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Los curriculum menguantes

Creen que nos hacen un favor, que pensemos que fuera de la política ganarían más.

En El increíble hombre menguante, su protagonista está pasando un agradable día en un barco, cuando la tranquilidad se ve un tanto alterada por la aparición de una niebla radioactiva. Era 1957 y estas cosas se veían normales. A partir de ahí empieza a menguar. El protagonista, me refiero. Hasta quedarse en nada. Podría haber dimitido, que en ese caso me da que era mediante el suicidio, pero no. Se adaptó y, básicamente, siguió utilizando a su cónyuge para que le hiciera la comida, aunque en un dedal. La crítica vio en ella la eterna pregunta de quién soy y la adaptación del hombre ante la adversidad dice la crítica.

En el remake español, el caso Cifuentes haría de niebla radioactiva y como afectados los curriculum de docenas de dirigentes políticos. También plantea la eterna pregunta de quién soy (la respuesta que la ponga cada cual) y se adaptan y siguen comiendo.

En los curriculum menguantes hay casos extremos. Es fascinante. La gente, que es mala pero previsora, ha realizado capturas de pantalla y twitter es un continuo antes y después. A estas alturas no extrañaría encontrar algunos antaño de una página reducidos a un discreto “soy abierto, agradable y querido en el grupo”

La segunda, y más importante, el nombramiento da el conocimiento. En cuanto te nombran ya sabes de todo y cualquiera de tus observaciones se considerará tan profunda como graciosa.

En este Götterdämmerung con música de Wagner, han fenecido títulos de ingeniero, abogado, psicólogos, pedagogos o historiadores. Y, para alegría de todos nosotros, esos másteres en liderazgo que empiezan por siglas, y emiten escuelas o Institutos con denominaciones que también son siglas.

Ahí había de todo, muy especialmente vanidad. Había másteres que luego eran programas para el Liderazgo en la Administración Público, consistentes en un curso de octubre a julio de una tarde al mes con almuerzo incluido. Esto último lo resalta mucho el programa, acreditando conocer bien a las élites patrias. Había de todo, y en estas tardes de lluvia entretiene leerse el contenido de esas pomposas titulaciones que se van desprendiendo de las biografías.

A ver, amigos, pero si aquí, en política, se asciende a través de un intercambio clientelar, una permuta de adhesión por puestos, desde los que se trabaja la adhesión y se mantiene el puesto. Esta son las dos únicas lecciones de liderazgo que se necesita saber. Una, pegarse al estrechamente al actual líder para, llegado el momento, hacer como él. Empujar al de delante, que se despeñe y lo sustituyes. La segunda, y más importante, el nombramiento da el conocimiento. En cuanto te nombran ya sabes de todo y cualquiera de tus observaciones se considerará tan profunda como graciosa.

No se explica que utilidad puede tener, para el común de los mortales, un máster en derecho autonómico.

La telaraña clientelar formativa empieza a romperse por tantos másteres y cursos diseñados, en realidad, para lustre de políticos en activo. No se explica que utilidad puede tener, para el común de los mortales, un máster en derecho autonómico. Como te muevas seis kilómetros, te sales de tu Comunidad y no te lo convalidan. Esos cursos -digamos especiales- establecen una relación que alguien menos amable llamaría intercambio de favores. Ya habrá tiempo de pagarlo.

¿Por qué todo esto? Por el horror vacui. Al folio vacío. La necesidad de muchos políticos de hacernos creer que están en esto por hacernos un favor, pues podrían estar ganando mucho más fuera de la política. Frase esta última que me recuerda al encarcelado dirigente madrileño Granados, que se la aplicaba a sí mismo con gran desparpajo.

Quedémonos, pues, con lo positivo que traerá el Cifuentesgate. Llega el momento de aceptar el vacío, los curriculum que digan estoy en ello para ganarme la vida. ¿Por qué no? Si están para poder comer, ya procurarán agradar al votante y poder seguir comiendo. Si es su profesión, y no un favor que nos hacen, intentarán hacerlo bien. Eso, que lo intenten, es todo lo que les pedimos. Un poquito de honestidad, dentro de los límites normales, que no somos Robespierre. No tenemos muchas esperanzas, no obstante, porque el gran mal es el sistema electoral. La forma de elegir crea a los elegidos. Y nunca se ha visto a los sapos ponerse a desecar la charca