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Los pensamientos del té, Guido Ceronetti

Ofrece al lector exigente  una singular lucidez  y a estimular en él “curiosidad desesperada en continuo movimiento”.

 

 

Este genio y figura más allá de la sepultura, que sin género de titubeos se llama Guido Cenotetti, muestra de sencillez  consigo mismo que suele tomar té dos veces al día,  muy de mañana  y a las cinco de la tarde, como en el emocional poema de Lorca a Las Cinco de la  tarde, en memoria del torero y  entrañable amigo Ignacio Sánchez Mejías. Tragedia clásica de un genial poeta vilmente asesinado por fascismo y la envidia provinciana.

Y a esa hora de la tarde, mientras saborea su té chino, el filósofo y humanista piensa, sobrevuela, luego existe. Y va tomando nota, medita, luego escribe, invitando a disfrutar del  sabor de su  pensar crítico y vivaz, insobornable en este mundo partido en dos: “La Vía Occidental: cuanto más nos ceban, más nos chupan la sangre.  Vía del este: no hay que cebar, basta con chupar la sangre”

 

Y a esa hora de la tarde, mientras saborea su té chino, el filósofo y humanista piensa, sobrevuela, luego existe.

 

Severamente duro  con la política oficial: “El socialismo ha tenido dos caras: una tontorrona, incierta, insulsa, traidora (la socialdemócrata) y la otra criminal (comunista leninista). Y por la “iglesia miserable ha abrazado el martirio algún noble y desdichado mártir podremos estarle agradecido por haber dado un timbre de nobleza a los crímenes, por haber introducido demencia coagulada en un cáliz del altar” Y sobre dichos criterios básicos y a la vez cultos con los ejemplos de sabios y escritores, de heterodoxos siempre perdedores pese a la razón de sus planteamientos. Aquí la disyuntiva de mi  admirado Josep Conrad “Comprender que en la vida hay elección. O pudrirse o quemarse”, protagonizamos el crudo desnudo de la existencia. Pues son los poderes establecidos y envilecidos los que mandan y destruyen con su desmedida avaricia, que nos puede hacer ver al desnudo nuestra desconfianza y desapegos, a quienes se consideran nuestros valedores de  los ciudadanos. Pobre de nosotros cuando no tenemos un Cicerón que “condene en el senado las matanzas de los partidarios de Catilina”.      Guido Ceronetti  humanista, filósofo, poeta, traductor y autor de una extensa obra literaria. Muestra sin estridencia y en lenguaje rico por su sencillez, toda su enorme experiencia de la cultura, sin pretender ser el sabio que conduce, sino sencilla erudición a través de “Los pensamientos del té” Ricas reflexiones sobre fragmentos culturales y reflexiones breves pero  poseídas de sentido  de claridad meridiana ampliamente diversos donde el autor despliega sus amplios conocimientos sobre literatura, etimología, política, filosofía o arte,  de toda una desbordante personalidad del saber actual sostenidos por el pedestal de valores vivos de los clásicos.

 

Muestra sin estridencia y en lenguaje rico por su sencillez, toda su enorme experiencia de la cultura, sin pretender ser el sabio que conduce, sino sencilla erudición a través de “Los pensamientos del té”

 

Los pueblos tienen necesidad de unas creencias sobrenaturales a las que acogerse, de lo contrario qué sería de ellos, máxime si como en la actualidad solo una minoría (tal vez siempre ha sido así) sabe por si misma elegir lectura, el resto, la masa alienada por el poder, solo lee lo que le dictan para su sumido consumo alborotador  del poder gustoso, incluida la televisión y la autología del coche. Como señala Sura la Vaca: “Si no fuese por la protección de Dios a una parte de los hombres respecto a la otra. La tierra estaría corrompida”. Lo triste, lo desesperante es, cuando tan necesario Dios en entronizado y dirigido a las masas con intereses terrenales nada divinos por las mitras corrompidas bajo el disfraz de la santidad.

Guido Ceronetti a sus noventa años de rica y elogiable vida dedicada al pensamiento sobre la actualidad social política y religiosa, con Los pensamientos del té editados con esmero en Cuadernos del Acantilado, traducción de José Ramón Monreal, ofrece al lector exigente  una singular lucidez  y a estimular en él “curiosidad desesperada en continuo movimiento” Sin ellos, al igual que de otros, “la desesperación n o tendría límites”  Por eso no nos debe de entrañar que los poderes económicos establecidos miran de reojo a aquellos que leen. Y es que leer con crédito y razón nos lleva a pensar, Libertad de pensamiento, lo contrario del orden establecido.