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Los unos y los otros

¿Qué queda de aquella Susana Díaz que imploraba respeto a la lista más votada cuando era ella la que pedía ser investida? ¿Qué de las apelaciones al sentido común?

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Pepe Torrente

De Susana Díaz no podemos esperar alardes de política grande hasta que no llegue cualquier campaña, bien sea para ocupar Ferraz al grito de a mí el puño y la rosa que nos hunden los novicios; bien porque sea obligada su concurrencia porque hubiera que repetir elecciones generales con ella de cartel principal; o bien porque sea arribado el turno de las autonómicas.

En este tiempo sin urnas, poco más se le oye decir políticamente de esta tierra que tantas carencias presenta aún. Y ello a pesar de haber manejado hegemónicamente los de siempre presupuestos de billones de las antiguas pesetas, antes, y de miles de millones de euros ahora. Pero…

Andalucía sigue su senda de comunidad afecta al mayor número de parados de las regiones de Europa, así como al alto índice de precariedad laboral que sustentan quienes encuentran trabajo. El socialismo,  que critica la reforma laboral como si fuera el pandemonio de todos los diablos, ostenta el primer puesto en la Andalucía y Extremadura que gobiernan en precariedad laboral. Nueve puntos por encima de la media española, y nada menos que veinte puntos más que la media europea. Nada que celebrar por ahí, señora presidenta, señorías del PSOE. 

[blockquote style=»1″]¿Qué queda de aquella Susana Díaz que imploraba respeto a la lista más votada cuando era ella la que pedía ser investida? ¿Qué queda de aquellas apelaciones al sentido común televisadas en directo o en diferido por la Nuestra? ¿Qué hay de aquel sensible ruego al respeto democrático del vencedor de entonces? ¿Qué hay de aquellos gritos desesperados por Andalucía y su progreso? Esos argumentos, ¿ya no le valen para España al PSOE de Susana?[/blockquote]

La procesión de Susana Díaz por los pueblos de la Andalucía que controla (lo de gobernar lo dejamos para otros), va en las mismas andas que su ambición política personal, como buena política nacida, criada y apopada a la sombra del aparato progresí, sevillí y socialí. A la señora aspiranta a suceder al pobre de los 90 escaños parece importarle bien poco el recorte de inversiones educativas de su gobierno, que le llevará a incumplir los convenios ya firmados (hace ya años en algunos casos) para sustituir las caracolas donde dan clase nuestros alumnos; las del frío en invierno y el grueso calor en primavera.

Esa Andalucía que nos da sin pediatras a mano en sus zonas sanitarias más necesitadas, atascada en vericuetos jurídicos de las presuntas inversiones paralegales de Invercaria, es capaz de nominar al pescadero de la esquina como mejor cazador de elefantes africano, si ello hiciera falta al régimen, para no decaer en sus señas más populistas. Ese es el estilo de Susana Díaz, el que dedica más tiempo al partido y a garantizar su hegemonía que a tomar en serio la potencialidad agrícola, turística, monumental, paisajística, y de servicios de nuestra hermosa tierra. Nos queda la sensación, además, de que Susana Díaz es más gallega que andaluza. No sabemos si sube o baja cuando se trata de hablar de sustituir a Pedro Sánchez. Si quiere un pacto por España junto a quienes apoyan la legalidad constitucional, o si busca que desde España la llamen a ella al pacto.

¿Qué queda de aquella Susana Díaz que imploraba respeto a la lista más votada cuando era ella la que pedía ser investida? ¿Qué queda de aquellas apelaciones al sentido común televisadas en directo o en diferido por la Nuestra? ¿Qué hay de aquel sensible ruego al respeto democrático del vencedor de entonces? ¿Qué hay de aquellos gritos desesperados por Andalucía y su progreso? Esos argumentos, ¿ya no le valen para España al PSOE de Susana?

Tan fácil como ir a la hemeroteca, coger aquellas cintas o portadas, verlas y oírlas entre los unos y los otros, y ponerse en la piel de lo que exigían antes para Andalucía, los unos y los otros. Aunque solo sea para no repetir aquellos errores ahora, de nuevo aunque en distinta posición, los unos y los otros. Y usted que lo lea.