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La soledad de Susana

Emilio Arnao
Emilio Arnao*

Susana se ha quedado sola. Sola como un maqui en los montes. Sola como una jinetera en un malecón de la Habana. Sola como un caudillo sin sus cancillerías. Sola como la soledad sonora de Juan Ramón Jiménez. Y yo me pregunto: ¿a qué se debe esta soledad de Susana Díaz? Lo diré con una metáfora nacida en el Neolítico.

Resulta que Susana quería la secretaría general del PSOE. Para ello instigó, conspiró, sembró amistades del politburó, hizo el amor intelectual con los barones territoriales, se reunió con González en un spa de Sintra, como Ana Botella, quedó para tomar un café con Zapatero en una terracita al lado del Guadalquivir. Contemplaba este sinvivir con la esperanza de algún día lejano -del lejano Oeste- ser la presidenta del Gobierno español. Sin embargo…¡ay¡ sin embargo…

Ahí estaba resistiendo en Numancia Pedrito Sánchez, vilmente asesinado con anterioridad por el susanismo-felipismo-zapaterismo-baronismo-socialista español, el cual aspiraba a instaurar de nuevo una socialdemocracia en su tenderete de capitalismo europeo. Todo estaba controlado, espiado, investigado, manipulado por parte del establishment socialista para que Susana ascendiera a los cielos en un Madrid de culturas erógenas y de estructuras en donde nacer al mito y al héroe por combatir a ese despojo humano al que habían convertido a Pedrito.

Susana se ha quedado sola. Ahora sólo puede divertirse jugando a la petanca en el parque María Luisa con sus diputados de la Junta de Andalucía.

Pero Pedrito resistió. Se montó en su coche. Regaló caramelos de menta a la militancia y ésta respondió con un antisusanismo que semejó más una violación al historicismo social-capitalista de cuya cópula debía renacer un izquierdismo íntegro y un NO es NO que mejor interpretara la defensa de las masas populares, la honradez de una ciudadanía que se había incorporado a un reformismo del socialismo español antes que proseguir con esa alianza euro-capitalista -quizá amagada pero verdadera- con un Partido Popular que veía en Susana una sibila o una deidad a la cual someter y agregar como amiga del europeísmo moderno en su cuenta de Facebook.

Susana se ha quedado sola. Ahora sólo puede divertirse jugando a la petanca en el parque María Luisa con sus diputados de la Junta de Andalucía. Pero Andalucía para Susana ya sólo es un regionalismo, una caja de cerillas, un monopoly con el cual comprar y vender votos a cambio de una sonrisa. La sonrisa amarga de Susana Díaz.

Susana se ha quedado sola. Sola como la destrucción de un imperio. Sola como un dibujo animado de la tele. Sola como Fausto después de vender la eterna juventud a Mefistófeles según Goethe. Susana está triste como la princesa de Rubén Darío. De diosa y reina de todas las Españas, Susana ahora se tiene que conformar con darle de comer pan duro y aceitunas de los olivares de Jaén a esa tribu o etnia que son los andaluces si los miramos con los ojos de Susana y su ambición. Todo poder es aniquilado por un exceso de ambición. Susana es ambición cruzada por esa voluptuosidad que otorga el poder como clímax de la construcción de todo un imperio. No conseguido el imperio, ahora a Susana sólo le quedan los reinos de taifas. Por lo cual yo le aconsejo que se convierta a la religión mahometana, como en tiempos de Al-Andalus. Le irá mejor. Lo sé con seguridad.

*Emilio Arnao es  Doctor en Filología Hispánica, poeta y periodista. Trabaja en una tesis doctoral sobre Ortega y Gasset

@EmilioArnao