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Los virus, las entidades biológicas más abundantes

Existen virus dentro de bacterias y ambos, sumergidos en aguas ácidas, soportan temperaturas superiores a cien grados.

 

MI antigua alumna quiso ser bióloga molecular pero las circunstancias mandaron. Hoy ejerce como médico de familia. Me repetía: «El mundo de las células es fantástico, apasionante…». Sentí pena por una vocación frustrada e, interesado por indagar en el silencioso y microscópico orbe, acompañante del ruidoso berenjenal donde nos desenvolvemos, recopilé artículos y hoy, algo conmocionado por el panorama, extraigo algunas ideas.

 

Esos parásitos celulares llamados virus (del latín virus, veneno) tienen unas estrategias evolutivas sorprendentes. Son como zombis moleculares parecidos a los informáticos: inactivos cuando viajan entre los ordenadores pero mortíferos cuando deciden ocupar el nuestro.

 

Es la entidad biológica más abundante en la Tierra, total, un trocito de material genético rodeado de una cubierta proteica pero capaz de  realizar por sí mismo complicados experimentos de ingeniería genética. Existen virus dentro de bacterias y ambos, sumergidos en aguas ácidas, soportan temperaturas superiores a cien grados. Este comportamiento provoca la admiración de los equipos de investigación y surgen estudios fundamentales por sus implicaciones médicas. Actualmente, las enfermedades infecciosas se propagan con más facilidad y aparecen nuevos, planteando grandes retos a los epidemiólogos. Aunque carecen de la facultad de reproducirse por sí mismo, la naturaleza los ha concebido como perfectos al utilizar el metabolismo de las células infectadas para replicarse en su interior en múltiples copias, casi siempre dañando a las células ocupadas.

 

En una entrevista del inolvidable don Eduardo Punset al profesor Ned Hayes dijo: «Los viajes y el aumento demográfico logran propagar enfermedades exóticas desconocidas, provocando el miedo. Sin duda, el clima influye en la transmisión de dichas enfermedades. Sería posible en pleno invierno la aparición del dengue o la fiebre amarilla.¡Solamente conocemos el 1 % de los virus naturales! Nos queda todavía mucho por aprender, aunque hubo estudios fascinantes durante los primeros años de la arbovirología, en especial los promovidos por la Rockefeller Foundation. En aquella época, se dedicaron a buscar virus en las selvas de Latinoamérica. En un proyecto fascinante para hallar virus nunca identificados, algunos cobraron importancia a escala internacional. El virus del Nilo Occidental constituye un ejemplo de un virus descubierto en Uganda hace muchísimos años, nunca considerado como patógeno humano. Es fascinante ver cómo los virus circulan ahora mismo. En realidad, es muy difícil predecirlo, pero hay expertos trabajando muchísimo en este ámbito. Entendemos los conceptos más generales, pero seguimos sin captar los detalles. Lo interesante, en mi opinión, sería intentar reunir suficiente información para advertir a las personas sobre cuándo adoptar precauciones adicionales. Porque, por un lado, muchas de estas enfermedades son relativamente infrecuentes, ¡pero pueden llegar a ser devastadoras cuando se producen! Nuestra intención no es generar miedo hacia el virus, sino decirle a la gente: ‘Mira, cuando suban las temperaturas y vayas a pasar tiempo en el exterior haciendo barbacoas o jugando a fútbol con tu hijo, protégete contra los insectos, no olvides usar repelente en todo momento y asegúrate de evitar las picadas de mosquitos’. La mayoría procede de animales como murciélagos salvajes, cerdos, aves… Desde la perspectiva científica, la investigación de estas enfermedades resulta estimulante, aunque el motivo principal es prevenirlas. Uno de los campos más apasionantes es el desarrollo de vacunas, pieza clave en la salud pública para combatirlas. La vacuna contra la fiebre amarilla, por ejemplo,  ha protegido a más de 500 millones de personas».

Mi admiración y gratitud a ese ejército anónimo de científicos en lucha permanente para vencer a esos enemigos capaces de empequeñecer a los animales visibles más feroces. Ahora, a luchar todos contra un virus de ínfulas monárquicas, reflexionar sobre nuestras debilidades y desde el aislamiento casero discernir lealtades y oportunismos.