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Los nuevos tics dictatoriales 

Benito Fernandez
Benito Fernández

Decía un proverbio de Antonio Machado aquellos de “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Como en muchas otras sentencias poéticas reflejadas en sus proverbios y cantares, al maestro sevillano de la Generación del 98 no le faltaba razón. Son muchos los que en estos difíciles momentos en los que vivimos se creen en posesión absoluta de la VERDAD (así con mayúsculas) despreciando las opiniones y las ideas de quienes piensan distinto a ellos. Que eso le ocurriera a personas que se vieron beneficiados del resultado de la guerra civil y de la consiguiente y larga dictadura de Franco, se podría entender aunque no compartir. Pero que esos tics dictatoriales más propios de regímenes bananeros o de ideologías fascistas o comunistas de infausto recuerdo provengan de nuevos políticos nacidos en una España democrática, que han gozado de libertades y dádivas de la sociedad del bienestar y que han estado amparados por un estado de derecho, es algo absolutamente incomprensible.

Viene todo esto a cuento por las excesivas acciones violentas que están protagonizando los afiliados y simpatizantes de Unidos Podemos y de sus otras marcas afines en este inicio de la campaña electoral del 26-J. Agresiones, escraches, insultos y otros actos violentos contra líderes o candidatos del PP o de Ciudadanos son inadmisibles en una sociedad moderna que se jacta de demócrata y tolerante. Pero seamos serios, la culpa de estas deplorables, denigrantes y aborrecibles situaciones no la tienen las diversas bandas de cretinos y descerebrados que las protagonizan en Vallecas, en Barcelona, en Valencia o en Sevilla, la culpa la tienen quienes, desde hace algunos años y amparados por la libertad de expresión que otorga una Constitución que ellos denigran, se han dedicado a sembrar la semilla del odio y el revanchismo.

Dado lo aficionados que son estos nuevos profetas de la libertad a las redes sociales y a las nuevas tecnologías, solo basta entrar en Youtube y contemplar los diversos vídeos de Pablo Iglesias y otros dirigentes de Podemos lanzando proclamas de justificación de la violencia contra aquellos que no comparten sus ideas. Son lobos con piel de cordero, sepulcros blanqueados que ahora tratan de venderle al personal una imagen amable de socialdemócratas con el único fin de arrabatarle al PSOE su hegemonía de centro izquierda y captar nuevos apoyos en el único segmento electoral que les falta por conquistar que son los votantes de más de cincuenta años de la clase media, que han vivido y colaborado con su esfuerzo y sus votos en darle forma a esta democracia consolidada tras la difícil y complicada transición y amparada por la Constitución de 1978 respaldada abrumadoramente por la inmensa mayoría del pueblo español.

Agresiones, escraches, insultos y otros actos violentos contra líderes o candidatos del PP o de Ciudadanos son inadmisibles en una sociedad moderna que se jacta de demócrata y tolerante.

Con todo lo que más me enerva de estas nuevas formas de hacer política, lo que me saca de quicio es la apropiación que Iglesias y los suyos hacen de un sistema político que se quieren cepillar al estilo de Stalin, de Fidel o de Chávez. Según ellos, Podemos tiene entre sus principales objetivos el recuperar la democracia (?), aunque esa democracia perdida y encontrada por Iglesias tirada en una bolsa de basuras, pretenda el control absoluto de los medios de comunicación no son de la cuerda, cercenar la lubertad e expresión, la vuelta a la autarquía franquista, la subida de impuestos y el ataque directo a la propiedad privada, entre otras muchas lindezas. Yo, sinceramente, prefiero la actual democracia por muy perdida que esté, que la que ellos pretenden imponerme a la fuerza.

Y lo peor de todo es que pintan bastos. Que si no le funciona a PP, PSOE y Ciudadanos, la estrategia del miedo, es muy posible que, no digo el próximo día 26 pero sí a medio plazo, Unidos Podemos se conviertan en el Syriza español y Pablo Iglesias en el Alexis Tsipras que nos meta a todos en un lío del que va a ser difícil salir. Esperemos que, por una vez y sin que sirva de precedente, las encuestas no reflejen lo que va a salir de las urnas dentro de dos semanas. O, al menos, que si clavan los resultados, algunos líderes políticos españoles tengan la suficiente cabeza como para optar por el camino menos peligroso de buscar un Gobierno estable que pueda confirmar la esperanzas de desarrollo y creación de riqueza que tanto deseamos todos. Solo eso podría frenar el imparable ascenso del maniqueismo obsoleto de esa nueva izquierda que no es sino la resurrección atemporal de unos regímenes que ha demostrado su ineficacia y su inmoralidad tanto en el Este de Europa como en el lejano Oriente, en África o en América Latina.