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Los andaluces que cobran el paro

Mientras los políticos regresan a sus despachos de otoño, ¿Cuántos trabajadores de verano regresarán al paro?

La clase política vuelve al trabajo. Para alivio de todos (incluidos ellos mismos), al trabajo de despacho y Parlamento, dejando atrás ese verano de ferias, fiestas, cuando no de llegadas de emigrantes a los que visitar con traje y 40 grados, aunque sin sudor, amigos. Prueben a hacer algo así antes de criticar.

Por mi ciudad adoptiva -Almería- han transitado varios. Como Pablo Casado. Habérselo cruzado no tiene mérito porque en este, su primer verano, ha frecuentado todas partes. Le admiro. No como político, sino por la imagen. Toda esa alegría de vivir y ese optimismo (salvo por lo que hace el Gobierno, que le pone un poco triste) y esa sonrisa permanente, de dientes tan deslumbrantemente blancos que sin gafas de sol te deja ciego. Y coincidí con Adriana Lastra, la portavoz socialista, una noche de feria. Yo, tras todo un día con compañeros de trabajo/partido, que si saludo por aquí, que si por allá, que si comento esto y doy declaraciones sobre aquello, estaría a punto del derrumbe nervioso. Ella no. Esto explica, entre otras cosas, porque no he llegado a nada en política.

Dejaré para otro momento mis opiniones sobre el éxito en política como si el Ignatieff ibérico fuera, y me centraré.

 

Mientras los políticos regresan a sus despachos de otoño, ¿Cuántos trabajadores de verano regresarán al paro? No se si recuerdan, pero el 31 de agosto del año pasado finalizaron en España, de una tacada, 266.362 contratos. Si sólo nos fijamos en los camareros, ese día acabaron 289.652 contratos.

 

Este año, el día 31 cae, además, en viernes. Al final de mes y de vacaciones, se une el de los contratos semanales, no sea que se vaya a tener que pagar y cotizar por el fin de semana. Veremos, pues, la cifra.

La consecuencia de lo anterior es, por tanto, más gente al paro y a cobrarlo. El mercado laboral español se asemeja a una batidora, la gente entra y sale disparada. E esas entradas y salidas no solo se producen pérdidas de ingresos y se frenan decisiones de consumo que vayan más allá de adquirir un kilo de filetes, se gastan recursos públicos que podrían tener otros usos.

Pues ese “irse al desempleo” (como dicen en mi barrio), tiene también una diferencia entre el norte y el sur, no iba a ser tan solo en la tasa de paro. Hay unos datos que, quizá, no son los que imaginamos. En el País Vasco, con la tasa de desempleo en poco más del 10% frente al 23% andaluz, cobran el paro -el que sea- un 42% de los desempleados y en la Comunidad andaluza el 64,2%. Y eso que esta cifra, para poder comparar, no incluye los agrícolas, los que reciben el subsidio agrícola o la renta agraria, unas prestaciones por desempleo creadas solo para Extremadura y Andalucía.

¿Qué nos dice esto? En primer lugar, habla del paro de larga duración. Cuanto más dura el desempleo menos posibilidades tiene ese parado de volver al mercado laboral y las prestaciones por desempleo se acaban. Así pues, en el País Vasco, donde la tasa de paro está en un nivel inferior al que jamás tuvo Andalucía, el problema es el paro de larga duración. El 60% de los parados vascos lo son. Sus cualificaciones no son las que necesita el mercado o, peor aún, lo son, pero su edad es un freno. Las empresas los prefieren jóvenes.

 

En Andalucía, a diferencia del País Vasco, lo que destaca es la temporalidad y las recontrataciones. Las actividades principales son agrícolas, manipulado y envasado, hostelería, Construcción.

 

Los trabajadores salen y entran del desempleo con la familiaridad con la que uno sale y entra del salón de su casa. Y ello se nota en las tasas de cobertura, es decir, en el porcentaje de los que cobran el paro. Insisto, si se incluyera a los que cobran prestaciones por desempleo agrícolas, esa tasa sería mayor.

Así pues, Andalucía tiene un paro de larga duración que representa el 52,10% del total de parados respecto al total (comparen con el 60% del País Vasco) pero su número es tal, 457.000 personas, que supone un verdadero problema de futuro, y todo ello sin dejar de destacar que en un año este tipo de paro ha bajado en 75.000 personas, pero (siempre hay un pero) en la mayoría de los casos por pasar a la jubilación, no al empleo. Y es que al tiempo en paro se une la edad.

 

En valores absolutos en Andalucía hay más desempleados tanto de corta, media y larga duración que en las demás Comunidades -y eso que ya hemos comentado el nada desdeñable descenso del paro en los últimos cuatro años.

 

No me quiero repetir, pero aquí llegamos a tener un 36,8% de desempleo en 2013-. Pensemos lo que supone que una media de 530.000 andaluces, y sus familias, dependan de las ayudas al desempleo.

Andalucía necesita retener el talento joven para no quedar atrás frente a otras Comunidades. Para ello debería ofrecer estabilidad laboral, contrataciones indefinidas que permitan romper la rueda empleo-cobrar el paro. Cuando acabe agosto, comprobaremos, una vez más, que la rueda sigue girando.