The news is by your side.

Langostinos pelados

¿Qué imagen se formaría de nosotros un alien que aterrizara en España? Un alien vegano, entiéndase. Uno de los otros nos devoraría y quizás, después, citaría a Cioran: “me gustaría ser caníbal. No por el placer de comer a otros, sino por el de vomitarlos”. Porque últimamente, los naturales de la tierra estamos para eso mismo.

Alejándonos de lo escatológico, si el alien vegano observa la publicidad, nos describiría como gente sofisticada y refinada.  El extraterrestre enciende la tele y un anuncio le sitúa ante un enfado matrimonial en vísperas de las fiestas. La causa está en que el marido lleva pelados ni se sabe cuantos langostinos. No puede más, tiene los dedos entumecidos y la tensión entre la pareja aumenta. Por fortuna se anuncia la solución: comprarlos no solo pelados, sino sofisticadamente cocinados. Si antes se preocupa por saber de qué va Twitter en España, concluirá que pelar langostinos es de fachas, pues casi todo lo es.

En shock por el conflicto de los langostinos, alien sale a la calle. No a una de extrarradio ni nada; de clase media. Se topará con el último éxito en comercios, los low cost. En mi propio barrio, este lunes abren otros dos negocios de este tipo. Una peluquería, que hace pared con otra y esta con la que yo frecuento. El otro, es un supermercado. ¿Por qué triunfan estos comercios cercanos y baratos, los que en Reino Unido se publicitan como Libra Market, o en Estados Unidos Dollar General?

 

Lo moderno es volver al comercio de cercanía; ir varias veces a la semana; la frutera que te vende dos puerros y alguna Administración autonómica la definiría como emprendedora.

 

Confío que el extraterrestre no haya leído esas opiniones sobre cambios de tendencia en la compra. Las que dicen que ya no se va al centro comercial y se llenan dos carros, seguido de comer una hamburguesa, y volver a tu dúplex. Eso es a comprar lo que el pelo cardado a la moda capilar, un anacronismo de las últimas décadas del siglo pasado. Lo moderno es volver al comercio de cercanía; ir varias veces a la semana; la frutera que te vende dos puerros y alguna Administración autonómica la definiría como emprendedora (decir autónoma de supervivencia, por no encontrar empleo, queda mal). Son los mismos que escriben artículos con consejos para no encender la calefacción -pegar cinta aislante en las ventanas- porque es super cool y salva el planeta.

La mejor explicación, para mí, la ofreció el CEO de Dollar General en Estados Unidos explicando el éxito de su empresa. Nos encaja como un guante. Adaptándola a nosotros sería que triunfan esos comercios porque miles de familias no abren el frigorífico o el armario de la cocina y se dicen: vaya, en unos días me quedaré sin mayonesa, voy a comprar tres botellas. No, son los que la noche anterior han apurado la última gota de la mayonesa y al día siguiente, en el camino del trabajo a casa, compran una única botella.

 

Lo malo es el paro de larga duración que afecta a uno de cada cuatro de esos desempleados, con su consecuencia de agotamiento de las ayudas sociales.

 

La economía española crece. El PIB llegará, en 2017, a los 1,16 billones de euros. Ya supera al de 2008 y, oficialmente, hace un año que dejamos atrás la crisis. Es esa economía la que genera este tipo de consumidor; no la preocupación medioambiental o el gusto por pasarse tres veces a la semana por la tienda. Porque los salarios tocan mínimo y el paro supera el 16%, cinco puntos más que al iniciarse la crisis. Que en Andalucía es del 25,41%, porque, chico, en esto no somos menos que nadie, pero nadie. Lo malo no son estas cifras. Hace cuatro años estaban en el 26 y el 36%, respectivamente. Lo malo es el paro de larga duración que afecta a uno de cada cuatro de esos desempleados, con su consecuencia de agotamiento de las ayudas sociales.

Al final de su visita, bombardeado con tanta noticia, al alien desorientado, le haya dado por, no sé, naturalizarse de Cabanillas del Campo, Guadalajara, y así apoyar al independentismo catalán, como la celebre política.

Pero, si sigue cuerdo, concluirá que hay una España que lo pasa mal por tener que pelar langostinos y puede comprar frigoríficos que proporcionen agua caliente. Y otra, cada vez más alejada de la anterior, que ilustra los nuevos hábitos de consumo. La España de clase media, vamos. La que compró secadora pero ahora no la usa; la que tiene lavavajillas, pero primero consulta el pico de luz para ponerlo; que compra un bote de mayonesa cuando ha terminado el otro; que esperaba subir en la escala social y se ha estancado. Esos aseguran el éxito del low cost y, lo que no es poco, forman la gran masa de contribuyentes.