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Los mártires que sí lo fueron

Opinión/ RAÚL VELASCO.- En el corazón de Europa, en París, nueve hombres buscaron martirio sin entender que los mártires mueren por fe, no asesinan por ella.

Hagamos un poco de historia. A mediados del siglo IX, durante el Emirato Cordobés, comenzó a surgir una corriente de pensamiento cristiano que abogaba por el “martirio voluntario” en defensa de la fe católica. Esta peculiar forma de concebir sus creencias causó numerosas muertes. Sin ir más lejos, los escritos de Eulogio –cristiano y mártir–, en su Memoriale Sanctorum, nos hablan de casi cincuenta ejecuciones de cristianos que declararon abiertamente su fe y blasfemaron contra la religión islámica.

Otro dato llamativo es que los cristianos, judíos y zoroastristas eran llamados por los musulmanes dhimmis, o “gente del libro”, lo que quería decir que no eran considerados paganos. Por el contrario, se les había revelado una parte de las enseñanzas divinas, una pequeña porción de la suya, con lo cual estas otras religiones eran toleradas dentro del califato. Esta tolerancia venía acompañada del pago de un tributo al emir o al califa para poder profesar su fe. Entonces, ¿a qué se debió la existencia de estos mártires?

Tras un siglo de gobierno árabe, los cristianos; en un primer momento muy superiores en número a los musulmanes, empezaron a verse amenazados. La basílica de San Vicente Mártir, la más importante de la ciudad, fue derruida para construir la actual Mezquita de Córdoba. Esto horrorizó y dejó un profundo sentimiento de desasosiego en estas comunidades cristianas.

Muchos cristianos de origen hispano que vivían en territorios musulmanes, es decir, mozárabes, empezaron ahora a profesar la fe islámica, en parte para librarse de los impuestos de fe, en parte porque la aculturación religiosa era cada vez más fuerte. Otros muchos optaron por huir a los reinos cristianos del norte, aunque la mayoría se quedaron en los barrios y cenobios cristianos, muy populares aún en la ciudad. Pero lo que más incidió realmente en la popularización de estos “martirios voluntarios” fueron los matrimonios mixtos entre musulmanes y cristianas.

Según la ley del momento los hijos de padre musulmán, aun teniendo madre cristiana, eran considerados legalmente como musulmanes, y por lo tanto se les tenía prohibido profesar el cristianismo. Las primeras mártires musulmanas fueron las hermanas Nunilo y Alodia. Eran fruto de uno de estos matrimonios mixtos, hijas de padre musulmán y madre cristiana, de la ciudad de Osca, pero educadas en el cristianismo. Terminarían siendo ridiculizadas públicamente y, al no arrepentirse y seguir defendiendo su fe, fueron decapitadas en la plaza de la ciudad en el 851, durante el gobierno de Abderramán II.

Córdoba, epicentro de los «mártires voluntarios»

La noticia llegó hasta Córdoba y aquí es donde se dará la mayoría de los “martirios voluntarios”. Los cristianos de la ciudad piensan que algo debe hacerse, y llevados por una fe ciega muchos declaran abiertamente su credo, blasfemando contra el islam y proclamando al Dios cristiano como el único verdadero y digno de devoción. Clérigos, monjas y ciudadanos serán decapitados por igual y lanzados al río Guadalquivir que bordeaba por el Este la gran mezquita. Eulogio no sólo documentará todos estos sucesos, sino que apoyará a estos “mártires voluntarios”, y los animará a estos suicidios a veces hasta colectivos. Será nombrado Obispo de Toledo por su labor, contraviniendo al propio Obispo de Córdoba, que tildará a estos mártires de extremistas.

Finalmente será apresado, junto con su hermana Anulona, cuando intenta ayudar a escapar a la joven Leocrecina, cristiana convencida y noble cordobesa encerrada por sus padres por miedo a que blasfemara contra el islam y fuera condenada a muerte. Los tres serán juzgados y decapitados en el 859.

Con la muerte de Eulogio, el principal impulsor de esta corriente, el número de “mártires voluntarios” desciende notablemente hasta desaparecer. Eulogio será declarado Santo por la Iglesia Católica y sus reliquias serán trasladadas junto con las de Leocrecina a la catedral de Oviedo para ser veneradas. Cuatro siglos después, Fernando III conquistará Córdoba, exiliando a los musulmanes y apresando al alminar de la mezquita dentro de una torre cristiana.

Se suele decir que siempre hay que conocer la historia para que no se vuelva a repetir. En este caso, conocerla nos permite analizar las barbaries que antes o después se producen enarbolando la bandera de la fe. Tras más de mil años, desgraciadamente los “asesinos voluntarios” harán “mártires involuntarios” a muchos inocentes en las calles de Europa.