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Llegó el ‘Pablismo-leninismo’

Pablo Gea
Pablo Gea*

Pues ya hemos visto cómo se ha resuelto Vistalegre II. Contundente victoria del verdadero aglutinador del proyecto PODEMOS, mi querido tocayo Pablo Iglesias, que revalida su Secretaría General con el 89% de los votos, controlando por ello el 60% de dirección del partido. La alegoría del “tren precintado” toma forma de manera vertiginosa. No en vano, los alemanes metieron a Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, en un vagón -no un tren entero- precintado para enviarlo a Rusia y que así desestabilizase el gobierno republicano que combatía contra ellos en la Primera Guerra Mundial. Pablo Iglesias conoce bien la historia, lo mismo que la obra y vida del dictador. Por eso se coloca fantasmalmente en su figura cuando afirma aquello de que “necesitamos trenes precintados”, como acertadamente caviló “un compañero que hablaba de los sóviets en 1905, aquel calvo con una mancha en la cabeza (¡), que era una mente prodigiosa”, aunque lo confunda con Gorbachov (por lo de la mancha en la cabeza, claro).

Vistalegre II no ha sido el desenlace del enfrentamiento entre los fieros bolcheviques y los descafeinados mencheviques. La lucha ha sido por si volvían a precintar el vagón, porque los ocupantes son exactamente los mismos. Iglesias y Errejón no difieren en el planteamiento. Sólo en el tamaño del precinto. Sólo en la táctica de camuflaje a la que han estado jugando los astutos marxistas 2.0 que conocen bien las tácticas de sus referentes. Saben que con banderas de la URSS y con un discurso radical de clase no van a hacer nada. Su montaje pasa por camuflarse, fingirse renovadores aunque sus planteamientos sean nauseabundamente rancios. Cambiar el rojo por el morado. Quitar al calvo con perilla para poner al coleta con barba. Utilizar los resquicios de la “democracia liberal” para “asaltar los cielos”, tomar el poder e implementar su sistema. Intenciones que nunca han ocultado.

 

Vistalegre II no ha sido el desenlace del enfrentamiento entre los fieros bolcheviques y los descafeinados mencheviques.»

 

Vistalegre II no es más que la confirmación de todo esto, sólo que en su versión más descarada. El centralismo democrático del todopoderoso Secretario General de la formación morada ya vino explicado por el mismo Lenin en su obra ¿Qué hacer? (1902), que concibe el Partido como “una organización de revolucionarios (…) que sustente de manera firme el punto de vista del marxismo, que dirija toda la lucha política y disponga de un Estado Mayor de agitadores profesionales” asegurando así “algo mucho más importante que la ´democracia´, a saber: la plena y fraternal confianza mutua entre revolucionarios”, de manera que se forja una organización que “elevada sobre una base teórica firme y contando con un órgano socialdemócrata, no habrá de temer que el movimiento sea desviado de su camino por los numerosos elementos “extraños” que se hayan adherido a él (…)” con lo que “la especialización presupone necesariamente la centralización, y, a su vez, la exige en forma absoluta”.

 

Con unos planteamientos claros alimentados por el caudillismo del que siempre ha adolecido la formación, Pablo Iglesias tiene ahora las manos libres para profundizar en su idea de Partido y purgar a todos los discrepantes.

 

Insiste el referente de Pablo Iglesias en la misma obra: “Todo aquél que no cierre deliberadamente los ojos tiene que ver por fuerza que la nueva tendencia ´crítica´, surgida en el seno del socialismo, no es sino una nueva variedad del oportunismo. Y si no juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que ellos mismos se han puesto, ni por el sobrenombre pomposo que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por la clase de propaganda que llevan a la práctica, veremos claramente que la ´libertad de crítica´ es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses.” En estas palabras se resume lo que bulle en la cabeza del invicto Secretario General, sobretodo cuando le da por tomar por tontos a los votantes diciendo que son socialdemócratas y conociendo a la vez aquello que otro de sus referentes intelectuales, Friedrich Engels, señaló sobre el término: “(…) esta palabra (´socialdemócrata´) puede, tal vez, pasar (mag passieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya meta política es la superación total del Estado y, por consiguiente, también de la democracia.”

Con unos planteamientos claros alimentados por el caudillismo del que siempre ha adolecido la formación, Pablo Iglesias tiene ahora las manos libres para profundizar en su idea de Partido y purgar a todos los discrepantes. La pluralidad y el asamblearismo no son más que una fachada, hábilmente camuflara por un márketing político formidable. El Partido de Lenin está en marcha. Superados los obstáculos internos, los comisarios políticos afines a Iglesias harán lo mismo que hicieron para Lenin: acabar con la oposición. Tengo esperanza aún de que gran parte de los 5 millones de votantes que han cosechado sepan ver el peligro a tiempo y entiendan a las claras que el único camino revolucionario posible en España está en los planteamientos que son opuestos al Estado Totalitario, al Centralismo y a la Dictadura. Aunque sólo suceda cuando se desmoralicen al ver que la población española que huye de los radicalismos les da la espalda y acaban relegados a la marginalidad que con tan patético orgullo sostuvo Izquierda Unida.

Mientras, pueden deleitarse viendo cantar a su líder bajo la bandera soviética y de Lenin. Me pregunto qué opinarían ante un líder que hiciese lo mismo bajo esvásticas y retratos de Hitler. Si nos engañan es culpa nuestra. Ya tenemos al pablismo-leninismo entre nosotros como acuñó Jiménez desde el PSOE. Espabilemos de una vez.

 

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.