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Las tres losas de Susana

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

La celebración del 13º Congreso Regional del PSOE de Andalucía ha dejado bien claro quién manda en la más importante federación territorial del partido. El poder, todo el poder, lo concentra en sus manos Susana Díaz Pacheco, a la sazón Secretaria General y presidenta de la Junta de Andalucía. Nadie nunca en cuarenta años tuvo tanto poder de decisión en el PSOE-A.

Tras la amarga derrota padecida por la dirigente andaluza en las primarias de mayo frente a Pedro Sánchez, Susana Díaz se ha atrincherado en su particular “Álamo” dispuesta a resistir y, llegado el caso de un nuevo traspiés electoral de Pedro Sánchez, volver a intentarlo de nuevo, aunque esta vez -creen sus más allegados- con mayores garantías de éxito y sin rodearse de esa especie de ejército de Pancho Villa que la acompañó hasta Ferraz. Hoy, ninguno de sus coroneles del Estado Mayor – Ximo Puig, Fdez Vara, García Page, Lamban…– habla con ella y cada uno ha ido a su propia bola nada más ganar Sánchez.

Pero mientras llega “el momento” Díaz deberá repartir trigo en vez de predicar en el territorio bajo su responsabilidad como gobernanta, o lo que es lo mismo, gobernar con eficacia en la resolución de los problemas para que los andaluces la sigan votando; también limpiar la casa, incluidas las dependencias del tesoro de la corona en el SAS, donde la Cámara de Cuentas acaba de destapar algo más que vergüenzas en forma de emolumentos astronómicos del staff sanitario andaluz. ¿Eran estas las corrupciones que vaticinaba en el SAS el médico granadino Spiriman? ¿Por eso les entró el tembleque y dieron marcha atrás en Granada y Huelva?

Pero antes de entrar en harina, coordinando mejor su consejo de gobierno y ofrecer resultados palpables para los andaluces, Susana Díaz debería intentar quitarse de encima tres losas que amenazan con asfixiarla políticamente en su meteórica carrera.

Seguramente nadie de su entorno ha sido capaz en estos meses de decirle cuáles son sus debilidades actuales, que las tiene, pese a haberse recuperado ligeramente con su revancha en el 13º Congreso Regional del PSOE-A.

 

Primera: ‘la mala’ de la película

 

La primera de ella es esa imagen de mujer malvada, calculadora y fría que se ha ganado fuera de los límites de Andalucía, donde ya se conocían algunos de sus métodos para conducir la vida orgánica del partido. Cuando en Madrid hablan de Susana no se refieren habitualmente a acciones de su gobierno, no, ponen el acento en la mala leche que es capaz de desplegar la dirigente socialista andaluza frente a sus enemigos o adversarios. De cómo Susana ha decidido resistir, plantándole cara al Secretario General de su partido, figura en otro tiempo poderosa, respetada y respetable dentro de toda la organización. Lo que ha sucedido tras las bambalinas del reciente congreso regional fomentan esa fama de mujer implacable y perversa, para nada dispuesta a contemporizar con el enemigo. Nadie duda de que Susana Díaz era conocedora de antemano del ambiente (ruidoso) con el que se iba a encontrar el SG del PSOE el domingo último en Sevilla nada más subir al estrado.

Ordenar apagar el aire acondicionado un 30 de julio en Sevilla, apertura de puertas al arranque del discurso de Sánchez y murmullos, muchos murmullos entre los congresistas con el objetivo de desestabilizar y descentrar al orador ya de por sí tenso en aquel teatro tan hostil. Esos eran algunos de los efectos especiales que le tenían preparado a Sánchez, que aguantó el tipo con estoicismo.

 

Segunda:  nacionalista española

 

La segunda losa (de mármol de Macael) que Susana Díaz tiene sus espaldas políticas tiene que ver con su cerrada defensa de la unidad de España, aparentemente el punto de mayor fricción existente entre las direcciones federal y regional a cuenta de eso que llaman plurinacionalidad desde los tiempos de Felipe y ahora puesta de moda por Pedro Sánchez. Por lo que se ve les sigue uniendo a todos la federalista Declaración de Granada. Díaz junto a otros socialistas como Pepe Bono, Rodríguez Ibarra o José Luis Corcuera, Leguina, cada uno en su papel y a su nivel, se han convertido en los iconos socialistas que más dicen defender la unidad de la Patria, puesta en peligro por el independentismo catalán y, en cierta medida, por el radicalismo podemita para lograr sus fines de cargarse el Estado. En verdad ninguno de estos  baluartes socialistas de la unidad de España, jaleados desde la derecha más extrema en sus TDT-Party, defiende algo distinto a los demás, pero son sus formas y el ímpetu que utilizan el que les otorga imagen y fama de nacionalistas radicales españoles.

Quizás por esta razón la presidenta andaluza opta por arroparse estratégicamente en la bandera blanquiverde y anteponer un presunto nacionalismo andaluz que, de paso, le sirve para marcar distancias internas con Ferraz. Pese a todo Susana Díaz sigue arrastrando a nivel popular cierta aureola de heroína tipo Agustina de Aragón frente al enemigo invasor.

 

Tercera: no le gustan la urnas y el debate interno

 

Y la tercera losa que aprisiona a Susana Díaz tiene que ver con su concepción de la democracia interna en su propio partido. Su historial político avala la tesis extendida y por muchos padecida de que a Susana Díaz no le gustan las urnas. No es partidaria de la existencia de primarias y del debate interno de ideas y modelos de partido; por esa razón trata de evitarlo cada vez que se le presenta ocasión. Sucedió, por ejemplo, en las primarias andaluzas que ella ganó, aunque no se llegaran a votar. Su adversario entonces, Luis Planas Puchades, tuvo que retirarse por no haber podido conseguir los miles de avales suficientes para comparecer. Ni un solo gesto o palabra se recuerda en aquellas fechas en el sentido de relajar las exigencias normativas en favor de un debate de ideas y proyectos, muy necesario ya entonces en un partido camino de llevar gobernando cuarenta años en Andalucía, si se incluye la preautonomía.

Pero si en aquellas primarias decisivas para la Sra. Díaz todo se ajustó al rigor de los estatutos y normas del PSOE-A, pasado el tiempo y los acontecimientos (que han sido muchos y muy graves) parece que nada ha cambiado y a los congresos provinciales por venir hay que remitirse.

Mantener el 20% de los avales (38º Congreso), frente al 3% (39º Congreso) en que quedó modificado, es otro síntoma que demuestra el escaso interés por abrir el debate interno en las agrupaciones provinciales. Sobre todo, si se tiene en cuenta que esta vez las propias normas congresuales aprobadas hubiesen avalado sin mayor problema que se optase por menos avales, un 3% frente a un 20% por el que se ha elegido y, así, posibilitar la concurrencia de candidatos con el consiguiente debate de ideas. Un dirigente federal andaluz confesaba que son muchos los militantes que en provincias prometen el voto (secreto) pero no el aval (público). “Si no tenemos el aval primero, difícilmente podremos presentar candidatura alternativa” se lamentaba, consecuencia todo de la red clientelar establecida desde la Junta con cuadros y militantes del partido en cada territorio. No sería exagerado afirmar que más del 70% de delegados al último congreso eran cargos públicos de confianza.

 

Recuperar a Alfonso Guerra para la F. Perales

 

Susana Díaz, tanto si quiere permanecer trabajando por Andalucía, como si decide permanecer atrincherada en su fuerte esperando el momento que caiga Sánchez, debería ir quitándose esas losas que pesan demasiado para permitirle volar con cierta garantía de éxito en sus aspiraciones presentes y futuras regionales o estatales.

Es difícil creer que una dirigente política a la que atenazan clichés ganados a pulso como ser la Cruella de Vil de la película, tener una imagen de rancia nacionalista española o no ser partidaria de la democracia interna, pueda aspirar a mantenerse en estos tiempos al frente de una responsabilidad política, ya sea como presidenta de la Junta ya como Secretaria General del PSOE.

Susana Díaz necesita asesoramiento, pero sobre todo que se deje aconsejar en esta encrucijada de pan para hoy, hambre para mañana en la que se encuentra. Dicen que el siguiente episodio de este singular juego de tronos andaluz pasa por la recuperación de Alfonso Guerra al frente de la Fundación Alfonso Perales, en sustitución de Amparo Rubiales, acusada de haber sido demasiado tibia en la guerra pasada. De confirmarse sería una forma de decirle al SG Sánchez que se equivocó quitando a Guerra de la Fundación Pablo Iglesias.

 

*Pepe Fernández es Periodista. Editor y Director de Confidencial Andaluz

@Pepe_Fdez