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Más de lo mismo y menos de lo otro

«¡Si es un más de lo mismo, un pisa palabras irrespetuoso, guirigay ininteligible adobado por sonrisas sarcásticas …

 

Llegóse este caballero a las setas incomestibles alfredianas, saturado de la Meghan Markle, del príncipe Harry, del niño, de la Kate Middleton, del príncipe William, de sus niños , de sus progenitores y con altas dosis envidiosas por tener todos tantas libras llovidas de la bruma inglesa.

Alcanzadas las alturas del recinto donde la abundancia de periodistas resultaba notable, al poco hice una entrada por salida en brevísimo tiempo, incapaz de permanecer en actitud paciente en el primer debate promovido por la SER para las elecciones municipales. «¡Si es un más de lo mismo, un pisa palabras irrespetuoso, guirigay ininteligible adobado por sonrisas sarcásticas … ¡». Tal vez fuese potenciado por un clamor larvado al martillearme el vicio pernicioso de la política ante la acuñada frase: «Mire, ciudadano ilustrado, si alguna promesa no cumplimos, pues oiga, no se me encabrite, tome Prozac, espere cuatro años y no vote al incumplidor». La respuesta resulta falaz porque acabaría con la democracia, o sea, dado el incumplimiento generalizado llegaríamos a una situación social rara: nadie sensato votaría.

Cualquier comprador ─a pesar de estar extendida una garantía de dos años─ antes de soltar el dinero pregunta algo así: «Me resulta algo caro pero ¿tiene garantía acreditada en un documento a ser posible notarial?». Porque considerado el voto como un producto comprado, muy caro e implícito en los impuestos directos, indirectos, circunstanciales e imprevisibles, la exigencia de garantías resultaría obvia. El colosal problema de la alegría gastadora a base de endeudar desmesuradamente, pago ineludible de los puntuales intereses a parte del capital ─un billón doscientos mil millones de euritos─ algunos lo pagarán, posiblemente nuestros hijos y nietos. Estas criaturitas maldecirán a sus antepasados por su egoísmo e irresponsabilidad. Igual con el candente asunto ecológico.

Aun suena la famosa frase de don Adolfo Suárez: «Puedo prometer y prometo…». Redundancia retórica a falta de un final: «…y garantizo con mis bienes personales su incumplimiento». Reconozco mis debilidades por coquetear con las utopías o, si me apuro, con un anarquismo metafísico, añoranzas de un mundo feliz sin Prozac, inhumano en la más quijotesca esencia. Este misterio me acompañó desde la llegada de un supuesto uso de razón, o sea, un mundillo personal cargado de muchas preguntas y casi ninguna respuesta, a lo sumo provistas algunas de argumentaciones ilógicas.

Decía el juez, señor Marchena en su combate dialéctico contra los sardónicos independentistas: «Usted no ha venido aquí para expresar su grado de alucinación…». Algo así les hubiese dicho yo esta mañana a los tres candidatos y dos candidatas a alcaldes: «Ustedes debéis proclamar un  reconocimiento público y colectivo del final de las ideologías para dar paso al marketing, el postureo y la telebasura. Déjense de alucinaciones».

Marchóse este raro caballero sin caballo,  desayunándose la paradoja del día. Una fragata llamada Méndez Núñez ─ya es mala suerte por lo de la honra y todo lo demás─ huye con el timón entre sus acerados bajos porque el cowboy americano está dispuesto a disparar primero a los del turbante y a preguntarles después.

Por aquí las paradojas y otras rarezas abundan para divertimiento del respetable, ahora con la tauromaquia de capa caída a pesar del refuerzo torero de Frank de la jungla. Dígase también la dificultad de digestión paradógica de don Julio Anguita en sus pocos metros cuadrados de vivienda, ─renunciante a su sueldo de diputado y sin doblegarse al frívolo autógrafo o selfie de turista español─,  al lado su discípulo de catón y catecismo constitucional viviendo a lo príncipe William en su chalet protegido por la Benemérita, o sea, don Pablo Iglesias y señora. Aunque, dadas las ansias de encaramarse a la bolsa marsupial del próximo gobierno, los veremos ascender y al tiempo descender ante la mirada inquisitiva del, en su día, gran alcalde cordobés, quiero suponer y supongo.