en un pueblo infectado de mononeuronales abertzales que los conocen perfectamente por ser una localidad muy pequeña: por la realidad social en la que trabajan.

Este razonamiento tan infantil nos llevaría a ver normal, y explicarlo así en las academias de policía, que los policías que practican una redada de drogas en cualquier barriada, digamos la 3.000 de Sevilla, dos días después pueden irse con sus parejas a esa barriada a tomar copas hasta las cinco de la mañana.

Valorar la realidad y circunstancias sociales allí donde trabajes es de primero de primaria en formación profesional en las fuerzas de seguridad, debe ser comprendido por el más torpe de sus miembros, y sin embargo, apelar a esta elemental cuestión es considerado por algunos policías (presuntos) y otras personas como un grave ataque a las víctimas por no aceptar borregamente lo que ellos han decidido que hay que pensar, y por lo tanto te expones a la misma violencia irracional que los guardias civiles en Alsasua, no física sino ejercida por las redes sociales, que es de otra forma pero igual de cobarde que actuaron los fascistas de Alsasua.

Este razonamiento tan infantil nos llevaría a ver normal, y explicarlo así en las academias de policía, que los policías que practican una redada de drogas en cualquier barriada, digamos la 3.000 de Sevilla, dos días después pueden irse con sus parejas a esa barriada a tomar copas hasta las cinco de la mañana entre aquellos a los que han detenido en varias ocasiones. O a que un miembro de UIP acuda con su pareja a un bar de un local Okupa que ha desalojado usando la fuerza dos días antes por mandato judicial. O a los policías ingleses a tomar copas en una taberna de Belfast en zona católica visitada asiduamente por separatistas, con su pareja, amistosamente. Si leyéramos la noticia de que dos policías británicos han sido allí apaleados la inmensa mayoría de personas sensatas lo primero que se preguntarían sería ¿y qué hacían allí?

Si llevamos hasta las últimas consecuencias la aplicación de la ley sin atender a la realidad social y las circunstancias existentes, la Guardia Civil, como Cuerpo responsable del Estado para hacer cumplir la ley en Alsasua, debería establecer el sistema de servicio preciso para que la bandera de España permanezca en el balcón del ayuntamiento durante las noches, organizando los turnos y el personal necesario para la custodia precisa (y podría aceptar voluntarios a estos patriotas de pacotilla de la red tan amantes de imponer la ley desde la comodidad de su sillón). También en aplicación del mismo criterio de aplicar la ley en toda su extensión y ajenos a cualquier otra consideración de prudencia, proporcionalidad, sentido común… los miembros de la benemérita de Alsasua deberían pasear en las noches de los fines de semana por esas zonas donde se reúnen los abertzales, defendiendo su derecho a la libre circulación con la contundencia que sea necesaria en cada situación, porque lo harían como ciudadanos con derecho a tomar copas donde quieran.

En este estado la situación concluyo que los violentos agresores son cachorros de una banda terrorista que no mata pero que siguen con el mismo odio inoculado de una enfermedad de difícil y larga cura, y que los mandos de la Guardia Civil de Alsasua deben saber las consecuencias de lo que hacen adaptando su vida y comportamientos a la situación social en la que viven. Y cuando quieran ir a esa zona a tomar vinos (deberían ir más a menudo), que vayan sin pareja y en mayor número, para que al menos puedan defenderse en igualdad de condiciones que los violentos.