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Las diputaciones

Cuando Rubalcaba era el socialista de cabecera tuvo la ocurrencia de proponer algo parecido a la desaparición de las diputaciones. La mutación de estas en clubes de influencia más o menos explícita. Se le echó en cara que lo hiciera cuando habían perdido gran parte del poder provincial que les proporcionaban.  En su partido tampoco estuvieron a favor de la propuesta, que fue arrinconada y descartada entonces. Especialmente entre quienes aspiraban a presidir, o ya presidían, alguna de esas diputaciones.

Objetivamente visto las diputaciones  se han convertido en un instrumento imprescindible de vertebración territorial de nuestro país. Es una institución con más de doscientos años de historia, que ha sido muy eficaz contra el subdesarrollo territorial que  presentaba nuestro país desde los inciertos tiempos de Fernando VII hasta esta fecha en la que el Borbón Felipe VI regenta la Corona de España. La Constitución de 1812, en su artículo 325, decía: «En cada Provincia habrá Diputación, llamada provincial, para promover su prosperidad…» Y hasta la fecha.

En serio, ¿estos dos partidos creen que las diputaciones son el principal problema de este país? ¿Lo están diciendo en serio? Lo cantaba la Lupe: teatro, lo tuyo es puro teatro. 

Hoy trafican los acuerdos por doquier para lograr un anhelo, tan personal como irresponsable: el de Pedro Sánchez entrando en la Moncloa como jefe del gobierno. Entre los puntos irrenunciables exigidos por el líder de Ciudadanos Albert Rivera está uno que dice: “Suprimir las diputaciones”. Algo tan importante para nuestro progreso, que ha conseguido igualar a todos los municipios  de España en un nivel mínimamente aceptable, hoy es objeto de subasta política. La propuesta parte de nuevos políticos que desconocen, es evidente que lo desconocen, el inmenso papel vertebrador, repito, que tuvieron y siguen teniendo las diputaciones provinciales.  Eso sí, ni en el País Vasco ni en Canarias se atreven a tocar las Diputaciones Forales o Cabildos. Que hasta ahí no llegan. Es la diferencia de quienes quieren aparentar, sólo eso, aparentar, ser diferentes. 

Este postureo estratégico es de vergonzosa inmoralidad con los ciudadanos, a los que quieren embaucar con discursos imposibles, pero agradables de escuchar. Aún más de bombo y platillo, cuando, tras profundizar en la propuesta, leemos que la cosa no pasa de un simple cambio de nombre. Que suprimirán las diputaciones dicen, pero para constituir un consejo de alcaldes que siga haciendo lo mismo. ¿En qué quedamos, pues? Ni quitan la función, ni pueden quitar a los funcionarios.  O sea, quieren achicar la democracia haciendo desaparecer la actual configuración representativa de las diputaciones provinciales, en vez de pedir la reforma de sus métodos de elección. Pero, con todo y con eso, lo grave es que anuncien algo sin tener mayoría para poder hacerlo, sin haberlo acordado previamente con quien es,  hoy por hoy, imprescindible para poder conseguirlo: el PP. Diálogo lo llaman.

Pedro Sánchez traga con lo que le echen. Su objetivo principal es personal e intransferible. Pero que traguen tantos militantes y cargos públicos socialistas, hechos y afectos a las diputaciones provinciales de las que emana su salario, su propia disposición de poder territorial, llama como mínimo la atención, especialmente cuando uno deletrea la palabra cinismo, único vocablo que puede ayudar a comprender bien de lo que estamos hablando.

En serio, ¿estos dos partidos creen que las diputaciones son el principal problema de este país? ¿Lo están diciendo en serio? Lo cantaba la Lupe: teatro, lo tuyo es puro teatro.