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La prolongada niñez

La renuncia a vivir cada etapa de la vida implica torpeza.

Observo el aumento de adultos instalados en la inmadurez al parangonarse con los jóvenes, previo pago del más ridículo precio: el esperpento. La renuncia a vivir cada etapa de la vida implica torpeza, causa psicopatías y sorderas ante el aforismo: «¡Feliz el joven en su juventud,  feliz el sabio en su vejez!».

Un mundo al revés, o sea, en lugar de imitar los jóvenes a los adultos, muchos viejos mimetizan a los púberes. Se acabó la experiencia proporcionada por los años, prolongándose la adolescencia en terceras y cuartas infancias. Sólo quienes la consideran una edad viven obsesionados por pertenecer a ella a costa de peluquines, cirugías antiestéticas o estulticias múltiples. El infantilismo lleva consigo el miedo infundado con una vertiente contagiosa, proyectándose en el entorno y anulando iniciativas, actitud favorable para el terrorismo, surtido por ‘soldados’ nacidos en la adversidad y fanatizados por un credo. Al tiempo de incrementarse las escuelas coránicas proliferan las discotecas occidentales, diversiones potenciadas por drogas al por mayor, violencias absurdas incluidas. Lo ocurrido en Vietnam debe constituir un ejemplo siempre presente: los lloriqueos de los imberbes marines frente a la entereza de los desarrapados indígenas.

Lo tenemos en la actuación de las dos reinas: la emérita con la elegancia de la reflexión y la otra a brincos de la moda y de arrogancias improvisadas.

En efecto, queda volatizada la práctica del pensamiento elaborado para actuar a impulsos viscerales. Un caso paradigmático ─poco me importan esos chismes comparados con la suma gravedad del actual panorama─ lo tenemos en la actuación de las dos reinas: la emérita con la elegancia de la reflexión y la otra a brincos de la moda y de arrogancias improvisadas. En su impulsividad veo el mayor peligro para el futuro de la Corona.  En fin, en la loa a la ceguera del amor van incluidos los riesgos inherentes a toda institución monárquica, pero con  derivas sociales imprevisibles. Tal vez tuve la suerte de curtirme en la posguerra incivil y experimentar la escasez;  incluida las cartillas de racionamiento, conservadas para no olvidar. Me curé de ambicionar y desperté a la observación para reflexionar, entre otras cuestiones, por el enriquecimiento de la canalla estraperlista.

En absoluto pretendo criminalizar a la juventud, generalización absurda, porque no reside en una edad, sino en un talante.

Hasta gran parte de la prensa sucumbe en la trivialidad, aparcada la información veraz y las deducciones formativas.  El mismo ejemplo anterior, el de las rencillas reales, pone de manifiesto la dispersión, el hartazgo de la novelería, la carnada para lanzar centenares de páginas las revistas ‘especializadas’. Ya tenemos bastantes problemas al estar sometidos a un sistema económico mundial, a la obediencia, la autocensura y a creer en la verdad única. Porque existen pactos ocultos o paridos por la sublimidad, tal vez el padre estado occidental a cambio de asegurar protección dijo: «Amados hijos: ahora renunciad a vuestras críticas y dejadme hacer, vosotros a vuestro trabajo y a procrear hijos en la fidelidad a mí».

Esta greguería en la vida política tiene graves riesgos al no pasar los candidatos políticos ninguna prueba de capacitación, solo la guapura, ir a la última moda, acuñar frases hechas, poseer un vocabulario escaso o repetir un  preámbulo  inamovible dirigido a criticar al partido opositor.

En absoluto pretendo criminalizar a la juventud, generalización absurda, porque no reside en una edad, sino en un talante. Sin embargo, como me niego a admitir la muerte de la insatisfacción, porque aunque oculta vive, espero y deseo despierte pronto.