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La Realpolitik siempre vence

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

En la vida orgánica de los partidos existe una especie de reverencia clientelar hacia aquel que tiene el poder. La mayoría de los militantes quieren estar en la foto al lado del vencedor, y aquel que lo intenta pero acaba derrotado, pronto es borrado de la memoria de todos aquellos que lo acompañaron un día. Hay quien llama a esto “cambio de chaqueta”, pero en realidad más que de chaquetas de lo que se trata es de conciencias, y de esto, en los partidos actuales, hay bien poco.

Ahora que se asoman por el horizonte múltiples procesos congresuales y de primarias para determinar los futuros líderes regionales, provinciales y locales, podemos observar con meridiana claridad las miserias y las servidumbres que ocupan la práctica totalidad de los juegos de poder. No se trata de confrontar proyectos, sino de medir fuerzas para hacerse o conservar el poder. Hace ya tiempo, además, que los proyectos políticos de partido, de país y de sociedad, pasaron a un plano absolutamente estético, donde casi todos los candidatos repiten una y otra vez las mismas recetas sin pararse a reflexionar si son las adecuadas o si no son las mismas que llevan años y años fracasando. No hay más que ver ciertos “regeneradores” de la política que llevan en el cargo 4 lustros y aparecen abanderando la nueva política de “la voz de la militancia”, un disfraz muy oportuno que sirve de igual manera para aquellos oportunistas amorales sin escrúpulos que nunca han tenido ni una sola idea propia interesante, o para aquellos caciques añejos que gracias a la semilla del odio sembrada y regada a conciencia por Pedro Sánchez han recuperado posiciones de poder y de chantaje que ya creían perdidas.

 

Existe una frenética falsificación de liderazgos y una alarmante incapacitación para poder conseguir la confianza de la ciudadanía. Veo a demasiados “generales” que aprovechan la coyuntura del concepto populista de la militancia para permanecer detrás de su ejército.

 

Uno de los efectos principales de la convulsión interna dentro del PSOE provocada por los destrozos internos de Pedro en su primera etapa y la incompetencia manifiesta en el liderazgo nacional de Susana Díaz, es que a lo largo de las recientes primarias al trono de Ferraz han emergido viejos conocidos y siempre pretendientes de ocupar las posiciones de aquello que se llamaba “el aparato”, un aparato que siempre seguirá existiendo porque, a estas alturas, no se trata de personas sino de una estructura clientelar que promociona la selección negativa para que las élites de la política sean ocupadas por las peores personas que uno pueda imaginarse y pueda llegar a conocer a lo largo de su vida interna si se afilia a un partido. Hay, obviamente, excepciones de gente buena y válida que habita allá en las alturas, pero están tan aislados y condicionados por las arenas movedizas de la mediocridad y la puñalada aviesa que no se atreven a moverse demasiado por si caen en algún pozo del mal de ojo inesperado. Como decía, esta gente que habitualmente había permanecido en segunda fila quejándose de los métodos del aparato y los comportamientos cainitas entre compañeros, ahora los vemos pavoneándose como si fuesen “nuevos ricos” que acompañan y dan brillo al, casi siempre, candidato “de las bases” y de la nueva pureza del socialismo. Sin ir más lejos, conozco a compañeros que hasta hace pocos meses tenían una relación fluida conmigo y que ahora, al verse reflejados en la candidatura “de la militancia”, ya no marcan mi teléfono ni hablan de mí como alguien “de los suyos”, sabiendo que soy una especie de “apestado” que deben evitar para no incomodar la paz del que manda.

Pero más allá de estas anécdotas personales sin importancia- a fin de cuentas quién soy yo- estos procesos de primarias multidisciplinares evidencian el drama absoluto que vivimos actualmente dentro del mundo de la política: existe una frenética falsificación de liderazgos y una alarmante incapacitación para poder conseguir la confianza de la ciudadanía. Veo a demasiados “generales” que aprovechan la coyuntura del concepto populista de la militancia para permanecer detrás de su ejército. Yo siempre he creído que solo un mal general se escuda detrás de sus tropas, para que así en el caso de derrota pueda escapar, y en el caso de obtener la victoria poder desfilar pulcra e inmerecidamente.

 

¿Dónde queda ese líder que sea un soplo de aire fresco que consiga conjugar todas las buenas cosas y las buenas personas que aún existen dentro de la política?

 

A menudo podemos ver en series de ficción, o en la realidad de otros países, otros partidos y otras épocas, como surgen y se forjan candidaturas que consiguen cambiar el rumbo de la historia y abrir puertas de ilusión y de progreso inesperadas hasta entonces. ¿Dónde queda ese líder que sea un soplo de aire fresco que consiga conjugar todas las buenas cosas y las buenas personas que aún existen dentro de la política? Es posible que ni siquiera haya nacido, porque la Realpolitik de la vida interna en los partidos no solamente es lo contrario a la meritocracia, sino que premia la sumisión mientras castiga la lealtad.

Cuando leo a diversos gurús de la política pontificando sobre liderazgos y funcionamiento de los partidos, enseguida me doy cuenta de que son personas que, en su mayoría, nunca han militado en un partido o nunca han visto destrozados sus sueños políticos al ser aplastados por el rodillo de la traición y la cobardía que amasan las oligarquías de caciques. Hace ya algunos años que entré en la política movido por un deseo honesto y transparente de trabajar para tener una oportunidad de probar mis capacidades. No lo voy a negar: poder hacer política, dignificar mis ideales y defender mis ideas, fue mi sueño en mi madurez adulta, para comprender que es aconsejable perseguir tus sueños hasta ese momento en el que estos se convierten en pesadilla y te acaban consumiendo. En esta vida es muy importante la pasión, pero no cegadora, porque entonces algo vital y necesario se puede volver contra ti mismo.

Veo ahora los procesos internos, las candidaturas, las miserias de siempre, los tontos útiles de costumbre, y siento una profunda nostalgia y frustración inútil. Pero, por si la tentación de volver a intentarlo, recuerdo algo: la vida me ha enseñado una verdad casi absoluta: no trates de ser generoso con quien no lo es contigo, sólo lograrás degradarte a ti mismo y no recuperarás su respeto.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion