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Marca Rajoy

Clara Guzman
Clara Guzmán

Yo sabía que por el mar corre la liebre y por el monte la sardina, pero nunca me hubiera o hubiese imaginado que Mariano Rajoy, el presidente de la actual función que se representa en el Gobierno, ¿o era en funciones? es que ya me lío, supiera más.  Sabe incluso que por las carreteras tienen que ir los coches y que de los aeropuertos salen aviones. Digo lo de que supiera más porque siempre lo he visto muy ajustado a derecho. O sea, muy ajustado a derecho de leer todos los días el Marca, como marca la ley.

Hombre, tampoco le iba a pedir que fuera un Federico Jiménez Losantos cualquiera, porque ese hombre es que sabe hasta lo que no sabe. No sé si me explico.

Servidora, que nunca ha leído el Marca, porque eso es cosa de hombres, como Soberano, pero el coñá, a ver si vamos a tener un disgusto que no está el horno para bollos, cree que leer ese tipo de periódicos sirve de aprendizaje para evitar que te metan goles. El delito es que siendo habitual del género se los metan hasta en propia puerta.

Rajoy, al que conocí de ministro de Aznar mientras se fumaba un puro (literal, por supuesto) en la Maestranza, es de los que no se enteran de las cosas ni por la prensa. Los periódicos normales y corrientes; o sea, los de información general, los que no son el Marca.

Es verdad que Rajoy es gallego y eso marca la diferencia. Al menos eso dicen los sesudos estudios acerca de las idiosincrasias de los oriundos de las distintas comunidades autónomas en este reino de taifas, en el que por fas o por nefas nos ha tocado vivir. Rajoy es un hombre tranquilo, vamos que tiene pachorra y que aguanta carros y carretas con tal de seguir en el machito. ¡Uy, este artículo me está saliendo muy poco feminista, válgame Isis!  Lo malo de esto es que él aguanta, pero, ¿tiene fuerza moral para exigirle a los demás que aguanten de viva voz o por sms? El señor Rajoy carece de “guasa”. “Guasa” es el nombre coloquial de ese artilugio que carga el diablo denominado WhatsApp. Aunque de maquinaria entiende bastante. Lo dejó bien claro en un encuentro con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora: “Tenemos que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas, porque lo que no va a hacer nunca una máquina es fabricar máquinas”.

No, no es un trabalenguas, es la constatación de un hecho: necesitamos mano de obra que fabrique máquinas. Lo malo es que la mano de obra, ¿dónde está? ¿dónde está la mano de obra?  Música, por favor, de la popular canción “La manguera dónde está, no perdamos el control”… Y en España de máquinas andamos un tanto sobrados. El mismo Rajoy es un máquina, entendiendo el término como un fuera de serie. Es decir, que es rápido y sagaz y a los hechos me remito.

Otro hubiera soltado el discurso habitual y ya manido. Ese de qué buenas son las mujeres, que trabajan en casa, en la calle, en la oficina, en el despacho, son madres excelentes e incluso cuidan de sus padres y de los enfermos. Y de paso le ahorran al Estado un dinerito curioso. Eso, convendrán conmigo, está más visto que decir que yo no estaba al tanto de los negocios de mi santo esposo.

Rajoy, al que conocí de ministro de Aznar mientras se fumaba un puro (literal, por supuesto) en la Maestranza, es de los que no se enteran de las cosas ni por la prensa. Los periódicos normales y corrientes; o sea, los de información general, los que no son el Marca, vamos. Su antecesor en el cargo, el señor González, don Felipe, sí, porque era mucho de leer El País. Y además eran otros tiempos, cuando te manchabas de tinta las manos. Pero, claro, ahora que El País ha dicho que el papel “sefiní”, se acabó para quien no sepa francés, no le vas a pedir a la criatura que se entere por un formato agonizante de las travesuras de Rita Barberá cuando le entraba el “caloret.  El “caloret”,  ahí donde lo ven tan simpático él, puede llegar a ser un atenuante en determinados delitos femeninos. Vamos, que lo he leído en los periódicos. En el Marca, no. El Marca es marca Rajoy y la marca hay que respetarla.