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La plurinacional

En la realidad plurinacional de España, innegable a todas luces, una posible secesión supondría más perjuicios que beneficios para las partes

Daniel Gutierrez Marin
Daniel Gutiérrez Marín

Desde ayer por la tarde Cataluña ha puesto marcha directa hacia lo que los grupos políticos independentistas han denominado la «desconexión de España». Con la investidura de Carles Puigdemont, los convergentes han salvado el pellejo en el último segundo y los anticapitalistas de las CUP han vendido su alma al diablo, postrándose ante el neoliberalismo de Convergencia bajo la falsa creencia de que la secesión ofrece la solución a todos los males de la ciudadanía.

En ese contexto, independentismo catalán frente a nacionalismo español, Podemos ha tenido la habilidad de posicionarse en tierra de nadie, lo que le jugó una mala pasada en las elecciones plebiscitarias de septiembre pero que le aseguró el apoyo de formaciones autonómicas de cara a los comicios generales. De ahí que hayan sido segunda fuerza en Galicia, en la Comunidad Valenciana y en el País Vasco, y primera fuerza política en la secesionista Cataluña.

Posicionarse pasaba por inventar conceptos huecos con una promesa de futuro aunque ésta fuese irrealizable. Si todos usaban el lenguaje orwelliano, los politólogos de la formación morada no iban ser menos. De sus afiladas y marxistas inteligencias nació lo que ahora se conoce como la «plurinacionalidad» de España, haciendo pasar por político lo que solo existe a nivel cultural, como bien ha precisado Savater. Buena prueba de ello es que el mismo día que los catalanes acudían a las urnas con la espada de Damocles sobre sus cabezas, en Andalucía se finiquitaba al Partido Andalucista. Aquel día no estaba muriendo el andalucismo cultural sino la formación política que había servido de maquinaria electoral –aunque de forma poco eficiente– a un conjunto de rasgos identitarios.

El día que murió el Partido Andalucista no murió el andalucismo cultural sino la formación política que había servido de maquinaria electoral.Lola García, EAPN-Andalucía.

La promesa de la «plurinacionalidad» de Podemos se sustenta en convertir los rasgos culturales identitarios de cada comunidad autónoma en un constructo político sostenido por formaciones secesionistas de cada región, ofreciendo una reconfiguración territorial de España –ese país– que pase por referendos particulares con carácter vinculante. No es de extrañar que Podemos haya impulsado esta iniciativa, aunque sea irrealizable jurídicamente, si se tienen en cuenta las características ideológicas de un partido que intenta sustituir el eje demócrata-liberal de izquierda/derecha por el marxista de élites/oprimidos. Detrás de un inventado concepto de «plurinacionalidad» se ocultan los horrores provocados por las peores ideologías incubadas durante el siglo XIX y explosionadas a lo largo del ya fenecido siglo XX. La promoción del nacionalismo como ideología xenófoba deriva en actitudes excluyentes hacia otras comunidades culturales, especialmente en situaciones sociales y económicas desfavorables tal como la que atraviesa Occidente desde hace siete años.

La realidad plural de España, innegable a todas luces, encuentra su unidad indisoluble en su historia común, en la geolocalización, en el idioma y en los rasgos culturales que comparten todos los rincones de este viejo país. Somos tan diferentes como iguales y una posible secesión en el actual momento histórico que vivimos perjudicaría más a las partes que beneficios obtendrían. La falacia de dejar decidir a los ciudadanos sobre cuestiones en las que no cuentan con todos los datos puede arrojar resultados que no sean favorecedores a sus propios intereses.