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Las ignominias del poeta en el Arenal

El Arenal de Sevilla invita al pecado porque así lo escribe la historia.

Viene siéndolo desde el siglo XVI, o posiblemente antes, cuando por aquí habitaba ya el Califa Abu Yacub Yusuf. Esa herencia se respira todavía en sus calles. Las calles están llenas de fantasmas a los que se les puede oler, rincones que han acogido a gentes de mal vivir, pícaros, maleantes, prostitutas y homosexuales de todos los tiempos. Entre Molviedro y Castelar habitó una de las más importantes mancebías del Sur de España, se llamaba “Compás de la Laguna” donde la lascivia, “ese caballo desbocado que las autoridades sevillanas intentaron controlar”, reinó durante muchos años. Bajos fondos sobre los que escribió Lope de Vega: [Forastero: ¿Esto hay en el Arenal?./¡Oh, gran máquina Sevilla! /Alvarado: ¿Esto sólo os maravilla?/ Forastero: ¡Es a Babilonia igual!/ Alvarado: Pues aguardad una flota y veréis toda esta arena de carros de plata llena, que imaginarlo alborota.] A don Lope le hirieron de muerte en El Arenal de Sevilla por culpa de Laura. Siempre ha habido apasionados en estas tierras, la de Lope, Micaela de Luján fue bien conocida, pregunten si no a los escritos de Mateo Alemán, o a Fernando de Soria. Pintores y poetas. Jóvenes y maduros. Las gentes se mezclan con las efemérides en este barrio que te atrapa y te transporta a momentos y momentazos, vividos cualquier tarde alrededor de enamorados, de los que buscan la pasión. De los que van a donar sangre y a donar vida, porque no todo son copas, ni cafés, ni manzanillas, ni tapas, ni Ventura, ni Postigo ni Adriano, ni serranitos entre besos y arrumacos.

Caminas y te cruzas con quien cree que lo observan y nadie lo ve, porque alguien lo ha convencido que es un poeta maldito. Los incomprendidos.

Se escuchan frases en estas calles para escribir en la pared como acción poética del Arenal. Vivir la vida volando es mejor que verla volar. Aquí se vuela. En ella residen Batman y Robin. Para llevar esta vida hay que ser un superhéroe. O Magallanes. El capitán de Magallanes se llama Manuel y te invita a surcar nuestros días para dar una vuelta al mundo, a nuestro mundo. Posee detalles que cobijan hasta un rincón del viajero repleto de tesoros líquidos. Por los que han transitado trotamundos y literatos, masculinos y femeninas. Traviesos, descaradas, rufianes, chamarileros, clérigos y beneficiados de la vecina Catedral. Comerciantes e inquisidores, carreteros, vendedores, soldados y marineros. Cararrotas.

Luego están los Peaky Blinders del Arenal. Cuenta la leyenda que se juntaron unos hombres para oficiar un oficio. Cuenta la leyenda que estos hombres hicieron de un trabajo una forma de vida. Solo unos pocos sabrán de esa leyenda por ser únicos. El Arenal es estrepitoso.

Como Jesús, siempre con la unidad móvil contra el frío preparada. Riega con sus escritos cuentas y garitos a bohemios que creen que les van a dar un premio o los que se han vuelto abstemios y fruncen el ceño. Los cansados de ser pobres y de tantos engaños. Ese que podrías ser tú.

Caminas y te cruzas con quien cree que lo observan y nadie lo ve, porque alguien lo ha convencido que es un poeta maldito. Los incomprendidos.

El poeta que aguarda en la penumbra de Sanchez Bedoya: “Dos rosas te esperan, yo aguardo en las sombras, donde el frío no es invierno ni tu verano me alcanza”. Allí donde el calentamiento global nunca llega del todo. Donde se hunden los que caen como gota al llover. Los que se entienden con el amanecer. En ese pasaje donde se oyen ecos de los recovecos. Los que vuelven silbando bajo, viniendo de la otra orilla, de la amistad de borrachera. Por aquí camina aquel al que hasta que dure la resaca será tu hermano, para luego, si te he visto no me acuerdo en la sobriedad como reza la canción.Y esas que poseen la capacidad de mezclarlo todo. Que rezan a los Santos y a la Virgen del Baratillo, en la Capilla del Rosario, a la Carretería o al Despojado. Uno de los 600 de las Ánimas de San Onofre que piden un par de besos, -no es un exceso- tras su paso por la Caridad, donde les oyes decir que “el silencio es una virtud” para no contar.

Pretendientes y ligones. Solteras, separadas y bailongas. Intelectuales, chonis y las que no caben en sí de gozo. Por aquí se ven, por aquí han sobrevivido como La Trinidad, La Victoria, La Santiago, La San Antonio y La Concepción. Donde sigue existiendo el capitán Elcano después de 500 años tras circunnavegar el mundo, al pie de tu son, al pie de tu cañón. Donde quizás encuentres un poco de incomprensión. Toreros y taurinos. Cantantes y turistas.

El Arenal sevillano ya no conserva la imagen de zona peligrosa, aunque alberga personajes a los que les resulta arriesgado aventurarse en el “mal de bubas”

Somos una tierra que le ha pegado duro a Quintero, León y Quiroga, ¿qué les queda a los demás?.

Amantes que entablan un diálogo donde te sientes interpretado. Escaparates donde se alegran el día y delante se besan o incluso se pelean. Uno de los lugares más bulliciosos y pintorescos de la ciudad, por su trajín diario, por su constante ir y venir, donde reside el Valentino Rossi del Arenal, que a pesar de sus 15 años acá, todavía no ha descubierto el frenético ajetreo de calañas, truhanes, canallas y pendencias de semejantes vecinos.

El Arenal sevillano ya no conserva la imagen de zona peligrosa, aunque alberga personajes a los que les resulta arriesgado aventurarse en el “mal de bubas”, probando todo tipo de relaciones en una vida silenciosa repleta de placeres mundanos, mientras presumen de sacralizar todo aquello que lo necesita; mientras pasean a pie, en coche o en coche de caballos y te acusan de caer en la ignominia, sin entender cual extraordinario es vivir una tarde de tertulia y amigos en el Arenal. La pequeñez humana no para de crecer.

Todos necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte. Lo mejor debe estar por llegar ya no existe el oprobio en el Arenal.

Este lugar donde ha latido “el corazón de las riquezas del mundo”, lo escribió Braudel.

Ni espada rota ni mujer que trota. Mujeres de amor infame. Hombres de mala vida. Tunantes, bandarras y perdidos. Bestiario de noches apagadas. Tanganas. Hijas de famosos, de personas influyentes, que salen con muchachos inconvenientes.

Floridos delirios megalómanos de altas, feas y lindas. De bajitos de viento en popa y a todo vapor. Escondites de “no sé qué vi, ni qué sentí y que nadie más vio, pero sucedió”. En donde es probable ver a Palacio Valdés o a Gloria Bermúdez, convertida ahora en hermosa y joven aunque enamora para recuperar la salud económica.

La esperanza se desvanece al pasar la primavera por el Arenal. Donde se canta “desde que te perdí las puertas se me abren de par en par, se me abrió hasta la puerta de Alcalá y yo aprovecho cada oportunidad”. Donde no quieres torcer contra si no a favor, por favor, mientras le ruegas a la Virgen Desatanudos “que un día me devuelvas el saludo”. Malaya, qué triste destino!.

Sur o no Sur. Pronto retornaré, aguarden. Todos necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte. Lo mejor debe estar por llegar ya no existe el oprobio en el Arenal.