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Las mujeres, objeto preferente del mercado

Del mercado electoral, del mercado del sexo, del mercado de la cosmética, del mercado farmacéutico, del mercado de los cuidados, del mercado del consumo.

 

Las mujeres son objeto subsidiario de la oferta y la demanda, objeto del deseo para intercambiar, para negociar, para usar, para convertirlas en clientas, en vientres de alquiler, en cifras, en víctimas de la estructural violencia de género, del machismo que no deja ni una molécula de la vida sin tocar, y que atraviesa desde el chiste sexista, hasta el asesinato casi cotidiano.

Constatada la reacción del neoconservadurismo frente, al auge del feminismo, además de forma virulenta, ofensiva contra los derechos de las mujeres, contra la igualdad, es necesario recordar que las sociedades de capitalismo blando o más depredador, se estructuran en torno a las desigualdades, en torno al segundo sexo.

Su funcionamiento requiere desde mano de obra barata, como las mujeres, hasta los roles de esposas, madres y cuidadoras, ahorrándoles con su sencilla, doble o tripe jornada, más de un diez por ciento (10%) del PIB al Estado.

A las mujeres necesitan convertirlas en vulnerables, y por lo tanto especiales consumidoras de pastilleo, fundamentalmente ansiolíticos, necesitan crearles inseguridad emocional, para abastecer la industria farmacéutica; así como retocarlas permanentemente para hacerlas deseables, haciéndolas dependientes de la industria del cuerpo, de la moda y otras filigranas.

Necesitan convertirlas en vasijas, para capricho de quienes pretenden convertir, sus deseos en derechos

Hacen de la prostitución una de las industrias más boyantes, a costa del hambre de demasiadas mujeres, consideran las demandas de las mujeres, monedas de cambio para negociar gobiernos, en definitiva objetos de propiedad, no dispuestos a perder, por eso algunos asesinan.

Frente a esta telaraña que envuelve a las mujeres de manera minuciosa, para tenerlas amordazadas o en jaulas de hojalata (en muchos casos de forma normalizada, e incluso asumida).

Como siempre hay salida, claro que hay salida, pero tiene que ser organizada

 

Amplia, diversa, plural, masiva, estructurada, con capacidades de elaborar y diseñar alternativas solventes, con capacidad de intervención en todos los rincones donde se mueve el patriarcado. Contando con todos los que apoyen, pero partiendo que el sujeto político de este movimiento, del movimiento feminista, son las mujeres.

La tozuda realidad reconoce en silencio o en voz baja, que las mujeres, el feminismo tiene hoy el potencial necesario, como para ser el dique más sólido para detener el neo-conservadurismo, en todas sus gamas de derecha, de menos derecha, de centro, y otros márgenes, lo que provoca la ira disfrazada, o desnuda, de todas las corbatas y algunas togas, túnicas, uniformes, o descamisados.

Y claro que es necesario identificar, pero sin que nos distraigan, que es el deporte al que animan a jugar permanentemente.

Es inevitable establecer alertas de las trampas del patriarcado, que se cuelan no solo en partidos, sindicatos e instituciones de manera explícita, en discursos de promesas y solidaridad; igualmente preocupante son algunos debates internos, que no tienen suficiente voluntad inclusiva en el marco del movimiento feminista, ya que algunas se articulan por tonalidad mono color pretendiendo okupar, lo que origina la reacción de una parte importante de la juventud, y de amplios sectores de mujeres de gran bagaje en el movimiento, que no permiten tutelajes; y hay otros comportamientos incipientes neo modernistas de una considerable franja juvenil, valiosísima, pero que necesita hacer mestizaje con la experiencia, de las forjadoras de las conquistas que hoy se disfrutan.    

Todo esto nos obliga a tejer redes entre las mujeres por encima de apadrinamientos y desconfianzas fundadas, pero hay que blindar al movimiento feminista de cualquier pulpo o tentación externa, ya que en estos tiempos convulsos, donde azules y azulados y sonrojados, consideran que el feminismo cotiza al alza, habiendo riesgos de intrusismo partidario, o de espontaneismo esencialista, de ahí la tremenda responsabilidad de que frente al poderoso adversario del patriarcado, que nos quiere revueltas y divididas, estemos con perfil propio, pero especialmente unidas, unidas en la diversidad. 

Por eso es necesario un feminismo fuerte, autónomo, sin ataduras, y sabiendo gestionar su riquísima pluralidad.

Ahora toca cerrar filas, terminar de diseñar la agenda feminista, articular los nuevos retos, las nuevas formas organizativas, tejer alianzas, y no olvidar que la diana es el patriarcado, sus tentáculos invisibles, y sus voceros omnipresentes.

Pero amigas, todo debe cambiar alejados del Gatopardo, incluso una parte de nosotras, que deberíamos huir de las certezas, y forjar un nuevo ciclo del feminismo informal, transformador y vertebrador. Y aprender a dudar, a tener una mirada más crítica sobre nuestro quehacer, a repensar no solo con las mías, y sobre lo que ha sido mi biblia.

Y eso necesita de una reconstrucción del pensamiento feminista más allá del morado vaciado, y resto de identidades, importantes claro, pero retardatarias si nos recreamos en soy, y somos. Por eso con un horizonte sin atajos, y por una sociedad sin discriminaciones por razón de raza, sexo o clase, que debe ser el catón. Y para ello las mujeres debemos ponernos al frente por un mundo mejor, sin dejarse atrás a nadie, a nadie. Y cuidado con quedarnos en la primera capa de la cebolla, hay que llegar hasta la raíz, porque como venimos diciendo, no habrá paz sin igualdad.