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El comunismo y la yihad

 

Pablo Gea
Pablo Gea*

En estos días sobrecogedores tras los atentados en España desde aquél 11-M que congeló el tiempo, hemos asistido con estupor a un fenómeno no menos detestable, y que deja a más de uno con la duda en el ánimo sobre en qué clase de sociedad vivimos. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la comprensión y a la complicidad cínica de los que engrosan las filas del Régimen de lo Políticamente Correcto con los criminales yihadistas. Un régimen cuyos tentáculos se extienden cada vez más y más hasta llegar a todos los rincones de una sociedad que no se sabe si quiere ser defendida o acribillada a balazos.

 

La manifestación del 26 de Agosto no es más que otro ejemplo, mucho más allá de la politización miserable en que la convirtieron los separatistas catalanes y sus afines. Afines, por cierto, que son los mismos que respecto a los yihadistas censuramos. ¿Cómo puede ser posible que grupos que con tanta desvergüenza defienden desaforadamente las tesis hembristas más disparatadas, los derechos sociales de la clase trabajadora, la hostilidad a la religión y, según ellos, la “democracia”, sientan la más mínima simpatía por quienes mediante el asesinato de inocentes quiere imponer un visión que concibe a la mujer como una auténtica basura, niega el Estado de Derecho, la Democracia, los derechos individuales y sociales y sólo admite la sumisión al dogma religioso por medio del establecimiento de una férrea dictadura? Por una razón muy simple: su propósito es el mismo y sus enemigos también.

 

Esta hermandad entre los dos planteamientos totalitarios comienza durante Guerra Fría, concretamente tras el nacimiento del Estado de Israel y la Primera Guerra árabe-israelí de 1948-1949.

 

Ya ahondé en Cómo funciona el Terror  en la ligazón ideológica de los dos planteamientos terroristas que más víctimas han generado a lo largo de la Historia, el marxismo y el yihadismo. Pero hay más. Para ver el puzle completo hace falta entender cómo los círculos mal llamados progresistas han otorgado siempre una comprensión enfermiza a estas ideas y a sus verdugos, y además han censurado paradójicamente a aquellos que les han hecho frente o que simplemente han declarado la necesidad de combatirles.

Esta hermandad entre los dos planteamientos totalitarios comienza durante Guerra Fría, concretamente tras el nacimiento del Estado de Israel y la Primera Guerra árabe-israelí de 1948-1949. El apoyo decidido de Estados Unidos y de la Comunidad Judía Internacional se ganó de manera inmediata la antipatía de la Unión Soviética, que en esos momentos se hallaba inmersa en la campaña antisemita de los últimos años de Stalin y de la que se contagiaron los partidos comunistas y socialistas del mundo que, o bien habían pertenecido a la Komintern (Internacional Comunista) y ahora estaban coordinados por su sucesora, la Kominform (Oficina de Información Comunista), o tenían algún tipo de afinidad ideológica o política con ellos. Desde ese momento, todo el espectro sociológico que simpatizaba con la URSS, el Bloque del Este, o simplemente pretendía combatir a los mismos enemigos que estos, es decir, Estados Unidos, Occidente, el modelo económico capitalista e Israel, se volcaron en una virulenta hostilidad contra ellos que a su vez tuvo su equivalencia en el apoyo que prestaron a los regímenes musulmanes enemigos del Estado de Israel y en una poco coherente -a priori- sensibilidad por el Islam y el mundo musulmán en su conjunto, a la vez que rechazaban la influencia del Cristianismo en muchas de las sociedades en las que se asentaban.

 

A esto hay que sumar el apoyo que recibieron de los países comunistas, especialmente de la URSS y de sus satélites en Europa, que, además de logística, proporcionaron una nada desdeñable facilidad de movimientos dentro de sus fronteras.

 

La Segunda Guerra árabe-israelí de 1956 acrecentó el acercamiento entre los comunistas y el mundo islámico, a partir de la cual se solidificó la cooperación económico-militar con países musulmanes de Oriente Próximo y el Norte de África (algunos de los cuales desarrollaron dictaduras socialistas), tales como Egipto, Siria, Irak, Libia o Argelia, a excepción de las monarquías petrolíferas del Golfo Pérsico, tuteladas por Estados Unidos. Paralelamente a esto, comenzaron a surgir grupos de terrorismo anti-colonialista, que también gozaron del apoyo y de la comprensión de quienes giraban en torno a la órbita del Bloque del Este, así como grupos terroristas de naturaleza marxista, como ETA en España, el grupo Baader-Meinhof (la Fracción del Ejército Rojo) en Alemania o las Brigadas Rojas en Italia. La estrategia del Terrorismo Internacional fue propiciada por la OLP (Organización de Liberación Palestina), que creó una alianza con los grupos marxistas mencionados y otros similares. Gracias a esta alianza, y al propósito de los grupos terroristas marxistas de convertirse en la vanguardia en la lucha del Tercer Mundo y de Palestina por medio de la creación de un amplio frente anti-capitalista y anti-imperialista, se estableció una relación con los grupos palestinos que implicó entrenamiento de hombres, adquisición de armamento, asistencia económica y ejecución de operaciones conjuntas. A esto hay que sumar el apoyo que recibieron de los países comunistas, especialmente de la URSS y de sus satélites en Europa, que, además de logística, proporcionaron una nada desdeñable facilidad de movimientos dentro de sus fronteras. Esta enorme red también tuvo como beneficiario a otro Estado Terrorista, el Irán de los Ayatolás, que utilizó la red terrorista palestina y sus apoyos para eliminar a gran parte de sus opositores que habían huido a países occidentales.

 

Es por eso que ni la CUP, ni Podemos, ni Izquierda Unida ni sus marcas blancas van a unirse nunca a ningún Pacto Anti-yihadista que se tercie.

 

La caída del Telón de Acero en 1989 debilitó duramente a los tres tipos de terrorismo, anti-colonialista, marxista y palestino, de manera que la orientación islamista que ya se había empezado a dar en estos grupos suplantó cada vez más claramente su anterior orientación ideológica por otra más novedosa y en pleno auge en los albores del nuevo siglo, si bien esto tuvo lugar principalmente en los países del Tercer Mundo, donde el socialismo había convivido e incluso se había mimetizado en determinados casos con cierto tipo de islamismo político. Durante todo este tiempo, escritores, artistas, políticos, grupos juveniles y lobbies dispares que habían simpatizado cuanto menos con el Bloque Comunista y con los países musulmanes no afines a Estados Unidos y que había defendido la causa Palestina frente a Israel, disculparon y relativizaron -como hacen ahora- el terrorismo yihadista, empleando el zafio argumento de que somos los países occidentales los culpables de los asesinatos y que, de alguna manera, nos merecemos lo que nos ocurra. Es por eso que durante una manifestación que debió de ser símbolo de unidad tanto el Rey como el Presidente del Gobierno sufrieron abucheos y pitadas de grupos que alegan que se venden armas a Arabia Saudí, ignorantes de los tratados de intercambio de tecnología militar que existen con casi todos los países con los que se mantienen relaciones diplomáticas, incluido Venezuela. Es por eso que ni la CUP, ni Podemos, ni Izquierda Unida ni sus marcas blancas van a unirse nunca a ningún Pacto Anti-yihadista que se tercie. Es por eso que carecen hasta de la sombra de autoridad moral para condenar ni estos ni ningún atentado después de hacerse fotos con Otegui, recibir dinero de Irán o apoyar a dictaduras como la castrista o la venezolana.

 

Pero, por encima de todo, no podrán superar nunca su ambivalencia a la hora de condenarlos ni su complacencia criminal porque su objetivo es el mismo pero con diferentes medios: atacar nuestros valores y acabar con la democracia liberal, con el Mercado y con el Estado de Derecho. No puede haber nada tan alejado del progresismo real.

 

*Pablo Gea es Analista y Activista Político.

@Pablo_GCO