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Los daños enormes de Sánchez a España y al PSOE

Francisco Rubiales
Francisco Rubiales*

A pesar de su expulsión y de no haber alcanzado su sueño de ser presidente del gobierno, Pedro Sánchez ha causado a España, a los españoles y a su partido enormes daños. Y lo más grave es que amenaza con seguir causándolos. Si le dejan culminar la secesión dentro del PSOE, es posible que supere en estragos a Zapatero, el inepto al que tuvieron que retirar del poder porque estaba arruinando a España y a su partido.

Por culpa de su ex secretario general, un tipo obsesionado con el «No» y con su poder personal, el PSOE perdió la oportunidad de gobernar desde la oposición, tras haber colocado en el gobierno a un PP en minoría, al que podría haber controlado desde fuera e impuesto medidas importantes en favor de la regeneración y la justicia social. Pero Sánchez, corto de horizontes y crispado por el odio al adversario, prefirió emplear su energía en acosar al PP, provocando, a la larga, el crecimiento de su fuerza y de su posición entratégica.

Por culpa de Sánchez nadie va a obligar al PP a que deje de despilfarrar, que abandone la política de endeudamiento atroz, que castigue con fuerza a los corruptos…

Si Pedro Sanchez hubiera sido lúcido e inteligente en lugar de un obtuso aferrado al «NO», habría conseguido que el PP gobernará sometido a un programa de regeneración y de medidas que habrían hecho de España un país más justo y decente.

La imbecilidad de Sánchez ha conseguido al final que el PP pueda gobernar ahora sin excesivas presiones, sin obligaciones ni compromisos, con la seguridad de que unas terceras elecciones le harían crecer y, si lo desea, con la misma arrogancia y lejanía del pueblo y de la democracia que exhibió en los últimos cuatro años de gobierno.

Por culpa de Sánchez nadie va a obligar al PP a que deje de despilfarrar, que abandone la política de endeudamiento atroz, que castigue con fuerza a los corruptos, que obligue a los ladrones a devolver el botín y que proteja a los más débiles con medidas sociales eficaces.

Por culpa de la torpeza de Sánchez, Rajoy podrá seguir engordando un Estado que ya es tan enorme que resulta imposible de financiar y Sánchez será el culpable de que Rajoy mantenga la injusta y escandalosa masa de aforados (más que todo el resto de Europa junta), un privilegio judicial de la clase política que apesta a medievo y que quebranta el prestigio y el respeto a España en la comunidad internacional.

La torpeza y el egoísmo brutal de Sánchez han puesto al PSOE de rodillas y lo han debilitado por muchos años. 

Claro que toda la culpa no es suya porque culpables han sido también los que le arroparon y le siguen y los socialistas cobardes que le permitieron mantener durante sus dos años de poder su concepción mezquina y llena de odio de una política socialista ajena a la democracia, a la ciudadanía, pobre en ideas, obsesionada con la táctica del poder y habituada ya a anteponer los intereses propios al bien común.

Sánchez, al igual que en su día hizo Zapatero, ha dado alas al independentismo catalán y sus coqueteos con el PSC han alejado a la organización socialista de Cataluña de la disciplina y la obediencia, logrando que, de hecho, el socialismo catalán esté radicalizado y lejos de las ideas y criterios que conserva el PSOE.

El partido, si no quiere morir de anemia ideológica y de cobardía blanda, tendría que expulsarlos, si culminan la fechoría

Pero lo peor del «sanchismo» es que ha convertido al PSOE en un partido dividido, confundido, débil y sin orgullo ni respeto por su propia trayectoria, muy frágil ante las tentaciones y embates que proceden del radicalismo populista que encarna Podemos, hasta el punto de que el socialismo español necesita un rearme ideológico y de autoestima tanto como una regeneración ética.

Que nadie se equivoque porque ni Pedro Sánchez ni su veneno están erradicados tras la rebelión del pasado sábado que le expulsó de la secretaría general. Él y los suyos, conscientes de la debilidad y de las divisiones y dudas de la organización socialoista, quieren volver y están decididos a retar la fortaleza del partido rompiendo la disciplina de voto cuando Rajoy sea investido.

El partido, si no quiere morir de anemia ideológica y de cobardía blanda, tendría que expulsarlos, si culminan la fechoría, como también tendría que realizar en Cataluña una purga de hondo calado para limpiar el socialismo catalán de indpendentistas infiltrados y de promotores de la división y el odio a España.

Veremos si se atreven.

*Francisco Rubiales es Periodista.