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La violencia, esa okupa de nuestras vidas

El 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es solo un insuficiente símbolo.

 

Decía Santo Tomas de Aquino «La mujer es un defecto de la naturaleza, una especie de hombrecillo mutilado. Si nacen mujeres se debe a un error del esperma, o a los vientos húmedos, sólo es necesaria para la reproducción», y continuaba San Agustín  «Es orden natural entre los humanos que las mujeres estén sometidas al hombre, porque es de justicia que la razón más débil se someta a la más fuerte».Gran parte de la sociedad esta incómoda con la mujer que no es de consumo, propiedad, o uso. Por eso decía Emilia Pardo Bazán “Que las mujeres no pueden ser consideras árboles frutales, que se las cuida, solo para la cosecha”.

El 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es solo un insuficiente símbolo, y una deficiente respuesta, a la que nadie debe faltar. Pero… junto a las sombras que oscurecen las luces en los posibles avances en la brecha de género, y en pleno siglo XXI, se sigue teniendo la concepción de que un solo día en el calendario, amén del minuto institucional por cada víctima, más la condena mediática de maltratadores y asesinos, te suministra el carnet  de compromiso con las mujeres.

 

Por eso decía Emilia Pardo Bazán “Que las mujeres no pueden ser consideras árboles frutales, que se las cuida, solo para la cosecha”.

 

Y envueltos esos gestos, en infinitas micro-medidas parciales, infra-financiadas y de cariz fundamentalmente asistencial, paliativas y pocos preventivas, unido al tinte morado con el que se han maquillado discursos y programas electorales, se piensan los poderes, incluso los contra-poderes, que han cubierto el expediente más espinoso de la historia de la humanidad.

Las feministas sin matices, frente a las adscripciones de Pérez Reverte, estamos obligadas a sustituir los parches que no curan, solo alivian en algunos casos,  y por lo tanto urge acometer una tarea de Estado, y de sociedad, que ponga en el centro del conflicto, y por lo tanto de las agendas, ese Patriarcado que fractura en dos la humanidad, y desmonta cada uno  de los proyectos, y comportamientos que se producen en esta tierra, dando carácter de subalternidad a las mujeres, y convirtiendo la convivencia en letal, y los derechos por la igualdad en una tarea de bajísima intensidad.

Por buscar una comparativa gráfica divergente, si en España se denuncian casi 500 casos al día de malos tratos, y el 70% de los producidos no denuncian, nos encontramos con casi 1.500 actos de violencia sexual y psicológica diarios, se imaginan que hubiera esa cifra de atentados denunciados, o sabidos de una banda terrorista. No les quepa duda que en este país estaba activada la alerta roja, y declarado el estado de Emergencia. No se trata de igualar, solo de comprobar la percepción que se tiene de las violencias y de las muertes tan antagónicas, hasta en el dolor y la muerte la categoría del segundo sexo funciona sin pudor. Por eso es necesario recordar a Emily Dickinson cuando decía «Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie».

 

Las feministas sin matices, frente a las adscripciones de Pérez Reverte, estamos obligadas a sustituir los parches que no curan, solo alivian en algunos casos

 

 Dudosa es la ingenuidad de quienes administran pensando que una lacra de esta envergadura, la mayor de este siglo y anteriores, incrustada hasta la medula en el sistema, propietaria de todas, y cada una de las decisiones que se toman en las instituciones, y en todas las esquinas de los pueblos y ciudades de este país, en concreto esa violencia que es una okupa de la mayoría de los hogares, aulas, calles, de cada rincón de la vida misma, se resuelve sin modificaciones a fondo, legislativas, educativas, económicas, culturales, tocando lo que llaman el duro hueso de roer, que es la arquitectura del Estado y sus dependencias en clave de género. Y que se convierte en reto de obligado cumplimiento, cuando interiorizamos la elemental frase de Virginia Woolf: “El feminismo es la noción radical, de que las mujeres somos personas”