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Lecturas

Infanta no es Belén Esteban, pero tiene el título de ‘princesa del pueblo’. Curioso título en un pueblo que cada día echa menos cuenta a su monarquía

Clara Guzman
Clara Guzman

Dicen que Ortega y Gasset decía que una obra de caridad sería no publicar libros superfluos. Ortega, como ustedes saben, era un filósofo de mucho peso. A saber: Era Ortega, era Gasset y eran sus circunstancias, que, tirando por lo bajo, podían ser el equivalente a toda esa masa que se apelotona a las puertas de los comercios cuando toca Black Friday. Sí, porque la masa sólo se amontona en este tipo de ocasiones. Cuando es viernes negro de compras prenavideñas, que es lo que significa Black Friday, que, en román paladino, puede llegar a ser  “la fiesta de Blas”.  Mucho más puesto en razón por estas latitudes. Se amontona, pero rebelarse, lo que todos entendemos por rebelarse, la masa se rebela cuando el abrigo elegido es codiciado por cuatro pares de manos más. Entonces es muy normal que la cuestión se resuelva a primera sangre.

Ortega se ha quedado viejuno para las jóvenes generaciones que, entre otras cosas, nunca utilizarían la palabra caridad. En todo caso, solidaridad, que, como ustedes saben, suele ir aparejada a marketing y gran despliegue de medios en esos reportajes en que sale espléndida la actriz o modelo de turno, rodeada de infantes harapientos de ojos espantados ante tanto revuelo.

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Infanta no es Belén Esteban, pero tiene el título de princesa del pueblo. Curioso título en un pueblo que cada día echa menos cuenta a su monarquía, pero donde los niños son reyes o reinas de la casa y donde el ligón de Facebook, una nueva modalidad de ligón, te suelta un princesa en el primer párrafo de su mensaje a “bocainternet”. Claro que, siguiendo con la terminología, Belén Esteban fue reina de ventas al vender en un mes 100.000 libros de su obra, Ambiciones y reflexiones, editada por Espasa el año 2013. En aquella fecha, el escritor que más vendió fue la cantidad de 12.166 ejemplares. Así, que no sería un libro superfluo; en todo caso, un libro superventas.

Realmente, el oficio de escritor ha entrado en franca decadencia. A las últimas presentaciones de libros que he asistido, el autor era una especie de convidado de piedra, mientras que el auditorio escuchaba hasta llegar al sopor a unos grandilocuentes señores empeñados en que todos supiéramos que se habían leído la novela. Ya saben aquello de dadme un micrófono y aburriré al mundo. Claro que también he presenciado la arrogancia de un editor narrando al respetable cómo llevó al autor por la senda de “lo negociablemente correcto” al corregirle, en rojo, todo lo que no aportaba euros; perdón, todo lo que era superfluo.

Ambiciones y reflexiones debe ser un libro de enjundia, de mucha enjundia, dado su elevado número de ventas y teniendo en cuenta el consejo orteguiano, unido a los desvelos de los editores por acercar al lector obras de gran relevancia y trascendencia. Hoy, en el supermercado, me he dado de bruces con Lecturas, en cuya portada aparecía una cándida Olvido Hormigos rodeada de sus hijos, un atrezo que empieza a ponerse de moda. Entonces, por asociación de ideas, me ha entrado esa duda metódica para cultivarme este fin de semana: ¿Belén Esteban u Olvido Hormigos? A una le editó un libro Espasa y a la otra la orean en una revista que se llama Lecturas. No sé si pedirle consejo a mis circunstancias.