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Maldita plaga

Una plaga incrustada dentro del ADN de una parte de los machos alfa de nuestra península.

A principios de este siglo, una plaga acosaba a nuestra sociedad, en nuestro país y en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades. Una plaga incrustada dentro del ADN de una parte de los machos alfa de nuestra península. Como si de un virus se tratara se transmitía de padres a hijos, y así, en generación en generación perduraba dentro de los cromosomas de muchos de estos machos ibéricos. Hasta que, llegó un momento en que los poderes políticos se dieron cuenta que en un país civilizado este mal endémico debía erradicar. La violencia machista no casaba en pleno siglo XXI. A partir de entonces cambiaron la legislación, aprobación de la Ley Orgánica 1/2014, de medidas de protección integral contra la violencia de género, más dura,  restrictiva y daba cobertura legal a la  protección de las víctimas; iniciaron campañas institucionales de sensibilización y concienciación contra las agresiones de pareja. Los efectos de todas estas iniciativas gubernamentales fueron bastante escasos. Las plagas son difícil de exterminar y poner morados los ojos de las personas más débiles y queridas, siempre ha sido una tradición bastante arraigada en según qué lugares como señal de superioridad y arrogancia.

 

Durante aquellos años de principios de siglo y en pleno cambio de la peseta al euro, la prensa escrita, las emisoras de radios y las cadenas de televisiones informaban día sí y día también, de algún caso de violencia de género. Las estadísticas publicadas  sobre violencia de género confirmaban lo que los medios decían  y los datos ofrecidos  por el Instituto Nacional de Estadista eran espeluznantes e inaceptables para  un país que se define democrático y social: 72 mujeres asesinadas por su pareja en el año de la aprobación de la ley orgánica por el legislativo español. Exactamente, más de un asesinato por semana. Toda una vergüenza nacional.

 

De repente, por arte de magia, surgió en el mundo musical una voz desconocida, rompedora y radical.

 

Esta voz emanaba una energía profunda e inconformista que recordaba a la más famosa de todas las reinas amazonas que habían existido en los mitos de la Antigüedad: la bella Hipólita. Hija predilecta de Ares, dios de la guerra, temible para todos aquellos que formaban parte del sexo masculino. Pobre aquel soldado que se cruzaba por su camino en el campo de batalla, nunca más dejaría en estado de buena esperanza a una mujer. Lo mejor que le podía pasar era transformarse en eunuco o cantante de ópera. Aunque esta última opción era difícil porque todavía no se había inventado como corriente musical. Ironías del destino y de este artículo es que al final Hipólita murió bajo la espada de Hércules cuando el héroe griego intentaba robarle el cinturón dorado y mágico, símbolo del poder real de las amazonas.

 

Esta voz desconocida, rompedora y radical que recuerda a la reina Hipólita es la cantante valenciana, Bebe. A mediados del 2004 publica su primer álbum llamado: «Pafuera telarañas», alcanzo la cima del éxito durante el siguiente año con la canción llamada «malo». Esta tenía una letra bestial y maravillosamente real, que plasmaba a la perfección la problemática existente en las relaciones conyugales y de hecho; así como la violencia ejercida de uno de sus miembros sobre el otro. Sin querer con la canción, Malo, creó un himno contra aquellos malnacidos aficionados a soltar la mano más rápidamente que decir te quiero. Y, sin querer también, hizo más para eliminar esta plaga de nuestra sociedad que cualquier campaña institucional. Es tal el éxito y la concienciación que provocó en la sociedad española que durante el 2005 las víctimas de género descendieron un 20 por ciento respecto al año 2004. Luego vino la crisis, ese himno dejó de sonar y en el 2008 batimos el record de almas asesinadas. Concretamente 76 víctimas mortales.

Desde aquella cifra terrible del año 2008,  las víctimas de género han descendido casi a la mitad, los datos del 2016 establecen que fueron: 44 las mujeres asesinadas por violencia machista. Y aunque podríamos alegrarnos por esta reducción considerable, los hechos tristemente sucedidos en Lepe la semana pasada, nos indican que la administración y la misma sociedad no debe bajar la guardia porqué entre otras cosas y, aunque hemos bajado la cifra de menos de una muerte por semana, en cualquier momento  puede  volver a incrementarse, tal como ocurrió en el año 2008 con la llegada de la crisis económica. Así mismo y mientras tanto no salga otro himno contra la violencia de género, nos quedamos con la canción de Bebe y recordamos: “que no se trata así a las mujeres ni se daña a quien se quiere”.